Lecturas a diario

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

No hay que apelar necesariamente a instrumentos estadísticos de medición para saber que los hábitos de lectura de los cubanos han ido cambiando en los últimos tiempos, aun cuando todavía estemos a buena distancia de contar con una sociedad de lectores consuetudinarios.

Compartamos tres observaciones: en autobuses y paradas, en las antesalas de hospitales y policlínicos, cada vez son más las personas que llevan un libro para que ese tiempo muerto de espera y traslado se convierta en tiempo útil. En esta época estival, no son pocos los que incluyen en la mochila de playa y campismo el ejemplar de una novela o un tomo de versos para compartir con los amigos. Los bibliotecarios dan otra prueba: la dinámica creciente de los clubes Minerva y de la exigencia de sus miembros a lo largo del país.

Pero la mayor de todas las evidencias está en la avidez con que en ciudades grandes y pequeñas, ante la convocatoria de ferias y eventos especiales, no dejan de venderse apreciables cantidades de libros y no solo las novedades editoriales.

Y es que a lo largo de esta década se ha ido diseñando un nuevo escenario para el contacto múltiple y masivo del lector con el libro. En un primer escalón se halla el sistema de eventos del Instituto Cubano del Libro, con la Feria Internacional de cada año como locomotora de un tren que hala parejo a las jornadas de Lecturas en el Verano y en el Prado, las Noches de los Libros, el Festival Universitario del Libro y al Lectura (FULL), las Ferias en la Montaña, los Sábados del Libro, la apertura de cafés literarios y las tertulias temáticas en librerías.

Algunos, con ciertas razones, han pensado en que tantas iniciativas pueden llevar a la rutina y el desgaste. Esto sería así de orientarse mecánicamente la promoción de la lectura, a partir de actos formales y repetitivos y sin tomar en cuenta los intereses del lector. Afortunadamente la tendencia pasa no solo por consolidar estos espacios, sino dotarlos de significaciones particulares.

Un buen ejemplo de cómo el gancho para atraer lectores no pasa obligadamente por la novedad editorial se tuvo en la última Noche de los Libros, cuando un nutrido público se concentró en el Centro Cultural del ICAIC para apreciar un panorama de autores norteamericanos que representan la cara contestataria del sistema. Sus obras estaban en librerías; lo nuevo fue el enfoque temático que permitió descubrir el acceso a un cuerpo narrativo revelador.

También debe tenerse en consideración la concepción abierta e inclusiva de las opciones que se han implementado, y la integración de la UJC y las organizaciones estudiantiles, la colaboración de la UNEAC, la Asociación Hermanos Saíz y la Sociedad Cultural José Martí, el apoyo de los medios de comunicación, la comunidad de intereses entre libreros y bibliotecarios, y la participación de los propios lectores como entes activos en el proceso de promoción.

Ahora bien, la tendencia no determina ni asegura la solvencia de todas y cada una de las acciones promocionales ni se traduce inequívocamente en la calidad de la lectura.

Entre los factores que podrían influir en ese salto cualitativo están la familia y la escuela. El hábito de leer a diario no puede asociarse únicamente a las necesidades curriculares ni debe dejarse tan solo a la elección espontánea. El maestro tiene que ser, al igual que los padres y familiares del niño y el adolescente, uno de los máximos inductores de la lectura. Pero primero tiene que ser él mismo un buen lector, pues no guía quien no lee. Lamentablemente el hábito de la lectura no está suficientemente enraizado en todos los docentes. En los propios días del FULL pudimos comprobar estas sensibles carencias.

Y en casa, ¿se ha puesto a pensar usted cuánto beneficio reportaría una tertulia familiar sobre tal novela, tal poema o tal artículo en la prensa, ganada a una hora tan siquiera de la televisión?

 

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