Estética

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

El tema tratado en estas mismas páginas acerca de las actrices de Hollywood que después de cumplir los cuarenta tienen que pulirla para encontrar buenos papeles, así como la necesidad de recurrir al bisturí para disimular los años y engatusar a los productores (una recomendación muy especial de Demi Moore), ha motivado unas cuantas cartas, correos electrónicos y llamadas por teléfono.

Y sin quererlo, en misivas y conversaciones, la trama ha dejado de ser meramente cinematográfica para convertirse en "algo" relativo a la percepción de la belleza, esa estética inaugurada por los griegos de manera más simple que complicada antes de que ciertos malabaristas del lenguaje la convirtieran a ratos en un asunto difícil de deglutir por los simples mortales.

Porque la estética —permitan el recordatorio— además de ocuparse de la belleza en general y de ser una teoría imprescindible y filosófica del arte, sirve también para hablar de la armonía de los cuerpos¼ y hasta de las caras bonitas.

Se habló entonces, en esa interrelación tema-lector, del mundillo de las pasarelas internacionales, donde después de varias muertes por anorexia un rayo iluminador obliga a las modelos a mantener un parámetro en cuanto a peso y estatura, de manera de que no se sigan convirtiendo en verdaderos esqueletos con sublimes rostros. Y se tocó el tema de los patrones de perfección impuestos por las grandes transnacionales de los cosméticos, y de los concursos de belleza que exigen a las competidoras exhibirse sin retoques de ningún tipo, para lo cual se hace imprescindible la participación de verdaderos Sherlock Holmes descubriendo disecciones plásticas, y se mencionó la proliferación de naricitas a lo Michael Jackson (miren a Halle Berry, preciosa mulata que con Oscar y todo terminó optando por una de ellas).

Un tema a partir del artículo Actrices en los 40 en el que quedó claro la conveniencia de la cirugía plástica como eficaz vía encaminada a corregir todas aquellas imperfecciones que lo requieran, pero no como fórmula mágica para convertirse en seres de otros mundos encaprichados en impresionar al precio que sea (después de todo, la primera acepción de la palabra estética acuñada por los antiguos griegos tenía que ver más con la sensibilidad del producto que con su representación externa).

Pero ese es otro tema, me dice por teléfono una lectora, ya con media vida transitada, y me pregunta qué fue de Janina Martig, la top model suiza de 24 años y 1,72 metros de estatura que, en el 2006, se sometió a una operación de alargamiento quirúrgico de las piernas con el fin de ganar los tres centímetros que le faltaban para reunir los estándares internacionales de la moda.

—Si usted hasta escribió de ella —me refrescan la memoria.

Antes de entrar en el quirófano, las medidas de Janina eran impresionantes: 86 de busto, 60 de cintura y 90 de caderas. Sin embargo, le faltaban esos tres centímetros para considerarse una mujer perfecta y en pos de su captura no vaciló en reacondicionar huesos y cartílagos. La operación resultó tan cara y complicada como dolorosa ("muy dolorosa" recalcaron los propios médicos) y tras casi un mes de estarse recuperando, la muchacha, más que hablar de volver a las pasarelas, esperaba con ansias demacradas el día en que pudiera correr como lo hacía antes.

¿Qué se hizo de ella?

Le prometí a la lectora buscar pistas, pero solo encontré referencias de hace dos años, cuando el caso de Janina fue ampliamente divulgado en el mundo y se originó una polémica que se extendía al daño que están haciendo los implantadores comerciales de cánones de lindezas, principalmente entre jovencitas influidas por una propaganda empeñada en hacerles ver que para triunfar en la vida deben parecerse a estrellas del cine, de la música o de las pasarelas.

Simple ecuación: ¿para qué se necesita el cerebro (ese órgano tan poco fotogénico) cuando lo importante son las anatomías "espectaculares" que aparecen en las revistas de moda, exponentes sin igual (no obstante la anorexia) de un porvenir signado por la fama, el dinero y hasta los matrimonios de conveniencia?

En cuanto a Janina, mi querida lectora, no he encontrado nada más que el ruido mediático motivado por su espectacular operación hace dos años. Ojalá haya alcanzado finalmente su añorado 1,75 de estatura y siga paseándose feliz por las pasarelas.

Pero de ello, nada he encontrado hasta el momento.

 

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