Sin embargo, esto es más profundo, pues se fueron articulando
determinadas condiciones en la superestructura de enorme importancia
para desarrollar un proceso de transformación social.
La ruptura del régimen jurídico por Fulgencio Batista obligó a
que esos caminos llevaran a la insurrección. Recuérdese que en
nuestro país la lucha contra la tiranía se desarrolló en defensa de
la Constitución de la República, la que teníamos como bandera. Fidel
presentó una denuncia ante los tribunales sobre el golpe de estado
para que se condenase a los infractores de la ley que habían
cometido un gravísimo delito. Tal denuncia no tendría un efecto
inmediato, pero significaba un extraordinario paso de avance, en
tanto hizo evidente el señalamiento público de la ilegalidad de la
dictadura y de su proceder.
Desde luego, esto tenía fundamentos en la tradición jurídica
cubana y se ejemplifica de manera muy evidente en dos momentos del
periodo neocolonial (1902-1959), me refiero a los dos gobiernos que
de manera clara y descarnada violentaron la Constitución e
instauraron una tiranía: el de Gerardo Machado (1926 a 1933 con la
prórroga de poderes), y el de Fulgencio Batista (1952 a 1959), con
su golpe de estado. Ambos terminaron generando procesos
revolucionarios radicales que tuvieron como punto de partida luchar
contra el quebrantamiento de la ley. El rechazo a los gobiernos
tiránicos estaba en la médula de la cultura jurídica cubana.
En 1953, Fidel y los moncadistas proclamaron los principios
jurídicos de la nación cubana y denunciaron a los que habían
pisoteado el sistema legal del país. Aquí habría que destacar que
Fidel ha sido, por educación y fundamentos éticos, defensor de la
institucionalidad y de los principios del Derecho. Sería muy útil
investigar y estudiar la historia de la tradición jurídica cubana y
dentro de ella también la de Fidel. Porque desde los tiempos en que
aspiraba a ser elegido como representante al Parlamento antes de
1952, concibió proponer una legislación complementaria a la
Constitución de 1940, para hacer efectiva la disposición que
establecía la abolición del latifundio.
En su alegato de autodefensa La historia me absolverá, el
líder de la Revolución presentó un programa revolucionario en el que
estaban contenidos elementos esenciales de esta cultura jurídica de
la nación cubana. Allí incluso está presente la defensa del derecho
del pueblo a la resistencia que se consagraba en el texto
constitucional, y fue este el punto de partida del proceso
revolucionario y de su radicalización ulterior.
No ha sido suficientemente divulgado que el mismo Primero de
Enero de 1959, en horas de la mañana, el Tribunal Supremo de
Justicia entonces vigente fue convocado a sesión por su presidente
en funciones y acordó el reconocimiento del hecho revolucionario
producido en el país, considerándolo como fuente de Derecho, y
reconociendo la designación del presidente provisional de la
República nombrado por la Revolución.
La Revolución, que en 1961 proclamó su carácter socialista,
rebasó el marco de la Constitución de 1940. Deben los juristas
promover investigaciones de Derecho comparado entre ese texto legal
y otros de su época para que se pueda apreciar mejor su enorme
importancia. Después del triunfo de la Revolución, los principios de
la Constitución del 40 se recogieron en lo esencial, y en nuevas
condiciones, en la Ley Fundamental de la República dictada en 1959.
Ya en los primeros meses de 1959 se elaboró y aprobó la primera y
fundamental legislación de la revolución que fue la Reforma Agraria
y, por tanto, se dispuso por ley la extinción del latifundio.
La Primera y Segunda Declaraciones de La Habana (2 de septiembre
de 1960 y 4 de febrero de 1962, respectivamente) fueron aprobadas
por el pueblo en asamblea pública reunida en la Plaza de la
Revolución. El Tribunal Supremo declaró que estos documentos eran
fuente de derecho. Más adelante se produjo un proceso que culminó
con el Primer Congreso del Partido y la aprobación, por la vía
democrática y el plebiscito popular, de la Constitución de 1976.
En esa Constitución se consagra una nueva forma de democracia que
contempla la más amplia participación popular en el análisis de los
problemas y la búsqueda de soluciones.
