¿Qué
nos hizo ver con claridad aquel camino por donde nuestra patria
ascendería a una fase superior de su vida política y nuestro pueblo,
el último en sacudir el yugo colonial, sería ahora el primero en
romper las cadenas imperialistas e iniciar el período de la segunda
independencia en América Latina?
Ningún grupo de hombres habría podido por sí mismo encontrar
solución teórica y práctica a este problema. La Revolución Cubana no
es un fenómeno providencial, un milagro político y social divorciado
de las realidades de la sociedad moderna y de las ideas que se
debaten en el universo político. La Revolución Cubana es el
resultado de la acción consciente y consecuente ajustada a las leyes
de la historia de la sociedad humana. Los hombres no hacen ni pueden
hacer la historia a su capricho. Tales parecerían los
acontecimientos de Cuba si prescindimos de la interpretación
científica. Pero el curso revolucionario de las sociedades humanas
tampoco es independiente de la acción del hombre; se estanca, se
atrasa o avanza en la medida en que las clases revolucionarias y sus
dirigentes se ajustan a las leyes que rigen sus destinos. Marx, al
descubrir las leyes científicas de ese desarrollo, elevó el factor
consciente de los revolucionarios a un primer plano en los
acontecimientos históricos.
La fase actual de la Revolución Cubana es la continuidad
histórica de las luchas heroicas que inició nuestro pueblo en 1868 y
prosiguió después infatigablemente en 1895 contra el colonialismo
español; de su batallar constante contra la humillante condición a
que nos sometió Estados Unidos, con la intervención, la Enmienda
Platt y el apoderamiento de nuestras riquezas que redujeron nuestra
patria a una dependencia yanki, un jugoso centro de explotación
monopolista, una moderna Capua para sus turistas, un gran
prostíbulo, un inmenso garito. Nuestra Revolución es también el
fruto de las heroicas luchas de nuestros obreros, campesinos,
estudiantes e intelectuales, durante más de 50 años de corrupción, y
explotación burguesa y dominio del imperialismo que intentó
absorbernos culturalmente y destruir los cimientos de nuestra
nacionalidad; es fruto de la ideología revolucionaria de la clase
obrera; del movimiento revolucionario internacional; de las luchas
de los obreros y campesinos rusos que en el glorioso octubre de
1917, dirigidos por Lenin, derribaron el poder de los zares e
iniciaron la primera revolución socialista; del debilitamiento del
poder imperialista y los enormes cambios de correlación de fuerzas
ocurridos en el mundo.