El tema tratado en estas mismas páginas acerca de las actrices de
Hollywood que después de cumplir los cuarenta tienen que pulirla
para encontrar buenos papeles, así como la necesidad de recurrir al
bisturí para disimular los años y engatusar a los productores (una
recomendación muy especial de Demi Moore), ha motivado unas cuantas
cartas, correos electrónicos y llamadas por teléfono.
Y sin quererlo, en misivas y conversaciones, la trama ha dejado
de ser meramente cinematográfica para convertirse en "algo" relativo
a la percepción de la belleza, esa estética inaugurada por
los griegos de manera más simple que complicada antes de que ciertos
malabaristas del lenguaje la convirtieran a ratos en un asunto
difícil de deglutir por los simples mortales.
Porque la estética —permitan el recordatorio— además de ocuparse
de la belleza en general y de ser una teoría imprescindible y
filosófica del arte, sirve también para hablar de la armonía de los
cuerpos¼ y hasta de las caras bonitas.
Se habló entonces, en esa interrelación tema-lector, del mundillo
de las pasarelas internacionales, donde después de varias muertes
por anorexia un rayo iluminador obliga a las modelos a mantener un
parámetro en cuanto a peso y estatura, de manera de que no se sigan
convirtiendo en verdaderos esqueletos con sublimes rostros. Y se
tocó el tema de los patrones de perfección impuestos por las grandes
transnacionales de los cosméticos, y de los concursos de belleza que
exigen a las competidoras exhibirse sin retoques de ningún tipo,
para lo cual se hace imprescindible la participación de verdaderos
Sherlock Holmes descubriendo disecciones plásticas, y se mencionó la
proliferación de naricitas a lo Michael Jackson (miren a Halle Berry,
preciosa mulata que con Oscar y todo terminó optando por una de
ellas).
Un tema a partir del artículo Actrices en los 40 en el que
quedó claro la conveniencia de la cirugía plástica como eficaz vía
encaminada a corregir todas aquellas imperfecciones que lo
requieran, pero no como fórmula mágica para convertirse en seres de
otros mundos encaprichados en impresionar al precio que sea (después
de todo, la primera acepción de la palabra estética acuñada
por los antiguos griegos tenía que ver más con la sensibilidad del
producto que con su representación externa).
Pero ese es otro tema, me dice por teléfono una lectora, ya con
media vida transitada, y me pregunta qué fue de Janina Martig, la
top model suiza de 24 años y 1,72 metros de estatura que, en el
2006, se sometió a una operación de alargamiento quirúrgico de las
piernas con el fin de ganar los tres centímetros que le faltaban
para reunir los estándares internacionales de la moda.
—Si usted hasta escribió de ella —me refrescan la memoria.
Antes de entrar en el quirófano, las medidas de Janina eran
impresionantes: 86 de busto, 60 de cintura y 90 de caderas. Sin
embargo, le faltaban esos tres centímetros para considerarse una
mujer perfecta y en pos de su captura no vaciló en reacondicionar
huesos y cartílagos. La operación resultó tan cara y complicada como
dolorosa ("muy dolorosa" recalcaron los propios médicos) y tras casi
un mes de estarse recuperando, la muchacha, más que hablar de volver
a las pasarelas, esperaba con ansias demacradas el día en que
pudiera correr como lo hacía antes.
¿Qué se hizo de ella?
Le prometí a la lectora buscar pistas, pero solo encontré
referencias de hace dos años, cuando el caso de Janina fue
ampliamente divulgado en el mundo y se originó una polémica que se
extendía al daño que están haciendo los implantadores comerciales de
cánones de lindezas, principalmente entre jovencitas influidas por
una propaganda empeñada en hacerles ver que para triunfar en la vida
deben parecerse a estrellas del cine, de la música o de las
pasarelas.
Simple ecuación: ¿para qué se necesita el cerebro (ese órgano tan
poco fotogénico) cuando lo importante son las anatomías
"espectaculares" que aparecen en las revistas de moda, exponentes
sin igual (no obstante la anorexia) de un porvenir signado por la
fama, el dinero y hasta los matrimonios de conveniencia?
En cuanto a Janina, mi querida lectora, no he encontrado nada más
que el ruido mediático motivado por su espectacular operación hace
dos años. Ojalá haya alcanzado finalmente su añorado 1,75 de
estatura y siga paseándose feliz por las pasarelas.
Pero de ello, nada he encontrado hasta el momento.