Si los resultados en los Juegos de Beijing 2008 tuvieran relación
directa con las posiciones en las listas mundiales, el atletismo
cubano pudiera alcanzar hoy entre cinco y ocho medallas olímpicas y
tendría a 13 finalistas entre los ocho mejores del planeta.
Dichas listas, que ordenan todos los resultados conseguidos en
cada rincón del orbe, resultan de gran valor para medir y comparar
la marcha de la preparación, pero en modo alguno constituyen una
certeza de que esas mismas ubicaciones se mantendrán en la
competencia cumbre.
Para cualquier país resulta satisfactorio tener a sus estelares
entre los primeros del mundo, pues no solo indica que realiza una
buena selección de talentos y que cuenta con entrenadores
calificados, entre otros aspectos, sino que también posee
potencialidad para imponer su clase en cualquier arena.
Mas las relaciones recogen los resultados en una gama de
situaciones competitivas. Con mayor o menor aire a favor o en
contra, con más o menos altura sobre el nivel del mar, con
diferentes temperaturas, públicos, jueces; escenarios más o menos
cómodos...
Todo eso crea diferencias inmedibles. Algunas veces se trata de
resultados hasta de pruebas de control, donde no hay aficionados. En
otras hay público, pero es el incondicional y no hay rivales que te
"alteren los nervios".
En certámenes como el de los Juegos Olímpicos las condiciones son
parejas para todos: igual aire, altura, frío o calor, público...
Y no se trata de competir una sola vez y ya, como sucede a lo
largo del año.
Uno de los contrastes mayores radica en que es preciso combatir,
por lo menos, tres veces para llegar a la final y en ese trayecto,
además del reto que significa a la preparación física, siempre hay
por medio noches que se convierten en placenteras y de recuperación,
o de insomnio y pérdida de descanso, según el temperamento y la
preparación sicológica de cada cual.