La excelencia de una música hecha con Buena Fe

GUILLE VILAR

Una vez más, Israel Rojas y Yoel Martínez nos muestran la valía de un pop rock nacional conformado no solo por textos con mensajes profundos, sino también por agradables y bien estructuradas melodías, los requisitos adecuados para hacer llegar esa obra conceptual que tanto impacta entre el abarcador rango de sus seguidores.

Este fin de semana último, el capitalino teatro Karl Marx fue el centro de un singular suceso cultural al tener lugar la presentación en concierto del CD Catalejo, el más reciente trabajo discográfico de Buena Fe para el sello EGREM. Si bien es cierto que en este espectáculo hubo momentos memorables como cuando el famoso dúo acompañado solo por la voz solista de Israel, la guitarra de Yoel y del inmenso coro de los espectadores, interpretan los clásicos Tras tus pies y No juegues con mi soledad, la mayor parte del tiempo estuvo dedicada a los temas nuevos que, escuchados con atención, fueron premiados calurosamente por el respetable.

Semejante respuesta solo se explica porque en cada nuevo disco de BF, es evidente la voluntad de dejar bien en claro que se trata de una música dirigida a los jóvenes maduros y responsables, a la vez que también para los adultos capaces de asimilar los matices diversos de nuestras vidas.

En tal sentido, el estadío en que el disco Catalejo ha ubicado a BF, lo aleja como en ocasiones anteriores, de quienes alguna vez pensaron que se trataba de un proyecto circunstancial en busca de la fama que se adquiere por permanecer a la moda o que su estética es tan variable que carecen de la ética imprescindible para la respetabilidad del artista. Los principios inherentes a la proyección de BF le permiten asumir en este nuevo disco ilustrado con obras del pintor Nelson Domínguez, las sonoridades cercanas a los timbres del rock más serio que se hace en estos momentos como se puede apreciar en La muerte y en Lástima a la vez que matizan la euforia latina desde su herencia cultural porque estamos ante una propuesta absolutamente cubana.

Empinados desde el amor hacia lo nuestro, en este fonograma abundan códigos musicales que descubren el orgullo de sus creadores por la atracción que en ellos ejerce la cultura del terruño patrio, pero en los textos de Israel, es donde particularmente vibran las esencias de nuestra nacionalidad. Con el dulce timbre de una voz que puede llegar a ser intensamente expresiva sin sentirnos agredidos, Israel se inspira en los tiempos de reflexión a los que estamos convocados para aludir a problemáticas que perviven entre nosotros, así como en otras lejanas de nuestra frontera. Precisamente, en la carismática pieza Catalejo se hace referencia a la urgente necesidad de vernos por dentro como nación y encontrar el camino que nos enmarcan las realidades del momento.

La obra En cueros es una aguda crítica a la manipulación de las noticias por parte de transnacionales de la información que como la CNN nos entrega la visión del mundo que ellos deciden. Por su parte, la canción Cada país es una de las piezas más sugerentes del disco Catalejo al abordar con el mayor tacto esa nostalgia por la raíz que habita en el alma de sus inmigrantes, mientras que en la optimista Fuera se habla en parábola sobre sueños, esperanzas y necesidades que serán las realidades de ese mundo mejor al que aspiramos.

Entre las líneas creativas de BF ha permanecido como una constante la canción de amor, género en que han marcado pauta por la belleza del tratamiento poético que las define. Sin lugar a dudas, la pieza Lástima figura entre las obras más hermosas que sobre esta temática se hayan compuesto por estos tiempos, sin dejar de mencionar la elegancia de Era mi aire.

Si otras canciones nuevas como Soy lo que ves fueron interpretadas solamente a guitarra por necesidad de la dinámica del concierto, el dúo, tanto en el disco como en el teatro, se hace acompañar por magníficos músicos que junto a la calidad del sonido y el atractivo diseño de luces convocaron la magia de un espectáculo de gran nivel artístico.

Reconforta mucho la incidencia de este hecho cultural entre tantos jóvenes que estaban allí presentes, enfrentados a la realidad que la carrera de músico exige altos niveles de rigor profesional para alcanzar excelencias que por mérito propio aparecen en Buena Fe.

 

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