Luis Martínez Pedro

Diálogo íntimo con la naturaleza

TONI PIÑERA

Ese creador Que estuvo siempre tan cercano al mar, y para quien la pintura y el dibujo fueron motivo de sorpresa y de inicio, ha vuelto con nosotros por estos días para dialogar desde la exposición Luis Martínez Pedro: visión y oficio, abierta en la galería La Acacia (San José 114, entre Industria y Consulado, Centro Habana).

Aguas territoriales (1967).

Un día, el artista descubrió ciertas incitaciones para la aventura. Colores en mano, buscó entonces motivo en las anónimas representaciones míticas aborígenes y afro-hispánicas, alegorías sobre el amor, visiones situadas entre metafísica y sensualidad. Sumó criollísimo humor, armó líricos retratos, construyó paisajes de apuntes del natural, semblanzas de la lucha social¼

Tenues cromatismos aparecieron en las formas de ámbito marino que siempre despertaron la creatividad, y simbióticas imágenes nacidas de la relación del cuerpo de la mujer con el campo visual dejaban ver las múltiples posibilidades de hacer de Luis Martínez Pedro (La Habana, 1910-1989). Ese pintor en el que al decir de José Lezama Lima "hay una búsqueda incesante de formas y un incesante ocultamiento de esas formas".

Luis Martínez Pedro perteneció a la denominada segunda generación de pintores modernos cubanos, que surgió en la década de los años treinta como continuidad histórica de aquellos que rompieron con los métodos académicos e iniciaron el camino de encuentro entre la pintura nacional y una avanzada conciencia estética de cubanía. Un retrato pleno de su derrotero profesional trae a la luz poesía en sus percepciones, sentimientos y sueños más lejanos. Y, sobre todo, un diálogo íntimo con la naturaleza, esa que brilló en sus pupilas, como reflejo de una realidad que se acomodó y echó raíces en lo más fértil de su terreno creativo¼

Ahora se exponen una serie de dibujos pertenecientes a los fondos de la galería, así como algunas pinturas de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes, que tan gentilmente las prestó para sumarse de esta forma al homenaje del célebre artista cubano. En estos trabajos, como en toda su obra, el espectador podrá encontrar un caudal de motivaciones contemporáneas que estampó con talento en pinturas, diseños, dibujos, cerámicas¼ En ellos aunó métodos casi renacentistas, la libre mancha, el tramado de líneas, la profusión de matices y transparencias, la cuidada factura de los tonos, conjugándolas con un sinfín de sugerencias propias. Pero sobre todo, entre esas realizaciones pueden hallarse, como motivos centrales, una verdadera avalancha de elementos detectados en la naturaleza y devueltos al campo visual cuando ya han sido modificados, primero por su vista y luego por el conocimiento y la mano del dibujante. Son, en resumen, como transposiciones poéticas de lo visto a lo sentido, y de lo imaginado a la expresión.

La dialéctica de su trayectoria, que enlazó periodos de lírico naturalismo a otros, donde predominó la composición geométrica, y en la que ambos se fusionaron en series transicionales condicionó su afán por experimentar mediante las variaciones del mismo asunto, y obtener saltos que condensaron su personal visión de los aspectos de la realidad tratados.

Ya en los 60, y dedicado plenamente al trabajo artístico, el pintor asumió nuestra flora, la fauna, la mujer, el mar, y enriqueció su manera de traernos lo natural cubano, con esos nuevos impulsos que le brindó su entorno social e histórico.

En Martínez Pedro se renovó entonces el arte de ver. Se acercaron a sus costas artísticas las Aguas territoriales, una serie plena de simbolismos y de gran relevancia para el arte antillano. Allí está el mar en planos azules. Se sumarían a esta otras pinturas y dibujos que reunió bajo los títulos de Signos del mar y Otros signos del mar. "A mí las flores me fascinan. Fui pescador submarino y de superficie", dijo en una ocasión. "Me gustaban las cosas abstractas. Me cansé de las cosas geométricas y fui a las figurativas¼ ". Después vino la serie Ojos con los desnudos del mar donde relacionaba la ondulación de las olas y el contorno femenino con la línea que sigue la dirección fisiológica del movimiento del ojo.

Para el final quedaría algo que lo obsesionó en los últimos tiempos: La flora de Cuba. Era como un resumen de su amor por la naturaleza, esa que nunca lo abandonó en su obra. "Ahora pinto la flora de nuestro país¼ hasta que me aburra"¼ , dijo en una ocasión.

 

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