Nuestra organización nace como una necesidad histórica de las
masas revolucionarias de Cuba de 1952.
El minuto histórico imponía métodos de lucha distintos, con
procedimientos nuevos acordes con la situación imperante en el país.
La vieja estructura de los partidos tradicionales era
incompatible con las necesidades de un movimiento revolucionario que
se proponía sacudir las entrañas mismas de la estructura social,
política y económica de la nación.
Nuestro movimiento tenía un carácter secreto y selectivo. Aquí
solo tenían cabida los hombres y mujeres honestos que no tuvieran
complicidad con el pasado.
Los militantes de nuestra organización estaban obligados a
guardar el más absoluto secreto de las actividades de la misma. Allí
no había cabida para los indiscretos, para los fantoches o para los
que jugaban a la revolución.
Por otro lado, a los militantes se les comunicaba, que en última
instancia se iba a combatir al régimen con las armas en la mano,
pero no se les decía cómo, cuándo ni dónde.
Nuestro movimiento era celular aunque las células no contaban con
número fijo de hombres. Había células en Guanajay, Artemisa y Pinar
del Río, así como en La Habana, en los distintos barrios, en
Madruga, Güines, Nueva Paz, Calabazar, Güira de Melena y en Colón,
Matanzas. En Oriente, nuestro contacto lo era el compañero Renato
Guitart, que fuera asesinado por los esbirros de Chaviano cerca de
la posta 3.
Cada célula tenía un jefe que era el responsable de la misma.
Cuando se hacían las prácticas de tiro en la Universidad o en la
finca "Los Palos", cerca de Nueva Paz, o en Pinar del Río, se
comunicaba la orden a los jefes de las células y ellos se encargaban
de llevar y traer a los compañeros con discreción. Jamás hubo un
error y nadie fue capturado en estos trajines. La coordinación y la
discreción de nuestros jefes fueron siempre absolutas, así como la
conducta de los militantes fue siempre magnífica.
La Dirección Nacional de nuestro Movimiento estaba compuesta por
un Comité Civil y otro Militar. El Jefe de la organización lo era
Fidel Castro Ruz, y el segundo Jefe Abel Santamaría Cuadrado.
Al Comité Civil pertenecían: Fidel Castro Ruz, Abel Santamaría
Cuadrado, Oscar Alcalde, Boris Luis Santa Coloma, Mario Muñoz y
Jesús Montané.
Al Comité Militar pertenecían: Fidel Castro Ruz, Abel Santamaría
Cuadrado, Pedro Miret, Ernesto Tizol, José Luis Tassende y Renato
Guitart.
Esa división se hacía con el objeto de separar las funciones de
la dirección y que cada cual solo conociera aquello que por la
índole de su cargo debiera conocer.
A pesar de la integridad revolucionaria y de la discreción de los
miembros de la Dirección, esta división de las funciones era
absolutamente necesaria para asegurar el secreto de la operación.
Nosotros recordamos con precisión la tónica de nuestras
reuniones. Todos los fines de semana se reunían la Dirección del
Movimiento y los compañeros Fidel y Abel ejercían una severa pero
justa crítica sobre las actividades de los miembros de la misma.
También, cuando era necesario, se criticaban fuertemente sobre
algún error cometido.
Este estilo de trabajo nos dio magníficos resultados. A medida
que transcurría el tiempo la organización se iba ajustando y cada
vez la coordinación era mayor en aquel novel grupo que por primera
vez en su vida se enfrentaba a la experiencia más formidable de
nuestra vida republicana.
La figura de Abel ejerciendo una crítica fuerte sobre nuestros
errores aún nos pone rubor en las mejillas. Abel era generoso,
humano, pero intolerante ante la chapucería en el trabajo o la
irresponsabilidad. Nos decía: "Mira, Cano, como cariñosamente nos
llamaba, tienes que poner mayor interés en el trabajo
revolucionario. A la Patria hay que servirla plenamente y no a
medias. Nuestra responsabilidad con el pueblo, con la posteridad, es
muy grande y tú no puedes quedarte rezagado en esta lucha que
emprendemos. Tienes que ser de los primeros, porque juntos hemos
iniciado esta tarea, y juntos también hemos de terminarla".
También viene a mi memoria, con perfiles firmísimos, las críticas
que le hacíamos a Boris, que había ingresado en la Dirección del
Movimiento después del 27 de noviembre de 1952 y, por lo tanto,
había sido uno de los últimos en integrarla, y por lo que no estaba
familiarizado con nuestro estilo de trabajo, en relación a que él
mismo, a veces se comprometía con tareas que por la magnitud de las
mismas era imposible cumplirlas en el tiempo que él mismo se fijaba.
No obstante poseer un carácter fuerte, vehemente, Boris admitía
las críticas con una humildad que nos desarmaba a todos.
En el transcurso de la lucha se fue forjando, ganando en
disciplina y terminó siendo uno de nuestros mejores cuadros
revolucionarios.
Esos compañeros entendían la crítica como un método certero para
superar los errores y cuando se hacían la autocrítica era para
liquidar definitivamente el error cometido y jamás reincidir en él.
Y si a los miembros de la Dirección se les exigía disciplina
revolucionaria, también en forma similar se les exigía a los
militantes.
En cierta ocasión, Fidel tuvo que llamar a contar a un miembro de
la organización que comenzaba a hacerse adicto a las bebidas
alcohólicas. Ese compañero fue separado provisionalmente de la
organización como castigo y se le señaló que hasta que no abandonara
ese despreciable hábito no sería reingresado.
Aquel compañero, con gran modestia y dolor, admitió su error y no
solo lo superó, sino que en el asalto al Cuartel Moncada, fue uno de
nuestros combatientes más sobresalientes, ofrendando su preciosa
vida a la causa sagrada de la Revolución cubana.
En nuestro Movimiento estaba absolutamente prohibido ingerir
bebidas alcohólicas. No podía ser militante quien tuviera ese
malsano hábito.
La vida de aquellos revolucionarios estaba presidida por la
austeridad y la moralidad más absolutas.
Abel siempre nos decía que para ser verdaderos revolucionarios
había que empezar por tener una moralidad acrisolada, y era aún más
severo cuando se dirigía a nuestras compañeras. Les decía: "Con los
prejuicios que aún quedan en mucha gente, la mujer revolucionaria
debe ser muy exigente con ella misma. Debe mantener la moral más
alta que nunca, porque son ustedes las primeras de un gran
movimiento revolucionario y por el ejemplo de ustedes las demás
mujeres van a determinar su incorporación o no a la lucha armada".
Ese era sencillamente el estilo de trabajo de los forjadores de
la victoria moral que representó el asalto al cuartel Moncada y de
Bayamo.