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El ejército iraquí lanzará esta semana una ofensiva contra la sureña
ciudad de Amara, provincia de Maysan, pero hasta el momento prefirió
comprar las armas a sus presuntos rivales.
Según el diario Al Sabah, cientos de efectivos de seguridad
lanzarán el jueves 19 la operación contra la citada urbe, cuya mayor
parte de sus residentes son de confesión musulmana chiíta.
Aunque el primer ministro pretende comprar las armas de sus
opositores, en el fondo él se decanta por la opción del
enfrentamiento.
Puede ser que la fecha planificada no sea exacta, pero lo cierto
es que la ejecución de una operación militar de búsqueda y
aniquilamiento es coherente con la psicología del mando iraquí, con
el asesoramiento estadounidense.
En meses anteriores las tropas del gobierno del primer ministro,
Nuri al Maliki, desataron ofensivas similares en otras ciudades de
la región meridional, la más sobresaliente fue contra Basora, aunque
los efectos de tal campaña llegaron a Bagdad.
Esas acciones fueron dirigidas, según comunicados oficiales,
contra milicias de base confesional que operan allí, como es el caso
del Ejército del Mahdi, seguidor del clérigo Moqtada al Sader.
Sin embargo, en ámbitos políticos la opinión más sobresaliente es
que el gobierno quiere vencer en una lucha por el poder a otras
fuerzas que tienen más arraigo en la población por su actitud contra
la ocupación.
Esa violencia aplicada contra formas múltiples de resistencia a
la presencia foránea y al control del principal recurso iraquí, el
petróleo, es presentada por el primer ministro como la versión
doméstica de la guerra de Washington contra el terrorismo.
De ahí, el respaldo incondicional de las fuerzas estadounidenses
a esas "limpiezas" en lugares claves como la petrolera Basora, en el
sur, pero también Mosul en el norte y Baquba, en el este.
Los jefes norteamericanos indican que la responsabilidad total de
esas acciones corresponde a la administración iraquí y a sus
efectivos, pero en realidad las tropas extranjeras ocupan un papel
fundamental en cada acción bélica.
Informes de fuentes convergentes destacaron que en la fase
inicial de ofensivas continuas el ejército nacional fue respaldado
por los soldados estadounidenses y, en gran medida, por su aviación.
Ahora, en breves horas se desatará otra campaña similar, lo cual
supone que la línea táctica de Al Maliki respecto a la implantación
de la autoridad y la recuperación de la gobernabilidad se basa
esencialmente en el uso sistemático de la fuerza.
Es de tener en cuenta que a Estados Unidos le conviene que con la
mayor rapidez posible se establezca un equilibrio de fuerzas en el
terreno que le permita dedicarse a prioridades tales como concretar
su permanencia en Iraq.
El próximo mes Washington y el gobierno de Al Maliki quieren
dejar definido a través de un pacto el estatus legal de las tropas
estadounidenses.
Miles de iraquíes protestaron en las calles de la sureña ciudad
de Kerbala contra el pretendido acuerdo entre Estados Unidos e Iraq
que perpetuará la presencia estadounidense en este estado del Golfo
Pérsico.
Según testigos, los manifestantes desfilaron por segunda vez
después que el clérigo Moqtada al Sader llamara días antes a sus
seguidores a rechazar cada viernes el posible pacto, en estos
momentos en fase de borrador.
Con ese acuerdo, Estados Unidos prolongará la estadía de unos 150
mil militares más allá del 2008, mantendrá más de 50 bases para
crear tensiones en el Golfo, y sus soldados y contratados para la
seguridad tendrán inmunidad legal para actuar libremente.