Una variedad de productos ha desarrollado el área de tecnología
postcosecha del Instituto de Investigaciones del Arroz, en La Habana,
lo cual demuestra que ese cereal es mucho más útil.
El primer proceso para industrializar este alimento es el
descascarado mediante el que se obtiene el arroz integral, rico en
proteínas, carbohidratos, fibra dietética, grasas, vitaminas del
complejo B y licina, un aminoácido esencial, explicó la investigadora
Ana Adelfa Hernández.
Las cabecillas o arroz con un cuarto o menos de granos enteros, se
muelen y se hace una harina muy nutritiva para papillas destinadas a
niños y ancianos, otros renglones elaborados son el arroz son leche,
yogurt y galletas, añade.
Estos alimentos se emplean en las dietas macrobióticas que aplican
en el Instituto Finlay, el Centro de Atención del Diabético del
municipio Bauta y en otras entidades de salud.
Hernández precisó que las cabecillas son útiles en los Centros de
Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos (CREE), donde los
emplean en los biopreparados para multiplicar los medios de control
biológicos que se utilizan en la agricultura.
Al pulir el arroz y eliminarle determinadas capas, sale el salvado,
igualmente fuente de grasas sin colesterol y fibras dietéticas y
excelente para la nutrición animal, y de su aceite se extraen cera y
almidones utilizables en las industrias textil, de cosméticos, de
glucosa para caramelos y otras.
Además, el salvado tiene fitinas y en su aceite está presente el
alcohol de alto peso molecular, cuyo precio es elevado en el mercado
mundial y constituye materia prima para algunos fármacos, argumenta la
investigadora.
La cáscara sirve para las camas de las granjas avícolas, de
combustible en los hornos de secar el cereal, como fertilizante
orgánico y de ella se fabrica insecticidas.
Para procesar todos esos subproductos existen tecnologías creadas
en el Instituto, donde fabrican los diferentes surtidos y la
aspiración es realizar producciones mayores que beneficiarán a la
población y a Cuba, afirmó Hernández.