Martí, con su fina sensibilidad, no vacila en calificar la
política de arte y nos aporta esta lúcida definición:
La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo
recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de
adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el
sacrificio, o la merma del ideal que se persigue; de cejar para
tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus
ejércitos en fila, y su batalla preparada.
Es decir, se trata de una categoría de la práctica. La política
es a las ciencias sociales y humanas lo que la tecnología es a las
ciencias naturales, y en el caso de Martí y la identidad nacional
cubana tiene un valor universal. Es lo que he llamado la cultura de
hacer política que combina adecuadamente la radicalidad y la armonía
que se rige por principios éticos.
Otra categoría fundamental de esa cultura de hacer política está
en la educación también en su sentido más amplio. He ahí la
importancia de la identidad nacional cubana, que tiene en su corazón
la cultura política y educacional presente en nuestra tradición
intelectual.
Las ideas pedagógicas y filosóficas cubanas están germinalmente
en posibilidad de alcanzar una dimensión internacional de vastas
proporciones; tienen dos siglos de historia y están vinculadas a las
más inmediatas necesidades populares. En la pasada centuria se
relacionaron con las ideas del socialismo. Es algo que debemos
compartir y difundir. Tendrá incidencia en ello lo que hemos llamado
la cultura de hacer política que representan José Martí y Fidel
Castro. Si logramos que esa cultura sea abrazada por las nuevas
generaciones de cubanos, ellas podrán ejercer una influencia
política, filosófica y cultural en general de enorme repercusión.
Es necesario saber diferenciar y a la vez relacionar la ideología
—entendida como producción de ideas— de la ciencia, la ética y la
política. En el llamado socialismo real se confundieron estas
categorías y no se supo relacionarlas. El capitalismo, con su
pragmatismo galopante y su perversa manera de segmentar la realidad,
no nos ofrece ninguna posibilidad de vínculo orgánico entre estas
áreas de la actividad humana.
Solo con el pensamiento dialéctico materialista podríamos hacerlo
y así arribar a una política como la que necesita la Revolución
tanto para lo interno como para lo externo. Esa cultura, la más
consecuente y profunda de Occidente, parte, como hemos dicho, de una
altísima sensibilidad ética, lo que permite diferenciar y relacionar
estas tres categorías en sus realizaciones concretas.
Para comprender y orientar la acción en esta dirección, el país
reclama de las personas de mayor sensibilidad, inteligencia,
conocimiento y cultura que integren el esfuerzo común de todo el
pueblo para abordar los nuevos y complejos retos que tiene ante sí
el pensamiento científico humanista.
La idea clave está en desterrar la divisa de "divide y vencerás",
y en exaltar la de "unir para vencer".
Estos son tiempos para un humanismo que relacione cultura y
desarrollo, que nos permita asumir con ética y ciencia la
globalización. Fidel había dicho en el V Congreso de la UNEAC, y lo
ratificó en el VII Congreso de la UJC, que lo primero que había que
salvar era la cultura. Esto es, precisamente, lo más importante para
la política cubana, su urgencia inmediata en lo interno y en lo
internacional.
También sentenció el Apóstol que la facultad de asociarse es el
secreto de lo humano, de ahí que todo se hará gestionando la
cooperación, desarrollando el entusiasmo sobre los fundamentos de la
tradición política, cultural, martiana y socialista cubanas.
Vertebrar todo este empeño estará en consonancia con la ética
revolucionaria y con la concepción humanista que hemos ido creando y
que debemos transmitir a las nuevas generaciones. Fortaleciendo esta
línea de trabajo podremos llegar a convertir a Cuba en "universidad
del continente". Si trabajamos todas las generaciones juntas, las
más jóvenes y las mayores en estrecha unidad, resaltando el espíritu
de cooperación y los valores presentes en la historia nacional
cubana, podremos responder al reto martiano de injertar el mundo en
nuestras repúblicas, pero que el tronco sea el de nuestras
repúblicas.
Concluyo con un pensamiento de Fidel Castro que sintetiza el hilo
conductor de lo que hemos expuesto:
El gran caudal hacia el futuro de la mente humana consiste en el
enorme potencial de inteligencia genéticamente recibido que no somos
capaces de utilizar. Ahí está lo que disponemos, ahí está el
porvenir.