Doris Lessing y Nadine Gordimer —ambas publicadas en nuestro país 
			hace algunas décadas— llevaron su visión de la realidad sudafricana 
			a la gran literatura, añadiendo ese toque femenino que concede a sus 
			obras la verosimilitud de lo íntimo como un recurso más para esa 
			denuncia donde el posible panfleto se disuelve en la carga 
			profundamente personalizada del conflicto colectivo.
			Tanto en Canta la hierba como en El conservador, 
			las dos novelas de Lessing y Gordimer, respectivamente, editadas en 
			Cuba, los profundos abismos sicológicos a los que se enfrentan los 
			personajes a causa del entorno despiadado de la discriminación 
			racial y la explotación del hombre blanco, resultan emotivas 
			rebeliones a las que el discurso femenino añade ese plus que rebasa 
			las limitaciones de cualquier esquema aristotélico.
			
			 Nadine 
			Gordimer.Nelson Mandela.
			"No hay donde ir, sino hacia adentro" ha dicho Doris Lessing 
			refiriéndose a su método de creación en el que la vida cotidiana 
			juega un papel fundamental para la identificación del lector al 
			recrear los perjuicios del macromundo sobre los destinos 
			individuales.
			Por su parte Gordimer aborda la realidad desde el punto de vista 
			del supuesto vencedor. El protagonista de su novela es un hombre 
			blanco que se ve, de pronto atrapado por las reglas de su propio 
			juego. Insensible a los argumentos de su amante izquierdista es, sin 
			embargo, derrotado en su propósito de despojar de lo que les 
			pertenece a los verdaderos dueños de una nación que sufrió uno de 
			los destinos más injustos de que se tenga memoria en la época 
			contemporánea.
			
			
			
Nelson 
			Mandela.
			Aunque inglesa de nacionalidad, Doris Lessing, reconocida con el 
			Premio Nobel en el 2008, nació en Irán y creció en el sur de 
			Rhodesia (actual Zimbabwe) de donde fue expulsada por sus críticas 
			al racismo. La novelista, nacida en 1919, no pertenece a ningún 
			partido político en la actualidad, pero muchos no dejan de 
			considerarla una militante de principios inclaudicables.
			A través de un personaje alter ego (Marta Quest), Lessing 
			es autora de una zaga donde se mezcla la exploración novelesca del 
			mundo interior de la mujer con la preocupación social.
			La autora de Canta la hierba y de una antología de relatos 
			aparecida en nuestro país con el título de El hormiguero (y 
			solo menciono la obra publicada en Cuba) es uno de esos raros casos 
			en el mercantilizado mundo editorial de hoy que no ha necesitado ni 
			de agentes literarios ni de maquinarias publicitarias para imponerse 
			desde su prolífica soledad. La noticia del otorgamiento del Nobel la 
			sorprendió haciendo compras en tiendas cercanas a su austera 
			vivienda londinense.
			"Como me crié en África del Sur (Rhodesia del Sur) —ha dicho— 
			parte de mi obra está ambientada en esa región; la prominencia de 
			los conflictos raciales allí existentes ha hecho inevitable que 
			escriba más sobre aquellos aspectos que reflejan la discriminación 
			racial sobre ningún otro".
			Su discurso de aceptación del Nobel, leído por su editor ya que 
			por razones de salud no pudo asistir a la ceremonia en Estocolmo, 
			fue calificado por algunas agencias de prensa como "desobediente", 
			simple y llanamente porque expuso razones como estas:
			
			Somos parte de una cultura fragmentadora, donde se cuestionan 
			nuestras certezas de apenas pocas décadas atrás y donde es común que 
			hombres y mujeres jóvenes con años de educación no sepan nada acerca 
			del mundo, no hayan leído nada, solo conozcan alguna especialidad y 
			ninguna otra, por ejemplo, las computadoras. 
			
			Somos parte de una época que se distingue por una sorprendente 
			inventiva, las computadoras y la Internet y la televisión, una 
			revolución. No es la primera revolución que nosotros, los humanos, 
			hemos abordado. La revolución de la imprenta, que no se produjo en 
			cuestión de décadas sino durante un lapso más prolongado, modificó 
			nuestras mentes y nuestra manera de pensar. Con la temeridad que nos 
			caracteriza, aceptamos todo, como siempre, sin preguntar jamás "¿Qué 
			nos va a pasar ahora con este invento de la imprenta?". Y así, 
			tampoco nos detuvimos ni un momento para averiguar de qué manera nos 
			modificaremos, nosotros y nuestras ideas, con la nueva Internet, que 
			ha seducido a toda una generación con sus necedades en tal medida 
			que incluso personas bastante razonables confesarán que una vez que 
			se han conectado es difícil despegarse y podrían descubrir que han 
			dedicado un día entero a navegar por blogs y a publicar textos 
			carentes de todo sentido, etc. 
			Hace poco tiempo, incluso las personas menos instruidas 
			respetaban el aprendizaje, la educación y otorgaban reconocimiento a 
			nuestras grandes obras literarias. (¼ ) Las personas mayores, cuando 
			hablan con los jóvenes, deben tener en cuenta el papel fundamental 
			que desempeñaba la lectura para la educación porque los jóvenes 
			saben mucho menos. Y si los niños no saben leer, es porque nunca han 
			leído.
			Todos conocemos esta triste historia. Pero no conocemos su 
			final. Recordemos el antiguo proverbio: "La lectura es 
			el alimento del alma" —y dejemos de lado los chistes relacionados 
			con los excesos en la comida—, la lectura alimenta el alma de 
			mujeres y hombres con información, con historia, con toda clase de 
			conocimientos.
			Por su parte, Gordimer (1923) también apela al conflicto humano 
			con una voz muy personal. Fue, además de una literata comprometida 
			con la causa, una tenaz activista política contra el apartheid. 
			Sudafricana de nacimiento, siempre se sintió sensibilizada por lo 
			que sucedía a su alrededor.
			"La gente —declaró en una ocasión— se siente escandalizada por la 
			brutalidad de la policía en el entierro de las víctimas de alguna 
			revuelta, pero la brutalidad no consiste solo en matar gente. Hay 
			otras formas de hacerles daño, de herirles, que se dan a diario".
			Esas otras formas, que no reflejaban los grandes medios de 
			comunicación, fueron las que dieron autenticidad a sus novelas y 
			finalmente la condujeron a la obtención del más alto galardón 
			universal de las letras en 1991.
			El aniversario 90 de uno de los grandes hombres de la historia 
			contemporánea, el luchador Nelson Mandela, también Premio Nobel de 
			la Paz, y la existencia de estas dos obras se conjugan para tender 
			las trampas a ese olvido en el que no debe caer lo sucedido hasta 
			hace muy poco al sur del continente africano.
			La lectura, como excelente opción para disfrutar del tiempo libre 
			de una manera que propicie el enriquecimiento espiritual, nos hace 
			recomendar la obra de estas dos mujeres no siempre reconocidas como 
			se merecen en este mundo donde las ventas y los best sellers 
			se privilegian por encima del verdadero valor literario.
			Nuestras bibliotecas son el lugar donde el lector podrá 
			tropezarse con estos libros aquí mencionados y quizás alguno más, lo 
			que no satisface la aspiración de que nuestras editoriales, dentro 
			de sus posibilidades, consideren una actualización de dos universos 
			narrativos imprescindibles para saber diferenciar la legitimidad de 
			la verdadera literatura, al margen de la parafernalia de la engañosa 
			publicidad de los mercados internacionales.