¿Tesis o antítesis?

Pastor Batista Valdés

A punto de licenciarse en la especialidad de arte para los medios de comunicación audiovisual, el joven tunero Yoan Bárcenas Vega se rasca la cabeza, alivia un suspiro y dice: "Afortunadamente ya mi tesis está lista (después de algunas penurias y malabares), pero no todos corremos igual suerte; tengo dos compañeras en Imías a quienes no les queda otra alternativa que imprimir en Guantánamo y encuadernar el trabajo en Holguín..."

Debiera haber un lugar que asegure este servicio.

Totalmente cierta, esa referencia ilustra una realidad que late durante todo el año en el país y que suele agudizarse en la recta final de cada curso escolar.

La imposibilidad de los centros universitarios para garantizar la impresión de esos trabajos de diploma, y la inexistencia —además— de una entidad estatal que ofrezca el servicio, crean, año tras año, una situación verdaderamente complicada que de algún modo involucra, preocupa, altera o compromete a estudiantes, padres, empleados, especialistas e incluso a directivos de empresas y organismos.

¿POR DÓNDE LE ENTRA EL AGUA AL COCO?

No son un puñado de casos en toda una provincia. El pasado año egresaron de la educación superior cubana, en general, más de 44 000 alumnos. El grueso de ellos seguramente tuvo que presentar tesis de graduación. ¿Si los centros no pueden garantizar papel, condiciones para imprimir, cartulina para la portada, insumos para encuadernar... de dónde salen esos recursos, cómo "resolver" entonces, originales y copias?

También es angustioso el camino para poder encuadernar el trabajo.

Es obvio que la solución transita por las más variadas "gestiones y talles extrauniversitarios".

Con la noble intención de ayudar, técnicos, informáticos, funcionarios y otras personas con acceso a medios de impresión, corren muchas veces el riesgo de buscarse problemas en sus empresas, si se les sorprende imprimiendo materiales de un pariente, amigo, o hasta de un desconocido, casi siempre en horarios "no muy complejos" que faciliten discreción.

Otros, acaso astutos, sacan provecho y se habitúan a "aceptar una tierrita" (pactada antes, desde luego) a cambio de un "favor" que en la práctica está asegurado por recursos y medios del Estado, concebidos para otros fines.

Hace algunos años el poligráfico resolvía estas necesidades, pero hoy no entra en su objeto social.

Parte de los jóvenes y padres tiene que "morir" obligatoriamente en manos particulares que, aprovechando el filón, se las ingenian para hacer un trabajo rápido y eficaz, a precios que por supuesto llevan colgados las "carencias y contratiempos de estos tiempos". Habría que ver si antes compraron lícitamente los insumos o si proceden de almacenes, oficinas y otras dependencias estatales.

BUENA INTENCIÓN, PERO...

Al parecer no todos los centros y especialidades tienen igual postura, ni todos los estudiantes conocen la indicación... pero las tesis pueden ser presentadas hasta manuscritas.

Esmel Varela Sabugo, presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios en el centro Vladimir Ilich Lenin, de Las Tunas, no recuerda un solo caso de alguien que haya entregado su trabajo de diploma (o los de curso) escrito a mano.

Baneza Tamayo (quinto año de sociología, Santiago de Cuba) es clara en su deducción: "Yo jamás lo haría así. Es la consagración de cinco años. Me respeto mucho a mí misma, amo las cosas hechas con buen gusto y además: creo que un trabajo así lleva desventaja; nunca tendrá igual impacto ante los ojos del tribunal..."

Por eso la mamá de Glenys Mir Caballero (alumna de Psicología) removió cielo y tierra en Holguín para conseguir lo necesario. Todo es caro —afirma— las empresas no quieren o no pueden ayudar y donde aceptan, tienes que llevar los materiales...

En centros como el poligráfico Alejo Carpentier se ofreció ese servicio, pero orientaciones centrales en torno al objeto social prohibieron hacerlo desde hace algunos años.

A Ladismar, recepcionista, la pena le ensombrece el rostro cada vez que llega un alumno o un padre suplicando una ayuda para la cual hay voluntad, pero no recursos ni autorización.

Rumores esperanzados encaminan los pasos hacia el nuevo Telepunto, el Centro de Información y Gestión Tecnológica, la imprenta del Centro Provincial del Libro y la Literatura... En ninguno está esa prestación. La gente, al final, resuelve. Se sabe cómo.

ORDEN QUIERE DECIR TRIUNFO

La tendencia ascendente de las matrículas (y egresos), los nuevos programas en diferentes enseñanzas, la universalización de la educación superior, el aumento de las investigaciones, las posibilidades de superación..., todo ello acrecienta la demanda real de impresión y encuadernación de documentos.

Años de "soluciones alternativas" no significan que siempre deba ser así. Ordenar centralmente ese fenómeno puede sellar grietas por donde se fugan recursos y se multiplica el delito.

Por eso jóvenes como Bernardo Meriño Peña (tercer año de Ingeniería Automática) y Darletys Leyva González (cuarto de Periodismo) agradecerían que al graduarse hubiera un lugar, del ámbito universitario o fuera de él, donde el Estado sitúe recursos y condiciones para imprimir y encuadernar materiales, a precios razonables, bajo adecuado control, sin cabida para el oportunismo y el estrés, que tanto daño causan, justo cuando más sedado y seguro debe estar el estudiante para entregar y defender con éxito el trabajo de todo un lustro y más.

 

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