A principios del siglo XX, Lenin escribió su célebre texto
titulado ¿Qué hacer? y esa interrogante cobra nueva fuerza en
nuestros días para hallar respuestas a los desafíos que nos plantea
el nuevo milenio. Hacia un nuevo saber, así titula su libro
el cubano Carlos Delgado, y que junto a Bioética desde una
perspectiva cubana, del también cubano José Acosta Sariego,
constituyen textos muy útiles para ayudar a comprender las grandes
tareas a resolver en el plano teórico como fundamento ineludible a
la necesaria e inaplazable acción a que nos convocan los graves y
complejos problemas que enfrenta hoy la humanidad. Ambos textos
ejemplifican la profundidad y el rigor de los estudios que se llevan
a cabo en el país vinculando las ciencias naturales y las sociales.
Su lectura, que recomiendo, suscitó en mí algunas reflexiones que
deseo compartir con el lector.
Barak Obama, candidato por el Partido Demócrata a las próximas
elecciones en Estados Unidos, ha declarado que si triunfa derogará
las disposiciones vigentes en ese país que impiden operaciones
económicas de viajes a nuestro suelo dictadas por la administración
Bush. Si cumple su promesa, nacerá una nueva etapa en el combate
ideológico entre la Revolución cubana y el imperialismo. En ella,
para alcanzar la invulnerabilidad ideológica a que aspiramos, será
necesario el diseño de una nueva concepción teórica y
propagandística acerca de nuestras ideas y su origen.
Una amplia migración con distintos objetivos puede venírsenos
encima y para ello debemos prepararnos culturalmente. La supresión
de las limitaciones económicas impuestas a los viajes a Cuba
significará que alrededor de un millón de nacidos en esta tierra o
sus descendientes puedan venir como turistas o por el interés de
entrar nuevamente en contacto con el terruño y sus familiares. En
esa categoría se incluyen "cubanos" contrarios a la revolución o
quienes simplemente se marcharon por otras razones y no podemos
caracterizar como tal. A esto únanse los muchos ciudadanos de otras
nacionalidades que se encuentran en diversos países a quienes se les
imposibilita viajar a Cuba por las razones expuestas, incluso
norteamericanos que aspiran a desarrollar relaciones de algún modo
con nuestro país. Es decir, tenemos ante nosotros el reto inmenso de
cómo enfrentar un tiempo nuevo en la lucha cultural contra el
enemigo.
Como nosotros aspiramos a seguir manteniendo en alto la bandera
del socialismo es necesario investigar, estudiar y promover la
tradición nacional cubana y en especial cómo, por qué y sobre qué
aspiraciones se enlazó en el siglo XX el pensamiento de Marx, Engels
y Lenin.
Se impone, pues, profundizar también en el examen cuidadoso de
por qué y cómo las mejores ideas europeas del siglo XIX y principios
del XX —Marx, Engels y Lenin— fueron tergiversadas y cayeron en un
gran descrédito a escala universal. Debemos asumir ese proceso, como
he dicho en otras ocasiones, a beneficio de inventario, es decir,
acogiéndose a una antigua institución jurídica mediante la cual se
podían aceptar las herencias sin comprometerse con las deudas.
A este fin, resalto que es necesario retomar una tradición
histórica que confirma que el socialismo surgió de la articulación
de las ideas de Marx, Engels y Lenin con la tradición cultural del
movimiento liberal más avanzado del mundo en el siglo XIX, y en
especial de cómo Martí la interpretó, recreó y elevó a escalas
superiores.
En un trabajo que he titulado Los dos liberalismos analizo
cómo surgió el europeo con la Revolución francesa y se desvió
después, a partir de Napoleón, fundamentado en el derecho de
propiedad que posibilitó aplicarlo a los esclavos, derecho de
propiedad de los esclavos, y el otro, el liberalismo latinoamericano
nacido a partir de la Revolución de Haití que proclamó la liberación
radical de los esclavos sin limitación alguna.
Es decir, el liberalismo de Napoleón, la Santa Alianza, y de
Estados Unidos es bien diferente al de los próceres y pensadores de
nuestra América. Este último alcanzó una dimensión más alta cuando
sirvió de raíz al pensamiento antimperialista de José Martí. Por
eso, podremos oponerle al viejo liberalismo —que de neo no tiene
nada— el genuino, el de los próceres y pensadores de América. Y a
fin de que no existan dudas, invito a repasar el pensamiento liberal
de nuestros antecesores a través de dos ejemplos clave. El primero
está contenido en estos párrafos de Benito Juárez:
A cada cual, según su capacidad y a cada capacidad según sus
obras y su educación. Así no habrá clases privilegiadas ni
preferencias injustas (¼ )