Otra
vez la Mesa Redonda ofreció a los televidentes cubanos un excelente
regalo de fin de verano: el estreno del documental Leal al tiempo,
material que constituye una muy feliz entrada del versátil actor
Luis Alberto García (hijo) en el mundo de la dirección
cinematográfica.
Decía nuestro Martí que honrar, honra, pero si ello se hace con
la autenticidad y la creatividad con que García se adentró en el
universo de uno de los intelectuales y hombres de la cultura más
valiosos con que cuenta nuestro país, el homenaje deviene documento
imperecedero, testimonio irrefutable de lo que Eusebio Leal tiene de
artista y de hombre que trasciende su tiempo.
La Habana Vieja, ruinosa, blanca y negra antes de que se
emprendiera el proyecto de la restauración, vive en el filme en
contrapunteo esplendoroso con los colores de su actualidad y en ella
se inserta, como un componente insoslayable o una máquina
indetenible, la entrañable presencia de Leal, un ser humano a toda
prueba, vencedor de todas las adversidades.
El documental tiene también la virtud de mostrar no sólo
monumentos y opiniones de personalidades. La gente sencilla que
habita los edificios a los que ha salvado o está por salvar el
proyecto restaurador, son también encuestados y registrados con sus
gratitudes y sus reclamos por una cámara que desnuda ante nosotros
luces y claroscuros, sin idealizaciones ni escamoteos, objetiva y
desapasionada, inquisidora y veraz.
La obra artística y social se funden en imágenes precisas, más
allá de todo intento manipulador ,y Eusebio Leal aparece en ellas
como el hombre que cuenta entre sus virtudes con todas las
denominaciones de esas calles a las que ha reconstruido con
perseverancia, esperanza y otras muchísimas cualidades forjadas en
el sacrificio y la racionalidad, en diálogo constante con sus
especialistas y los habitantes de una ciudad que respira cultura y
ofrece al turista un rostro sin afeites, respirable gracias a su
increíble vitalidad.
Hacía mucho tiempo que Eusebio Leal merecía esta oda. Su
consagración al trabajo, sus excelentes resultados en una empresa
con la que soñó desde la adolescencia y esa modestia que dista mucho
de ser falsa, lo convierten en un ciudadano con la ética y la
entrega que necesita nuestro tiempo.
Atento a cada detalle humano, económico, histórico o cultural,
Leal es un ejemplo de lo que puede conseguirse cuando talento y
voluntad política, aunados a una sólida formación y conocimiento de
la tarea a emprender se conjugan en una amalgama inderrotable.
Como queda muy claro en el filme, una obra como la restauración
de la Vieja Habana hubiera sido imposible sin todo el apoyo recibido
por las instituciones del Gobierno y del Estado. Pero tampoco
hubiera conseguido un resultado de excepción como el que ostenta si
la cultura cubana no tuviera a un hombre como Eusebio Leal, que de
no existir hubiéramos tenido que inventar.
A Luis Alberto García agradecemos este testimonio palpitante de
la obra de un hombre y de una nación, recogidos en un documental
riguroso, de altos quilates artísticos y abarcador en tanto nos
presenta la historia de una ciudad y de un proyecto a la vez que la
de un hombre leal a la memoria, a sus convicciones, a sus amigos y a
la vida. Leal, en suma, al tiempo y a sí mismo como pocos.