Isla de la Juventud

Gustav no creyó en septiembre

Leticia Martínez Hernández

Aldali, Marcos, Jorgito y Yunior no comenzaron las clases el lunes primero de septiembre. Tras el paso del huracán Gustav su escuela largó puertas y ventanas. Ahora por uniforme llevan ropa de trabajo, y por lápices, escobas, recogedores y paños para sacudir. Con la inocencia de sus cortas edades toman la mano a quien visita la escuela y casi lo arrastran hacia su aula ya limpia y organizada.

Foto: Yaimí RaveloLos maestros se sumaron pronto a la recuperación.

La laboriosidad de los maestros y el aporte dado por los pequeños harán que el colegio abra sus puertas en las próximas horas: todo un privilegio si se tiene en cuenta que el 80% de las instituciones escolares de la Isla de la Juventud sufrió serios daños, algunas quedaron totalmente sepultadas.

La entrega de los maestros

En la escuela primaria Manuel Alcolea, un hombre, con vasija de mezcla y cuchara en las manos, se empeña en fijar uno de los ventanales arrancados por Gustav. Parecía un albañil más, pero la deferencia en el trato reveló la realidad. Era el director del plantel. Pues Jorge Luis Viamonte, director desde hace 28 años, decidió sumarse y guiar la reparación del centro.

El trabajo lleva la prisa de comenzar cuanto antes las clases.

Una máxima lo anima: "no podemos sentarnos a que nos resuelvan las cosas, son muchas las afectaciones y en casi todos los lugares de la Isla, por eso lo que podamos salvar nosotros mismos será un alivio para el país. Ya todos mis maestros se han sumado a la recuperación".

Su escuela ha sido de las menos afectadas, por eso espera mañana martes volver a izar la bandera. Apunta Viamonte que no perdieron ninguna base material de estudio y comenzarán a impartir las asignaturas más importantes en la sesión de la mañana, para en la tarde recibir a los pioneros de la escuela Abel Santamaría, ubicada al frente de la suya.

Ocho maestros de la Manuel Alcolea sufrieron daños en sus casas y no estarán en el comienzo de las clases, pero ya buscan ayuda en otros profesores. Allí nos hablaron del profe Mariano, quien perdió parte de su vivienda, pero el aula que guía fue la primera en quedar lista para comenzar el curso escolar. A la tristeza de lo perdido sobrepuso la devoción por la enseñanza.

A la maestra María Luisa Álvarez la encontramos recogiendo su clase de preescolar. Cuenta que luego del paso de Gustav, el domingo al amanecer, llegó a la escuela Celia Sánchez para comenzar a borrar la huella de los fuertes vientos. Entre los implementos salvados enumera temperas, papeles de colores, libretas y los expedientes de los niños; no corrieron la misma suerte los juguetes de papier maché. Ya varios de sus pioneros y madres han venido a la escuela a brindar ayuda.

Como María Luisa, otros muchos maestros dejaron la tiza y el pizarrón y ahora barren, recogen escombros, organizan las aulas... en las noches refuerzan la guardia y, con lámparas y velas, recorren cada tramo del centro. Algunos hasta han donado habitaciones de sus casas para instalar allí aulas.

En septiembre, huracán de alternativas

La infraestructura educacional de la Isla de la Juventud fue seriamente dañada. Según confirma Ramón Causelo, director municipal de Educación, una cifra significativa de escuelas sufrió derrumbe total, con la consiguiente pérdida de la base material de estudio, entre ellos, computadoras, televisores, libros, libretas, pupitres y mesas. Las afectaciones resultan mayores en los centros internos.

A partir de un levantamiento de las afectaciones se imponen alternativas como aumentar las matrículas en las aulas que quedaron ilesas, juntar en una misma escuela a varios planteles y compartir las sesiones de clases, acondicionar locales de organismos y casas particulares para impartir las lecciones...

Así regresan de forma paulatina las clases a la Isla de la Juventud. La entrega de sus maestros borra los vestigios de Gustav, para que septiembre siga siendo el mes de las letras y los números.

 

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