Por
primera vez el obrero, el campesino, el estudiante, las capas más
humildes del pueblo, ascendían a lugares cimeros de la vida
nacional. El poder revolucionario era su poder, el Estado era su
Estado, el soldado era su soldado porque él mismo se convirtió en
soldado (APLAUSOS); el rifle su rifle, el cañón su cañón, el tanque
su tanque, la autoridad su autoridad, porque él era la autoridad.
Ningún ser humano volvería jamás a sufrir humillación por el color
de su piel; ninguna mujer tendría que prostituirse para ganarse el
pan; ningún ciudadano tendría que pedir limosna; ningún anciano
quedaría en el desamparo; ningún hombre sin trabajo; ningún enfermo
sin asistencia; ningún niño sin escuela; ningunos ojos sin saber
leer; ninguna mano sin saber escribir (APLAUSOS).
Lo que la Revolución significó desde el primer instante para el
decoro del hombre, lo que significó en el orden moral fue tanto o
más que lo que significaron los beneficios materiales.
La conciencia de clase se desarrolló en forma inusitada. Bien
pronto los obreros, los campesinos, los estudiantes, los
intelectuales revolucionarios, tuvieron que empuñar las armas para
defender sus conquistas frente al enemigo imperialista y sus
cómplices reaccionarios; bien pronto tuvieron que derramar su sangre
generosa luchando contra la CIA y los bandidos; bien pronto tuvieron
que ponerse todos en pie de guerra frente al peligro exterior; bien
pronto tuvieron que combatir en las costas de Girón y de Playa Larga
contra los invasores mercenarios (APLAUSOS).
¡Ah!, pero ya entonces las clases explotadas habían abierto los
ojos a la realidad, habían encontrado al fin su propia ideología que
no era ya la de los burgueses, terratenientes y demás explotadores,
sino la ideología revolucionaria del proletariado, el
marxismo-leninismo (APLAUSOS). Y el capitalismo desapareció en Cuba.
Haber derramado la sangre del Moncada y de miles de cubanos más para
mantener el capitalismo, habría sido sencillamente un crimen
(APLAUSOS).