Un análisis

Beijing nos convoca

Oscar Sánchez
oscar.ss@granma.cip.cu

Durante 16 madrugadas fuimos testigos de la vergüenza, hidalguía y coraje de los deportistas que nos representaron en Beijing, quienes jamás se dieron por vencidos aun cuando el desarrollo de las lides casi les auguraba un destino adverso.

Estos han sido los Juegos de más nivel en toda la historia olímpica, bastaría solo con decir que 87 naciones de las 204 participantes ocuparon puestos en el medallero, 55 de ellas consiguieron llegar a lo más alto del podio, cifras inéditas hasta el presente, como lo son también los 43 récords mundiales implantados y los 120 olímpicos (ojo, este último número se refiere solo a los que quedaron como cotas actuales, pues en el transcurso de las competencias fueron rotos varias veces los topes de ese rango, y se implantaron decenas de marcas continentales).

Por supuesto, tan alto rigor competitivo fue parejo para todas las delegaciones presentes.

Esas razones son suficientes para decir que nos sentimos orgullosos de nuestros deportistas, de todos, de los de oro, de los de plata y de los de bronce y de los que lucharon por llegar y no pudieron, de la delegación a Beijing.

El compañero Fidel nos explicó en su Reflexión Para el honor, Medalla de oro, cómo la gran parafernalia olímpica de hoy no está al alcance del 80 por ciento de los países que participaron en los Juegos de Beijing, es decir, solo 39 naciones tienen acceso a esas grandes tecnologías, por eso el merecido título al honor y la dignidad de cada medalla cubana, de cada latinoamericano en los podios de la cita china.

Esa razón es la que engrandece el valor de nuestra bandera ondeando 24 veces (dos de oro, once de plata e igual cantidad de bronce) en los mástiles de las premiaciones. Téngase en cuenta que solo 11 naciones, por supuesto las más ricas de este desigual planeta, pudieron alcanzar una cifra superior. Una mirada a la tabla final de posiciones y el segmento de los diez primeros se parece más a una reunión del G-8, que a una competencia deportiva.

En nuestras dos docenas de preseas están expresadas las potencialidades del movimiento deportivo cubano, pero también es una muestra más de que este pequeño país como ningún otro es el que más ha hecho por el deporte. Esos lauros y los obtenidos a lo largo del historial bajo los cinco aros es el resultado de una gigantesca obra social que revirtió para siempre y por siempre un panorama que hace 50 años tenía al país con un anémico 0,25 por ciento de acceso de la población a la cultura física y el deporte, según datos de los propios gobiernos anteriores a la Revolución.

Escuelas deportivas en cada provincia, plena incorporación al deporte, Escuela Internacional para jóvenes del Tercer Mundo, técnicos en más de 50 naciones del orbe y los más encumbrados resultados en lides olímpicas y mundiales, avalan cuán grande y victoriosa ha sido la lucha de la Mayor de las Antillas en el campo del deporte, cada vez más marcado por la comercialización y su hijo: el profesionalismo, el victimario y saqueador de las naciones más pobres.

Sin embargo, como también convocó el Comandante: "Estos méritos de nuestro deporte no nos eximen en lo más mínimo de responsabilidades presentes y futuras". Y enfatizó en que "¼ nos hemos dormido sobre los laureles. Seamos honestos y reconozcámoslo todos. No importa lo que digan nuestros enemigos. Seamos serios. Revisemos cada disciplina, cada recurso humano y material que dedicamos al deporte. Debemos ser profundos en los análisis, aplicar nuevas ideas, conceptos y conocimientos".

A ese estudio o razonamiento al que estamos llamados todos corresponde el modesto comentario que le proponemos sobre una de las aristas, que a nuestro modo de ver influyó en la ubicación final de nuestra comitiva en el medallero.

Ciertamente el lugar 28 que nos saca por primera vez desde 1976 de los primeros 15 lugares en el medallero, no se corresponde con lo que esperábamos y, además, no es el reflejo ni de la calidad del deporte cubano, ni del nivel de aseguramiento que el país, con colosal esfuerzo, le dio a la preparación de nuestros deportistas.

Los análisis pasan necesariamente por el concurso de los especialistas, es decir, de quienes diseñaron la preparación de cara a esta competencia cumbre del deporte mundial, lo cual no nos exime de dar nuestra opinión.

Habría que decir que los ladrones de talentos nos escamotearon al menos siete posibilidades áureas, por solo citar los casos del boxeo y el judo o que el arbitraje en varios combates de esos dos deportes le dio la espalda a la justicia, a la imparcialidad. Pero como los cubanos no nos contentamos y somos inconformes, buscamos en nosotros mismos con valentía y con la inteligencia que sustenta los más de 30 000 graduados de nivel superior en Cultura Física y Deportes, lo que nos faltó más allá de esos factores.

En nuestra opinión nos falló la efectividad en la medalla de oro, es decir, en la disputa de las finales, donde es imprescindible el empuje de cara al triunfo, lo cual está muy relacionado con la puesta en forma deportiva de los atletas, que ha de expresarse en sus cinco aspectos en ese instante decisivo.

¿Cuáles son esas cinco cotas? Preparación física, técnica, táctica, teórica y psíquica. Si una sola está ausente o tiene deudas, es decir, si se presenta débil, se frustra la aspiración aunque estemos en presencia de un portento físico o un equipo de todos estrellas. Solo con esos requisitos al ciento por ciento se puede lidiar ante un adversario difícil, frente a un mal arbitraje o resistiendo las inclemencias del tiempo, incluso sobrepasar el imponderable de una lesión. Ejemplos sobran en nuestro deporte, recordemos, por solo citar a dos, por demás mujeres, los títulos de María Caridad Colón y Driulis González, en 1980 y 1996.

En Beijing hubo claras expresiones de deudas en cada uno de los cinco aspectos de la forma deportiva. A los luchadores se les vio con poco potencial físico; en el orden técnico nuestro encumbrado judo tuvo algunas lagunas visibles; tácticamente el ejemplo del béisbol es elocuente. Nos cambiaron totalmente el pitcheo en ese noveno capítulo por el oro, con las bases llenas, y nos quedamos sin una respuesta, teniéndola a mano; en la esfera teórica, es decir en el conocimiento del escenario de competencia (léase saber del rival, de reglas y arbitraje, de las condiciones o tendencias que están rodeando a ese día de batalla), también mostramos carencias vistas en el taekwondo y otros, y desde el punto de vista psíquico, una prueba fehaciente de insuficiencias fue el voleibol. Son solo ejemplos, no los únicos.

Y eso dio al traste con la efectividad que mencionamos. Un vistazo a las decisiones cubanas de los puestos uno y dos desde Munich-1972 hasta Beijing-2008 bastaría. En Munich-1972 disputamos cuatro metales dorados y alcanzamos tres; Montreal-1976 (de 10-6); Moscú (de 15-8); Barcelona (de 20-14); Atlanta (de 17-9); Sydney (de 22-11); Atenas (de 16-9) y Beijing (de 13-2).

Mientras de todo corazón nos alegramos de las 17 medallas de oro de Latinoamérica y el Caribe, toca a nuestros prestigiosos entrenadores y especialistas profundizar con rigor en estas y otras aristas, recordando la máxima de nuestro Comandante en Jefe cuando al recibir a la delegación olímpica de Atenas-2004, expresó: "de nuestro deporte no se hablará por lo que ha hecho, sino por lo que va a hacer".

 

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