"El
verdadero hombre —dijo José Martí— no mira de qué lado se vive
mejor, sino de qué lado está el deber; y ése es el verdadero hombre
práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya
puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los
pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos,
sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del
deber."
Tan
hondos conceptos de principios de nuestro Héroe Nacional,
pronunciados a fines del siglo XIX tienen la extraordinaria virtud
de parecer escritos para un día como hoy, aniversario 55 del
glorioso asalto al cuartel Moncada del cual fuera él precisamente el
autor intelectual.
Fidel, al recordar estos principios martianos, explicó en el XX
Aniversario de la gesta del 26 de julio que "el cumplimiento de un
deber nos condujo a esta acción sin que nadie pensara en las glorias
y los honores de esa lucha". Que el porvenir estaba del lado del
deber, lo ha demostrado con creces la historia en estos 55 años.
Los sueños de Fidel y de quienes junto a él organizaron el
movimiento revolucionario; los sueños de Abel, de Renato, de
Tassende, de Gómez García, de todos los caídos en el Moncada y en el
duro camino de luchas recorrido por nuestro pueblo a partir de
aquella mañana de julio, son hoy la ley de nuestra Patria. Su
ejemplo y su mandato viven eternamente en el corazón de todo el
pueblo.
A la toma del futuro por asalto se lanzaron aquellos valientes de
la Generación del Centenario para que el porvenir de la nación y la
solución de sus problemas, como diría después Fidel en La
Historia me absolverá, no siguiera "dependiendo del interés de
una docena de financieros, de los fríos cálculos sobre ganancias que
tracen en sus despachos de aire acondicionado diez o doce magnates"
y para que el país no siguiera "de rodillas implorando los milagros
de unos cuantos becerros de oro que como aquel del Antiguo
Testamento que derribó la ira del profeta, no hacen milagros de
ninguna clase".
Se lanzaron al asalto del cuartel para conquistar una república
donde la primera ley, como quería Martí y como consta hoy en nuestra
Constitución socialista, fuera "el culto de los cubanos a la
dignidad plena del hombre".
La epopeya del Moncada está viva en los sentimientos de gratitud
de todos los cubanos, jóvenes y viejos como el acontecimiento que
desbrozó el camino a la insurrección armada y que dio comienzo a la
lucha que haría de nuestra tierra el escenario de la primera
Revolución socialista en el continente americano.
El Moncada fue el comienzo de un diálogo con el pueblo: con los
obreros y los campesinos, con los estudiantes y con los
intelectuales, con los hombres y mujeres que iban por la vida con un
fardo de miserias a la espalda y cuyo único descanso era la tumba.
La consecuencia de aquel diálogo fue el desencadenamiento de la
lucha final por la liberación nacional y la definitiva independencia
de Cuba.
Aquel 26 de julio de 1953 no representó el triunfo, pero sí abrió
el sendero que condujo a la victoria. Sin el Moncada, como ha dicho
Fidel, no habría existido el Granma, la lucha en la Sierra Maestra y
la victoria extraordinaria del Primero de Enero de 1959.
La historia —el gran juez de las acciones y las ideas de los
hombres— les dio la razón a los combatientes del Moncada: cinco
años, cinco meses, cinco días después del asalto, triunfó la
Revolución. Y ese triunfo significó la conquista de la soberanía
nacional, la recuperación de las esperanzas, la abolición de la
propiedad privada sobre los medios de producción, la eliminación de
las lacras del capitalismo —analfabetismo, desempleo, prostitución,
discriminación racial, mendicidad— la potestad sobre nuestro
destino, el privilegio de ser constructores de una sociedad más
justa.
Gracias a la gesta del Moncada la conciencia revolucionaria de
nuestro pueblo, la educación y la cultura política y económica de
las masas han alcanzado muy altos niveles y en medio de una
coyuntura nacional e internacional muy compleja, esa conciencia, esa
educación y esa cultura política y económica se ponen a prueba.
Somos hoy arquitectos de una nación libre e independiente y ese
privilegio representa responsabilidades y compromisos en el orden
interno e internacional. Y esas responsabilidades y compromisos
deben materializarse, desde el punto de vista interno, en el
esfuerzo y el trabajo cotidianos; y desde el punto de vista
internacional en nuestra solidaridad por los pueblos que luchan por
un futuro mejor, en nuestra lucha contra el guerrerismo imperialista
y por la paz.
Como nos dice una y otra vez Fidel en sus reflexiones tenemos un
compromiso con los objetivos universales del hombre y por eso
necesitamos la misma audacia y el mismo entusiasmo de los jóvenes
que un día, en magnífico desagravio, fueron a combatir e inmolarse
para que el Maestro siguiera viviendo en el alma de la Patria, para
dar a luz la chispa que encendería el fuego de la última batalla por
la definitiva liberación de nuestro pueblo.
Aquellos jóvenes "no están ni olvidados ni muertos: viven hoy más
que nunca¼ ".
¡Viva nuestro glorioso 26 de Julio!