Carlos
Sánchez Berzaín, el hombre fuerte del gobierno asesino de Gonzalo
Sánchez de Lozada, que ordenó en el 2003 en Bolivia las masacres de
campesinos, a quien Bush permite ahora disfrutar tranquilo de las
playas de Miami, se apoda Chulupi, el nombre guaraní de la
cucaracha.
Si ser un colaborador de la CIA exhalara algún tipo de olor, a
Carlos Sánchez Berzaín se le pudiera percibir a kilómetros.
Todo en su pasado caracteriza a un fiel servidor de la embajada
de Estados Unidos, tal como lo describe el fallecido agente de la
CIA, Philip Agee, en su Diario de un Agente Secreto.
Así que nadie, entre los observadores, se sorprendió cuando el 5
de octubre del 2003, Sánchez Berzaín recitaba a los medios de
comunicación que el MAS, del actual presidente Evo Morales, recibía
"recursos económicos" del Gobierno de Venezuela para financiar los
conflictos sociales en la denominada "guerra del gas".
La masacre de septiembre y octubre del 2003 dejó 74 muertos y más
de 400 heridos. De estos acontecimientos horrorosos, el entonces
Ministro de la Defensa salió con el poco envidiable mote de
"Ministro de la Muerte".
En el 2005, después de la reelección del presidente Carlos Mesa,
Sánchez Berzaín se apareció entre los protagonistas de una campaña a
través de la prensa comercial tratando de "satanizar" a Evo Morales.
A mediados de marzo del 2005, el "hombre fuerte" del régimen
asesino de Sánchez de Lozada voló hacia EE.UU. con una corte de
politiqueros de Santa Cruz para encerrarse en una reunión secreta de
la Oficina de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado.
En esa reunión, informó a sus amigos del imperio acerca de los
últimos acontecimientos en el país y recibió orientaciones en torno
a una estrategia de ofensiva contra el gobierno de Carlos Mesa,
contra Evo y el MAS, con el propósito de acusarlos de conspirar con
el gobierno de Hugo Chávez en la República Bolivariana de Venezuela.
Simultáneamente, se planificó el referéndum autonómico de Santa
Cruz, se definió la estrategia para obstaculizar la convocatoria a
la Asamblea Constituyente y se subrayó la necesidad de hacer aprobar
una ley de hidrocarburos que garantizara millonarios beneficios para
las transnacionales del petróleo, dejando muy poco para Bolivia.
Como muchos ex politiqueros asesinos de América Latina, Sánchez
Berzaín vive en Miami, donde se hizo socio del bufete de abogados
del ex embajador de Washington en Bolivia, Manuel Rocha, quien
mantiene estrechas relaciones con la mafia terrorista
cubanoamericana.
Las lenguas sueltas de la Calle 8 de Miami informan sobre su
brillante carrera de abogado en Bolivia donde, dicen, defendió a
conocidos narcotraficantes, entre ellos "Techo de Paja", "Barbas
Chocas" y sus semejantes. Se señala que hizo maravillas para sacar
de una cárcel de Chile a un pariente suyo inculpado por posesión de
estupefacientes.
No hay por qué sorprenderse de cómo la administración de George
W. Bush le dio con tanta diligencia el asilo al ex ministro
boliviano de Defensa.
Al difundir la noticia, el abogado del Comité Impulsor de Juicio
de Responsabilidades contra los ex gobernantes, Rogelio Mayta,
subrayó que esa condición de asilado, regalada por el inquilino de
la Casa Blanca, paraliza el pedido de extradición que Bolivia
realizó a Estados Unidos contra el llamado "hombre fuerte" y el
propio ex presidente Sánchez de Lozada.
Sánchez Berzaín recibe la bendición de la Casa Blanca en medio de
su guerra sucia contra una América Latina en pleno auge, de la misma
forma que disfrutan de total impunidad Luis Posada Carriles y su
mafia terrorista cubanoamericana, así como varios opositores al
gobierno bolivariano de Venezuela que encontraron en Miami un
santuario.
Este escandaloso apoyo a uno de los más connotados asesinos del
continente confirma la eterna política norteamericana de proteger a
"sus" asesinos mientras pretende dar lecciones al mundo de cómo
luchar contra el terrorismo y el narcotráfico.