Cuba en la historia olímpica (2)
Tokio 1964, despertar de una nueva etapa, con
Enrique Figuerola. Cuatro plateadas en México 1968. Primeras de oro
en boxeo, en Munich 1972, y en atletismo, en Montreal 1976, época de
colosos como Stevenson y Juantorena
ENRIQUE MONTESINOS
montesinos@granma.cip.cu
Cuando escribimos acerca de Cuba en la historia olímpica no se
trata de un mero ejercicio chovinista en los umbrales de una de las
magnas citas cuatrienales.
Teófilo
ganó por KO en Munich’72 y Montreal’76 y por decisión en Moscú’80.
Está plenamente justificado transmitir a las más jóvenes
generaciones —aunque sea en apretada síntesis— las formidables
actuaciones en ese exigente nivel, valederas para la conquista de
170 medallas, incluidas 65 de campeones.
Si brillantes bólidos como José Pepe Barrientos y Rafael
Fortún no pudieron, Enrique Figuerola sí consiguió llegar al podio
olímpico como pionero del atletismo cubano.
No llegó a los XVIII Juegos Olímpicos de Tokio 1964 como gran
estrella, pero sí como un peligroso rival de cualquier favorito,
pues el santiaguero ex jugador de béisbol había sentado credenciales
en los Panamericanos de Chicago 1959 (bronce), en los Juegos
Olímpicos de Roma 1960 (cuarto) y como campeón en los Panamericanos
de San Pablo 1963.
Juantorena
“asfixió” a sus rivales en su doblete inédito de Montreal.
En la capital japonesa, Robert Bob Hayes, fornido gigantón
de Estados Unidos, venció con 10 segundos exactos, récord mundial
igualado, más Figuerola, arrancador nato, partió primero y no pudo
ser alcanzado por nadie más, honrándose como el primer medallista
histórico del atletismo cubano y de todo el deporte nacional en la
etapa revolucionaria iniciada en enero de 1959.
A esos Juegos, primeros en el continente asiático, asistieron 27
cubanos en remo, pesas, esgrima, boxeo y atletismo, destacándose
también Miguelina Cobián, quinto lugar en 200 metros.
El
disparo de 68.40 de la Colón fue demoledor.
Cuatro años antes, en Roma, compitieron 12 especialistas de
esgrima, natación, gimnasia, pesas, lucha y boxeo, sin ningún
premio, como tampoco lo hubo en Helsinki 1952, XV Juegos, con 29
deportistas (de nuevo, los De Cárdenas, cuarto lugar, en velas), ni
en Melbourne 1956, XVI Juegos, los iniciales en Oceanía, hasta donde
fueron 16 deportistas, con nuevo destaque para la familia De
Cárdenas, por su sexto lugar, ahora con Carlos padre y el hijo
Jorge.
De ese modo, la participación olímpica prerrevolucionaria
concluyó con las cinco de oro de los esgrimistas, tres de ellas a
cargo de Ramón Fonst, en 1900 (1) y 1904 (2).
ATLETISMO SIGUiÓ EN ALZA
La XIX edición en Ciudad México 1968, primera y única en América
Latina (ojalá tengamos la segunda en Río de Janeiro 2016) marcó la
continuación del desarrollo del deporte cubano.
En medio de hitos como los de Enriqueta Basilio, mujer pionera
portadora del fuego, los legendarios saltos de Robert Beamon (8.90
en longitud), el debut del estilo de espalda en el salto de altura
por parte de Dick Fosbury, o el puño en alto, de los bólidos negros,
contra la discriminación en EE.UU., los relevos cortos del atletismo
legaron memorables medallas plateadas, consagración de curtidos como
Figuerola y Miguelina, así como la revelación de Pablo Montes (ex
futbolista, adicionalmente cuarto lugar individual), Hermes Ramírez
(monarca de los Juegos Escolares, cantera escogida para desarrollar
el deporte), Juan Morales (los vallistas colaborando), así como
Fulgencia Romay, Marlene Elejalde y Violeta Quesada.
Los boxeadores, con un solitario representante en Roma y seis en
Tokio, dieron credenciales de su potencia con otras dos plateadas, a
cargo de Rolando Garbey y Enrique Regüeiferos, precursores del podio
en el deporte de los puños.
