NOTA:
En nuestro artículo anterior (La Acuarela, Granma, 21 de
junio) señalábamos cómo los candidatos debían trazarse un plan de
campaña seleccionando un grupo necesario de estados entre los que
votaban tradicionalmente republicanos (rojos), demócratas (azules) y
oscilantes (morados). En la tabla que acompañaba el artículo se
escapó una errata del autor al invertir el encabezamiento de las
columnas que identificaban a los estados rojos y azules. Muchos
lectores advirtieron el error cometido y queremos hacer llegar a
todos nuestras excusas por el desliz.
Según el consenso de los comentaristas y analistas que siguen el
proceso de elecciones primarias en Estados Unidos, Barack Obama es
el candidato a derrotar en las elecciones del próximo 4 de
noviembre. Son fuertes las señales que respaldan esta apreciación.
John McCain tendrá que llevar a cabo una campaña cuesta arriba si
quiere convertirse en el inquilino de la Casa Blanca a partir del 20
de enero del 2009.
Recientes acontecimientos y datos permiten un cuadro más preciso
sobre cómo el candidato demócrata proyecta su lucha por la
presidencia y las circunstancias en que deberá desarrollarla.
Dinero constituye el factor esencial para que un candidato pueda
aspirar a ganar unas elecciones en Estados Unidos. Y estamos
hablando de mucho dinero porque, según los cálculos, en las
elecciones presidenciales del 2008, se han gastado ya más de 1 000
millones de dólares y posiblemente se gasten otros 1 000 millones
más en los próximos cinco meses. Aquí se puede aplicar aquella
expresión atribuida a Napoleón Bonaparte: "Dinero, dinero y dinero
son las tres cosas que necesito para ganar la guerra".
Esa es la razón por la cual, tal como se esperaba a pesar de sus
promesas en contrario, Obama anunció el pasado 19 de junio que
rechazaba la opción de acogerse al financiamiento de fondos
federales para la campaña y recurriría a recaudar el dinero por sus
propias vías. No es de extrañar cuando se tiene en cuenta que de
aceptar el financiamiento federal solo podría gastar unos 85
millones a partir de septiembre (complementados por otros 85
millones permitidos emplear de sus propias fuentes), mientras se
calcula que, al rechazar los fondos federales, su campaña podría
recaudar entre 300 millones y 500 millones para gastar en igual
periodo.
Añádasele a ello, entre otras, la ayuda que recibirá la campaña
del apoyo de las dos mayores organizaciones sindicales de Estados
Unidos, la AFL-CIO (56 sindicatos con 9 millones de afiliados) y
The Change to Win (6 millones de afiliados). La primera acaba de
decidirse por el apoyo a Obama después de haber permanecido neutral
durante las primarias y la otra ya había apoyado a Obama con
anterioridad. Ambas organizaciones disponen en total de unos 300
millones de dólares para gastar por su cuenta en la campaña de las
elecciones. Como ejemplo de lo que puede representar este apoyo, la
American Federation of County, State and Municipal Employees
(AFCSME) que agrupa a empleados públicos no federales, se unió con
la organización liberal MoveOn.org e invirtieron 543 000 en
una semana de anuncios difundidos por CNN y MSNBC encaminados a
atacar las posiciones políticas de McCain, especialmente en los
estados colindantes de Ohio, Michigan y Wisconsin.
De esa forma, Obama dispondrá de fondos para tener algún tipo de
organización y presencia en todos los estados norteamericanos. Este
es un elemento esencial para proyectar su estrategia en los 15
estados "rojos" y "morados" que pretende ganar, en todos los cuales
mantendrá equipos profesionales e invertirá fondos en anuncios de
propaganda electoral en los medios de difusión. Dispondrá además del
dinero necesario para trabajar los estados "azules" y
particularmente aquellos que considera necesario defender de los
intentos de McCain para arrebatárselos. Ya se han enviado 10 000
voluntarios a trabajar en los estados.
Entre los 14 estados ganados por Bush y que Obama se propone
conquistar en estas elecciones, hay cuatro que recibirán el máximo
de atención: Iowa, New México, Ohio y Nevada (todos son "morados" y
aportan 37 votos electorales en conjunto). De los otros diez, la
mitad son también "morados" (Colorado, Florida, Missouri, Montana y
Georgia —65 votos electorales) y la otra mitad "rojos" (Virginia,
North Carolina, North Dakota, Indiana y Alaska —45 votos
electorales).
