Así,
el 16 de abril de 1961, nuestra clase obrera, cuando marchaba a
enterrar a sus muertos con los rifles en alto, vísperas de la
invasión, proclamó el carácter socialista de nuestra Revolución y en
su nombre combatió y derramó su sangre, y todo un pueblo estuvo
dispuesto a morir (APLAUSOS). Un decisivo salto en la conciencia
política se había producido desde el 26 de Julio de 1953. Ninguna
victoria moral pudiera compararse a esta en el glorioso camino de
nuestra Revolución. Porque ningún pueblo en América había sido
sometido por el imperialismo a un proceso tan intenso de
adoctrinamiento reaccionario, de destrucción de la nacionalidad y
sus valores históricos; a ninguno se le deformó tanto durante medio
siglo. Y he aquí que ese pueblo se yergue como un gigante moral ante
sus opresores históricos y barre en unos pocos años toda aquella
lacra ideológica y toda la inmundicia del maccarthismo y el
anticomunismo (APLAUSOS).
En la lucha aprendió a conocer a sus enemigos de clase internos y
externos y en ella conoció a sus verdaderos aliados externos e
internos. Frente al sabotaje de La Coubre y al embargo de armas de
procedencia capitalista cuando más las necesitábamos, al criminal
bloqueo económico de Estados Unidos y el aislamiento decretado por
los gobiernos latinoamericanos a las órdenes del imperialismo yanki,
solo del campo socialista, desde la gran patria de Lenin, se
extendió la mano amiga y generosa (APLAUSOS); de allí nos vinieron
armas, petróleo, trigo, maquinaria y materias primas; allí surgieron
los mercados para nuestros productos boicoteados; de allí,
recorriendo 10 000 kilómetros, llegaron las naves surcando los
mares; de allí nos llegó la solidaridad internacionalista y el apoyo
fraternal.
Bien poco quedaba en pie de todas las mentiras, la odiosa
hipocresía, la humillante omnipotencia yanki en nuestra tierra, como
no quedaba nada en pie de sus bancos, sus minas, sus fábricas, sus
inmensos latifundios, sus todopoderosas empresas de servicio
público, porque golpe por golpe frente a la agresión y el bloqueo
fueron nacionalizadas todas (APLAUSOS).
En el programa del Moncada, que con toda claridad expusimos ante
el tribunal que nos juzgó, estaba el germen de todo el desarrollo
ulterior de la Revolución. Su lectura cuidadosa evidencia que nos
apartábamos ya por completo de la concepción capitalista del
desarrollo económico y social.
Como hemos dicho otras veces, aquel programa encerraba el máximo
de objetivos revolucionarios y económicos que en aquel entonces se
podía plantear, por el nivel político de las masas y la correlación
nacional e internacional de fuerzas. Pero su aplicación consecuente
nos conduciría a los caminos que hoy transitamos. Nosotros
confiábamos plenamente en las leyes de la historia y en la energía
sin límite de un pueblo liberado.