Durante
16 madrugadas fuimos testigos de la vergüenza, hidalguía y coraje de
los deportistas que nos representaron en Beijing, quienes jamás se
dieron por vencidos aun cuando el desarrollo de las lides casi les
auguraba un destino adverso.
Estos han sido los Juegos de más nivel en toda la historia
olímpica, bastaría solo con decir que 87 naciones de las 204
participantes ocuparon puestos en el
medallero, 55 de ellas consiguieron llegar a lo más alto del
podio, cifras inéditas hasta el presente, como lo son también los 43
récords mundiales implantados y los 120 olímpicos (ojo, este último
número se refiere solo a los que quedaron como cotas actuales, pues
en el transcurso de las competencias fueron rotos varias veces los
topes de ese rango, y se implantaron decenas de marcas
continentales).
Por supuesto, tan alto rigor competitivo fue parejo para todas
las delegaciones presentes.
Esas razones son suficientes para decir que nos sentimos
orgullosos de nuestros deportistas, de todos, de los de oro, de los
de plata y de los de bronce y de los que lucharon por llegar y no
pudieron, de la delegación a Beijing.
El compañero Fidel nos explicó en su Reflexión Para el honor,
Medalla de oro, cómo la gran parafernalia olímpica de hoy no
está al alcance del 80 por ciento de los países que participaron en
los Juegos de Beijing, es decir, solo 39 naciones tienen acceso a
esas grandes tecnologías, por eso el merecido título al honor y la
dignidad de cada medalla cubana, de cada latinoamericano en los
podios de la cita china.
Esa razón es la que engrandece el valor de nuestra bandera
ondeando 24 veces (dos de oro, once de plata e igual cantidad de
bronce) en los mástiles de las premiaciones. Téngase en cuenta que
solo 11 naciones, por supuesto las más ricas de este desigual
planeta, pudieron alcanzar una cifra superior. Una mirada a la tabla
final de posiciones y el segmento de los diez primeros se parece más
a una reunión del G-8, que a una competencia deportiva.
En nuestras dos docenas de preseas están expresadas las
potencialidades del movimiento deportivo cubano, pero también es una
muestra más de que este pequeño país como ningún otro es el que más
ha hecho por el deporte. Esos lauros y los obtenidos a lo largo del
historial bajo los cinco aros es el resultado de una gigantesca obra
social que revirtió para siempre y por siempre un panorama que hace
50 años tenía al país con un anémico 0,25 por ciento de acceso de la
población a la cultura física y el deporte, según datos de los
propios gobiernos anteriores a la Revolución.
Escuelas deportivas en cada provincia, plena incorporación al
deporte, Escuela Internacional para jóvenes del Tercer Mundo,
técnicos en más de 50 naciones del orbe y los más encumbrados
resultados en lides olímpicas y mundiales, avalan cuán grande y
victoriosa ha sido la lucha de la Mayor de las Antillas en el campo
del deporte, cada vez más marcado por la comercialización y su hijo:
el profesionalismo, el victimario y saqueador de las naciones más
pobres.
Sin embargo, como también convocó el Comandante: "Estos
méritos de nuestro deporte no nos eximen en lo más mínimo de
responsabilidades presentes y futuras". Y enfatizó en que "¼
nos hemos dormido sobre los laureles. Seamos honestos y
reconozcámoslo todos. No importa lo que digan nuestros enemigos.
Seamos serios. Revisemos cada disciplina, cada recurso humano y
material que dedicamos al deporte. Debemos ser profundos en los
análisis, aplicar nuevas ideas, conceptos y conocimientos".
A ese estudio o razonamiento al que estamos llamados todos
corresponde el modesto comentario que le proponemos sobre una de las
aristas, que a nuestro modo de ver influyó en la ubicación final de
nuestra comitiva en el medallero.
Ciertamente el lugar 28 que nos saca por primera vez desde 1976
de los primeros 15 lugares en el medallero, no se corresponde con lo
que esperábamos y, además, no es el reflejo ni de la calidad del
deporte cubano, ni del nivel de aseguramiento que el país, con
colosal esfuerzo, le dio a la preparación de nuestros deportistas.
Los análisis pasan necesariamente por el concurso de los
especialistas, es decir, de quienes diseñaron la preparación de cara
a esta competencia cumbre del deporte mundial, lo cual no nos exime
de dar nuestra opinión.
Habría que decir que los ladrones de talentos nos escamotearon al
menos siete posibilidades áureas, por solo citar los casos del boxeo
y el judo o que el arbitraje en varios combates de esos dos deportes
le dio la espalda a la justicia, a la imparcialidad. Pero como los
cubanos no nos contentamos y somos inconformes, buscamos en nosotros
mismos con valentía y con la inteligencia que sustenta los más de 30
000 graduados de nivel superior en Cultura Física y Deportes, lo que
nos faltó más allá de esos factores.
En nuestra opinión nos falló la efectividad en la medalla de oro,
es decir, en la disputa de las finales, donde es imprescindible el
empuje de cara al triunfo, lo cual está muy relacionado con la
puesta en forma deportiva de los atletas, que ha de expresarse en
sus cinco aspectos en ese instante decisivo.
¿Cuáles son esas cinco cotas? Preparación física, técnica,
táctica, teórica y psíquica. Si una sola está ausente o tiene
deudas, es decir, si se presenta débil, se frustra la aspiración
aunque estemos en presencia de un portento físico o un equipo de
todos estrellas. Solo con esos requisitos al ciento por ciento se
puede lidiar ante un adversario difícil, frente a un mal arbitraje o
resistiendo las inclemencias del tiempo, incluso sobrepasar el
imponderable de una lesión. Ejemplos sobran en nuestro deporte,
recordemos, por solo citar a dos, por demás mujeres, los títulos de
María Caridad Colón y Driulis González, en 1980 y 1996.
En Beijing hubo claras expresiones de deudas en cada uno de los
cinco aspectos de la forma deportiva. A los luchadores se les vio
con poco potencial físico; en el orden técnico nuestro encumbrado
judo tuvo algunas lagunas visibles; tácticamente el ejemplo del
béisbol es elocuente. Nos cambiaron totalmente el pitcheo en ese
noveno capítulo por el oro, con las bases llenas, y nos quedamos sin
una respuesta, teniéndola a mano; en la esfera teórica, es decir en
el conocimiento del escenario de competencia (léase saber del rival,
de reglas y arbitraje, de las condiciones o tendencias que están
rodeando a ese día de batalla), también mostramos carencias vistas
en el taekwondo y otros, y desde el punto de vista psíquico, una
prueba fehaciente de insuficiencias fue el voleibol. Son solo
ejemplos, no los únicos.
Y eso dio al traste con la efectividad que mencionamos. Un
vistazo a las decisiones cubanas de los puestos uno y dos desde
Munich-1972 hasta Beijing-2008 bastaría. En Munich-1972 disputamos
cuatro metales dorados y alcanzamos tres; Montreal-1976 (de 10-6);
Moscú (de 15-8); Barcelona (de 20-14); Atlanta (de 17-9); Sydney (de
22-11); Atenas (de 16-9) y Beijing (de 13-2).
Mientras de todo corazón nos alegramos de las 17 medallas de oro
de Latinoamérica y el Caribe, toca a nuestros prestigiosos
entrenadores y especialistas profundizar con rigor en estas y otras
aristas, recordando la máxima de nuestro Comandante en Jefe cuando
al recibir a la delegación olímpica de Atenas-2004, expresó: "de
nuestro deporte no se hablará por lo que ha hecho, sino por lo que
va a hacer".