La tradición del país subraya la necesidad de hallar formas de
acción política y movilización social que resulten eficaces para la
materialización de nuestros objetivos económicos, políticos y
sociales. Ello se vincula directamente con alcanzar no solo la
invulnerabilidad militar y económica, sino también en el terreno
ideológico. Para ello contamos con una cultura de hacer política, la
de unir para vencer, que constituye el aporte original de la
tradición intelectual que heredó y recreó Fidel.
Cuando hubo ciertas piruetas del enemigo para atacar nuestra
Constitución socialista, Fidel convocó al pueblo y en un acto
jurídico sin precedente el pueblo cubano depositó en las urnas su
afiliación inequívoca al socialismo. De modo que esta irrenunciable
vocación se reafirmó a través de un referendo popular.
La juridicidad está contenida en el Programa de Partido y se
plasma en la Constitución de 1976 con sus ulteriores modificaciones.
Las organizaciones de masas y los órganos del Poder Popular podrán
ayudar a la educación política de la nación, y lo harán con mayor
efectividad si desde la base hasta la cúspide constituimos grupos de
trabajo con representantes de la comunidad, de la escuela, de la
familia y de los medios masivos para promover la lucha ideológica de
manera articulada, tanto de forma vertical como horizontal; es
decir, desde la base hasta la cúspide.
Hay algunos ejemplos concretos de la vida nacional e
internacional que muestran la importancia política inmediata de la
juridicidad. La batalla por el regreso del niño Elián se ganó porque
se libró enarbolando la bandera del Derecho y con ella se obtuvo el
apoyo de amplios sectores en Estados Unidos. También el Derecho es
un arma en la lucha contra el terrorismo, en particular para
promover las acciones que denuncien la hipocresía y el cinismo de la
actual administración en el caso de Posada Carriles y su pandilla de
una parte y el trato cruel y arbitrario jurídicamente que se da a
nuestros Cinco Héroes, por otra.
La ruptura del orden jurídico internacional y el desprecio por
las más elementales normas de la ética por parte del imperialismo y
sus aliados están en el trasfondo de los graves problemas que hoy
enfrenta la humanidad. Está en peligro la propia existencia del
género debido a los problemas climáticos, el crecimiento del
armamentismo, la crisis alimentaria y tantos y tantos más, los
cuales muestran una realidad que solo puede caracterizarse como el
caos y el desorden, por tanto, se requiere para afrontarlos la
juridicidad sobre profundos fundamentos éticos, proyección y alcance
universales.
En nuestra patria latinoamericana y caribeña, los acontecimientos
que tienen lugar en Venezuela han puesto de manifiesto, una vez más,
la enorme importancia de la juridicidad en la vida política de las
naciones. Asimismo, en Bolivia la lucha por hacer avanzar ese
proceso pasa actualmente por la aprobación de una nueva Carta Magna
que respalde jurídicamente la refundación del país. En Ecuador, tras
la victoria del Presidente Correa se inició también el proceso para
elegir a una Asamblea Constituyente que estableciera nuevas bases al
sistema político del país. Históricamente, han sido siempre la
contrarrevolución y las clases reaccionarias de América Latina las
que se han colocado al margen de la legalidad y, sin embargo, han
pretendido presentarse, cínicamente, con las banderas del Derecho.
De ahí la importancia de asumir en este continente la defensa de
una tradición jurídica que consagre los derechos de los pueblos y de
sus instituciones.
De la dilatada historia de la sociedad humana podemos extraer,
como conclusión, que no hay civilización que haya nacido, crecido y
fortalecido sin el apoyo de un régimen de Derecho. No hubiera
existido civilización esclavista romana sin el Derecho romano.
Tampoco existiría civilización capitalista sin el sistema de Derecho
que le sirve de sustento. No habrá socialismo en Cuba ni en ninguna
parte sin que el sostén de la ley se corresponda con sus exigencias.
En las actuales condiciones, la defensa de la Ley y del Derecho
se ha convertido en la clave necesaria para abrir vías a un cambio
social y para defender la propia existencia de la humanidad.