Raúl Cervantes Torres, conductor con 31 años de experiencia,
habla en lenguaje ferroviario: "No hay algo más lindo que dos trenes
rodando a su hora, que se crucen en el mismo lugar, como hacemos
nosotros la mayoría de las veces. Cuando el 23 entra a la estación
de Aguacate, en La Habana, entonces el 24, que transita en sentido
contrario y también es de nosotros, está tranquilito en el chucho,
en espera para dar vía".
En ese sincronismo elegante, logrado únicamente por los
coches-motores gaviotas y los budd, según atestiguan viajeros y
algunos trabajadores de los ferrocarriles en intercambio con el
periodista, va el esfuerzo de muchas personas e intervienen
innumerables factores: el estado técnico de los equipos y las vías,
las formas de organización del trabajo, el esfuerzo cotidiano, todo
para que haya menos itinerarios incumplidos.
"Rodar sin pesimismo", interviene Jorge González Dueñas, un
conductor con 37 años en el oficio. Dueñas, como lo conocen,
defiende la dignidad de los ferroviarios de la misma manera que lo
hizo en Cassinga, el 4 de mayo de 1978, cuando fuerzas cubanas se
enfrentaron y vencieron a los sudafricanos en unas de las batallas
más cruentas en Angola.
"Es cierto que hemos sido muy cuestionados. Cuando el derrumbe
del campo socialista, junto con la falta de recursos vino cierto
relajamiento de la disciplina y, entonces, pagamos justos por
pecadores, algo con lo que jamás he estado de acuerdo. Existen en el
sector trabajadores con mucha vergüenza. Y lo demostramos con
acciones cotidianas. Vaya al taller y pregunte".
"Entre los más sacrificados están los mecánicos, quienes tienen
el don de ingeniárselas cada vez que entra un equipo y deben
devolverlo al servicio lo más rápido posible".
Pese a ello, el colectivo de estos talleres ferroviarios anda
preocupado. A los esfuerzos sin límites se contraponen la falta de
recursos y piezas de repuesto.
Aunque Granma no tuvo acceso a la cantidad de pasajeros
transportados, al serle imposible contactar con la máxima dirección
de los coches-motores, en Ciudad de la Habana, Luis Alberto Ruiz
Pina, representante de esa institución en Morón, asevera que la
cifra disminuye y corren el riesgo de que el próximo año continúe el
descenso.
Y ejemplifica: "De las 16 Gaviotas, tenemos solo siete en
explotación y de los cuatro budd, sobrevive solo uno, que por estos
días entró al taller. No obstante, con lo que tenemos cumplimos el
itinerario en más del 85%".
La cuestión es más difícil de lo que muchos piensan. La ingeniera
mecánica Meisling Hernández Real, una de las pocas jefas de talleres
de trenes en el país, en tono jocoso y, a la vez, preocupante,
comenta que las Gaviotas comienzan a llevarse mal. "Estas suelen
andar acopladas en parejas y hasta pueden transitar en tríos. Sin
embargo, las roturas en las tarjetas electrónicas impiden la unión.
De aumentar el deterioro, deberán andar separadas, con el
consiguiente incremento del gasto de combustible y la disminución de
la capacidad de transportación de pasajeros, ¡y ojalá no dejen de
funcionar las que tienen que ver con la habilitación de las cabinas!
Si ello sucediera, el coche quedaría inhabilitado totalmente".
Andrés Bullín Sosa, electricista, tiene malos presagios: "Las
Gaviotas poseen un sistema electrónico complicado. Las tarjetas
cuestan hasta cinco mil dólares en el mercado internacional y, de no
poder adquirirlas, la solución más viable sería el cambio del
sistema electrónico a eléctrico, algo sumamente difícil, pero
posible.
"Propusimos a la Empresa Nacional de Talleres Ferroviario (ETAF)
de Camagüey, a la cual pertenecemos, someter a esa innovación a uno
de los coches DM-11, a modo de prueba. no hemos recibido respuesta y
las tarjetas siguen deteriorándose."
—¿Existe la posibilidad de que el cambio sea factible?
—No será igual a como vinieron de fábrica, pero yo le auguro el
éxito en más de un 95%.
—¿Y si falla en el intento y saca de circulación a uno de esos
equipos?
—Aseguro que no lo saco de circulación, más bien, lo entro.