Cuando las naciones hermanas de este continente sacudieron el
yugo español, Cuba permaneció uncida al carro colonial hasta casi
100 años después, y en tiempos en que aquellas se liberaban en
enérgica lucha, ella recibió de los reyes absolutos de España el
título dudosamente honroso de "la siempre fiel isla de Cuba". Las
relaciones de producción basadas en la esclavitud, sistema espantoso
de explotación, que echó profundas raíces en la vida colonial de
este país, explican con toda nitidez aquel fenómeno político. La
población criolla blanca poseedora de las riquezas y la cultura, en
conflicto permanente de intereses con España, no estaba, sin
embargo, en disposición de arriesgar el disfrute de los privilegios
económicos y las prerrogativas sociales que le daba su condición de
esclavista, a cambio de la independencia. El temor a poner en riesgo
el propio régimen de la esclavitud la opuso sistemáticamente a la
idea de luchar por la emancipación. Le horrorizaba una sublevación
de los esclavos. Necesitaba el poder militar de España para mantener
la sumisión de los explotados. Y España, apoyándose en esta realidad
más que en las armas, mantuvo el dominio de Cuba.
El reformismo, doctrina política que predominó en el pensamiento
político cubano durante más de medio siglo, tuvo también su origen
en los mismos factores. Y la corriente en favor de la anexión a
Estados Unidos, que en instantes cobró fuerza extraordinaria, nació
del temor a la abolición que llevaba, a las clases dirigentes
cubanas y a los propios españoles propietarios de esclavos, a buscar
el amparo de sus privilegios por el camino de convertir a Cuba en un
Estado esclavista de Norteamérica.
Arango y parreño, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero,
figuras prominentes en el pensamiento político cubano, durante la
primera mitad del pasado siglo, no obstante su señalada preocupación
por los progresos del país y sus sentimientos nacionales,
conformaron totalmente su doctrina y su conducta a la trágica
situación de una clase social que no podía luchar contra el amo
español porque ella, a su vez, era ama de esclavos.
Las guerras de independencia comenzaron al fin precisamente en
aquellos puntos de la isla donde la esclavitud tenía una base mínima
en la vida económica y social, y continuó siendo a su vez un
terrible freno a la lucha en las regiones donde era la forma
absolutamente predominante de producción. Al rememorar que nuestro
país fue en este continente, hasta hace solo decenas de años,
escenario de esa forma odiosa de explotación del hombre por el
hombre, sentimos el deber de rendir el tributo que merecen aquellos
abnegados luchadores esclavos que el año 1843, en numerosos
centrales de Matanzas, se sublevaron, lucharon y murieron por
centenares en los combates, en el cadalso, o apelando al suicidio,
para romper las inhumanas cadenas que ataban de por vida sus cuerpos
al trabajo.