Como quien supo mirar al fondo de su alma, Cesare Pavese
escribió: "El único modo de escapar al abismo es mirarlo, medirlo,
sondearlo y descender a él". Cien años después de su nacimiento el 9
de septiembre de 1908 en la villa piamontesa de San Stéfano Belbo,
el legado literario del gran escritor italiano, uno de los más
encumbrados exponentes de las letras europeas de la primera mitad
del siglo XX, nos sigue presentando enigmas e interrogantes
vinculados con la condición humana.
Pocos como él en nuestra época —pienso en el César Vallejo de
"Los heraldos negros", en la Ana Ajmátova de "A la ciudad de Pushkin",
en el Paul Eluard de "La muerte, el amor, la vida", en el García
Lorca de "Llanto por Ignacio Sánchez Mejía", o en el Nicolás Guillén
de "Iba yo por un camino"— han tratado con tan confiada y
desgarradora hidalguía el drama del fin de la existencia: Vendrá
la muerte y tendrá tus ojos / esta muerte que nos acompaña / desde
el alba a la noche, insomne, / sorda, como un viejo remordimiento /
o un absurdo defecto. Tus ojos / serán una palabra inútil, / un
grito callado, un silencio. / Así los ves cada mañana / cuando sola
te inclinas / ante el espejo.
Pavese irrumpió en la poesía italiana con un libro que se
convirtió en un clásico: Trabajar cansa (1936). Allí muestra
sus obsesiones: la soledad, la infancia, la memoria, el desengaño y
el amor al terruño. Un año antes de su publicación, el fascismo lo
había apresado al encontrársele correspondencia comprometedora con
una muchacha que militaba en el Partido Comunista, agrupación a la
que el propio escritor se adscribió al término de la Segunda Guerra
Mundial.
Durante su etapa estudiantil, Pavese desarrolló su interés por la
literatura norteamericana contemporánea. Se graduó en la universidad
con una tesis sobre la poesía de Walt Whitman. Fue traductor de
Sinclair Lewis, John Dos Passos, Gertrude Stein y también redactor
de la primera versión italiana de la obra maestra del irlandés James
Joyce, Retrato del artista adolescente. Estuvo vinculado al
inicio de la carrera editorial de Giulio Einaudi.
Junto a la poesía cultivó una prosa evocativa de cuidadas
imágenes, que tuvo momentos estelares en las novelas De tu tierra
(1941), La playa (1942), y La luna y las fogatas
(1950), esta última una de las más conmovedoras páginas sobre la
Italia rural desde una perspectiva que la crítica suele situar entre
el realismo y el simbolismo lírico.
Síquicamente frágil, golpeado por el desamor, Pavese terminó su
vida el 27 de agosto de 1950 con una sobredosis de somníferos en una
habitación del hotel Roma, de Turín. En su diario, publicado
póstumamente bajo el título El oficio de vivir, había escrito
años antes: "Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata
porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra
miseria, nuestro desamparo, la nada".