PÚGILES, PRIMEROS CAMPEONES
Después de los acercamientos mencionados, el primer campeón de la
etapa revolucionaria llegó por intermedio de Orlando Martínez, 54 kg,
quien fundó la nueva dinastía de los dorados, en Munich 1972.
El boxeo cubano trascendió allí por la apoteosis de dos campeones
más, Emilio Correa (67 kg) y Teófilo Stevenson (más de 81), este
galardonado además con la Copa Val Baker, para el más brillante.
Gilberto Carrillo (81), con su plateada, y Douglas Rodríguez (51),
bronce, redondearon la primera gran cosecha pugilística.
En el recordado estadio con techo de vidrio el atletismo
proporcionó dos bronceadas gracias a la velocista Silvia Chivás y al
relevo corto que ella misma cerró de vértigo después de Carmen Laura
Valdés, y las repitentes Elejalde y Romay, mientras que el equipo
masculino de baloncesto, ganador de Estados Unidos en los
Panamericanos de Cali 1971, se convirtió en otra leyenda tras
conquistar un bronce histórico nada menos que frente a Italia, con
el delirio de un 66-65.
En resumen, total prometedor de ocho medallas (3-1-4), en tres
deportes, y el lugar 14 en la tabla final por países. 140
deportistas nos representaron en esos XX Juegos.
LA ERA DE STEVENSON Y JUANTORENA
Muchas actuaciones descollantes pueden ser incluidas en cualquier
evocación de la presencia olímpica cubana durante la década de los
años 70, mas imperecederas resultaron las realizadas por el púgil
Teófilo Stevenson y el corredor Alberto Juantorena.
Después de Munich, Teo batió inobjetablemente a todos sus rivales
de los pesos máximos en Montreal 1976 y Moscú 1980, para igualar las
tres coronas consecutivas del húngaro Lazlo Papp, aunque inédito en
una misma división.
Lo de Juantorena en Montreal fue como una bomba atómica en el
mundo olímpico y del atletismo en particular. Cuba no había tenido
un campeón en ese añejo deporte y de pronto se apareció con un
"Caballo" conquistador del oro en los 800 metros con un trepidante
récord mundial de 1:43.50 y por si fuera poco, bajo la tutela del
preparador polaco Sigmund Zabierzowski, "se engulló" también el oro
en los 400 (43.26 sobresaliente), para una dupleta que resulta todo
un mito, por la absoluta ausencia de predecesores como de ulteriores
aspirantes.
También en Montreal pasó a la historia el Uchi Mata de Héctor
Rodríguez (63 kg) que, no obstante sus dañadas costillas, lo
convirtió en el primer campeón cubano de judo.
Y los boxeadores continuarían galanteando con la gloria. Junto a
Teófilo se "doraron" Jorgito Hernández (48) y Ángel Herrera (57).
Metales plateados para Ramón Duvalón (51), Andrés Aldama (63.5) y
Sixto Soria (81); bronceados: Rolando Garbey (71) y Luis F. Martínez
(75).
El voleibol masculino —en la senda del baloncesto—, se adjudicó
un preciado tercer lugar y en esos XXI Juegos, Cuba alcanzó a
penetrar los 10 primeros países del medallero, octava, con premios
en cuatro deportes: 6-4-3=13.
UN CUARTO MOSCOVITA
No obstante el boicot liderado por Estados Unidos a los XXII
Juegos de Moscú 1980, serán siempre recordadas hazañas universales
como las de María Caridad Colón en jabalina (récord de 68.40),
primera mujer titular latinoamericana; de Daniel Núñez (56 kg),
quien abrió el expediente magistral de las pesas (Alberto Blanco
añadió bronce), o el cómputo espléndido de 10 medallas (6-2-2), a
cargo del pugilismo.
Oro para Bautista Hernández (54), por segunda vez Ángel Herrera
(60), Andrés Aldama (67), Armando Martínez (71), José Gómez (75) y
Stevenson.
Alejandro Casañas, segunda consecutiva de plata en 110 con
vallas, y también destacaron en el atletismo el bólido Silvio
Leonard, subcampeón de 100 m y el discóbolo Luis M. Delís, bronce.
El judo siguió en alza con tres plateadas de Isaac Azcuy, Juan
Ferrer Lahera y Rafael Rodríguez, mientras el tiro matriculó como el
quinto deporte aportador, gracias al bronce del escopetero Roberto
Castrillo en el skeet, para un digno cuarto lugar por medallas, con
20 (8-7-5). (Continuará) |