Otra cara para la película del sábado

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Aplaudida por un tipo de espectador que a lo largo de los años maduró gustos "desconectantes" gracias a la reiteración de un cine amparado en la violencia gratuita y las emociones exacerbadas, La película del sábado perfila desde hace un tiempito una nueva imagen, sin que en el intento haya ocurrido la pronosticada revuelta de los incondicionales.

La española El orfanato, magistral actuación de Belén Rueda en un drama de terror donde el factor del miedo ante la posible pérdida de un ser querido se engarza perfectamente con los elementos fantásticos.

Será difícil, sin embargo, borrar la carga sociológica dejada en el imaginario de muchos, e incluso en la literatura y en el arte, por esa Película del sábado tan criticada en congresos, talleres, Caracoles de la UNEAC y otros eventos, donde se arrojaron luces acerca de un gusto conformado por casi tres décadas de no buscarse fórmulas cambiantes frente al concepto de ofrecerle a una vasta y tipificada audiencia, lo que esperaba recibir ese día y a esa hora.

Antes de tener lugar la transformación de los últimos meses, no pocos puntuales de La película del sábado, crecidos en su estatura cinematográfica, daban muestras de aburrimiento por el "más de lo mismo" que por lo general seguían recibiendo, mientras otros fieles continuaban complaciéndose con los suspensos de tercera y cuarta categorías; esos donde una y otra vez el villano que creíamos bien muerto resucita en los minutos finales del metraje (¡ay, inspiradora Atracción fatal de los años ochenta!) para cuchillo en mano darle la última espantada al pobre protagonista).

La fórmula para ir transformando lo que parecía un gusto inamovible no ha sido otra que la calidad, exhibir filmes de calidad al precio que sea. Y si bien no han faltado en las más recientes entregas aspectos tan apreciados por el tradicional público de los sábados como la violencia y el terror, habría que convenir que esos elementos se sustentan en un tratamiento artístico incuestionable, incluso dentro de las coordenadas más exigentes del llamado cine comercial.

Cito solo las dos últimas entregas: El valle de las sombras, revelador suspenso bélico de Paul Haggis sobre la nefasta escala de valores prevalecientes en el ejército norteamericano, y la última, la misteriosa El orfanato, ópera prima del español Juan Antonio Bayona, una de las películas más taquilleras de sus país en los últimos tiempos, aplaudida en Cannes, nominada al Oscar, ganadora de varios premios Goya de este año, y ya bajo la mirilla del cine norteamericano para comprarle los derechos y filmar el clásico remake con actores de Hollywood.

Ha estado primando la inteligencia en la selección de esas películas capaces de satisfacer todos los gustos y al mismo tiempo dar fe de una calidad muy superior a lo que se venía programando. Pero pensar que ya se ganó la pelea por La película del sábado es dormirse en los laureles. Esos filmes, en sus nuevos retos de alzar el listón del gusto, necesitan una buena promoción para que el televidente sepa del producto de calidad con el que se topará y gradualmente establezca relaciones imprescindibles.

Dentro de la programación de verano, en los dos últimos espacios del dinámico Usted verá, encaminado a promover lo que se verá al día siguiente, no se dijo nada en sus ediciones del viernes de las dos películas anteriormente mencionadas. Y Mediodía en tv, en lo concerniente al cine (para no entrar en otros temas), sigue siendo una retahíla de títulos sin ninguna prioridad de lo que vale más sobre lo que vale menos.

De esa manera, un espectador poco informado no puede establecer diferencias entre un filme de choque de carros y cuarenta trompadas por minutos, filmado por un perfecto desconocido, y otro de los buenos títulos del ahora mismo que, gracias a la programación televisual, llega a millones de espectadores.

Cambia finalmente, y para bien, La película del sábado.

Pero no la dejemos sola.

 

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