La campaña de Obama se propone trabajar para mantener un estado
"morado" que fue ganado por John Kerry en el 2004: New Hampshire,
con cuatro votos electorales. Por eso no es casual que Obama y
Clinton organizaran el pasado viernes 27 en el pequeño pueblo de
Unity, en New Hampshire, su primera aparición conjunta de la campaña
electoral. Fue ocasión para que ambos conversaran durante los 70
minutos de vuelo y 60 minutos por carretera entre Washington D.C. y
Unity. (A pesar de representar pocos votos electorales, es un estado
donde McCain tiene una base fuerte).
Adicionalmente, en Nebraska, un estado "rojo", el objetivo de
Obama es ganar el distrito congresional 2 (la ciudad de Omaha y sus
alrededores) donde el titular republicano no competirá por el escaño
de representante y se presenta un fuerte candidato demócrata. La
razón es que, a diferencia de lo que sucede en los otros estados, en
Nebraska se adjudican sus cinco votos electorales de acuerdo al
candidato presidencial que obtenga la mayoría en un determinado
distrito. Ganar el distrito 2 le representaría a Obama un voto
electoral, que podría ser decisivo en una elección muy reñida.
Por último, la estrategia de Obama incluye defender los estados
"azules" de Pennsylvania, Michigan y Wisconsin (48 votos
electorales) que la campaña de McCain trabaja para ganar en
noviembre.
Lograr todos estos objetivos (a todas luces una "misión
imposible") significaría que Obama ganaría las elecciones por una
avalancha de votos. Tal como está la situación en estos momentos,
hay señales de que Obama tiene ventaja sobre McCain y así se expresa
en algunas recientes encuestas, aunque hay sustanciales diferencias
en cuanto a la magnitud de esta ventaja. En dos encuestas tomadas a
mediados de junio en el ámbito nacional, los resultados de la
preferencia presidencial varían desde un 47% por Obama y un 42% por
McCain en una tomada por Reuters/Zogby, a un 51% por Obama y un 36%
por McCain.
Las principales desventajas para Obama en cuanto a la preferencia
electoral radican en ser percibido como inexperto en los manejos
gubernamentales o por su nombre "raro" o la falta de confianza
debido a sus "antecedentes". El aspecto étnico es un asunto que
levanta la sensibilidad de una considerable parte de los votantes,
pero el efecto que tiene en la decisión de votar de blancos y negros
no revela, según las encuestas, gran diferencia entre la forma que
unos y otros han votado anteriormente por los candidatos
presidenciales demócratas.
Un elemento importante para las aspiraciones de Obama es la
marcha de la fusión de su organización de campaña con la de Clinton,
a fin de poder captar los votos de los que la apoyaron en las
primarias. Las últimas encuestas indican que el 53% de estos votaría
por Obama y más de un 20% lo haría por McCain.
Un destacado abogado de Washington, Robert Barnett, quien ha
negociado millonarios contratos para la publicación de libros de los
Clinton y de Obama, está actuando como intermediario entre ambos
grupos para definir cuestiones cruciales tales como la forma de
saldar la deuda de campaña que arrastra Hillary; el papel que jugará
William Clinton; la forma en que Hillary y sus delegados
participarán en la Convención Nacional Demócrata: si el nombre de
Hillary se colocara aunque sea simbólicamente como aspirante a la
nominación, cómo se sentirán los delegados que favorecen a Hillary,
y otros aspectos logísticos.
Para subrayar la necesidad de la unidad entre ambos grupos, se ha
lanzado una campaña bautizada United for Change como parte de
la cual se han programado unas 3 000 reuniones en casas de familia
en los 50 estados.
Esta semana corresponde al feriado largo por la celebración del 4
de julio y seguramente los candidatos y sus equipos se tomarán unos
días de asueto.
* El autor es especialista en Relaciones Internacionales y fue
jefe de la Sección de Intereses de Cuba en EE.UU. de septiembre de
1977 a abril de 1989.