El
15 de junio de 1958 La Habana se convertía en escenario de uno de los
más repugnantes crímenes del régimen batistiano. Eran asesinadas
Cristina y Lourdes Giralt Andreu, dos hermanas alegres y soñadoras que
compartían las inquietudes revolucionarias de la juventud cubana.
Cristina, la mayor, era seria y callada; Lourdes, por el contrario,
alegre y chistosa. Eran naturales de Cienfuegos. Comprometidas con la
causa revolucionaria, las unía, además del amor filial, la callada
labor de ambas en la Resistencia Cívica del Movimiento 26 de Julio.
Después de la huelga de abril abandonan la casa que ocupaban, por
considerarla insegura, y se mudan para un apartamento en el Vedado,
contiguo a una vivienda donde se reunían jóvenes del Directorio
Revolucionario 13 de Marzo.
Guiados por una delación vinculada con el atentado realizado en
esos días al ministro de Gobernación, esbirros batistianos ocuparon en
el edificio los apartamentos del Directorio y de las hermanas Giralt,
desocupados en ese momento porque los jóvenes del Directorio lo habían
abandonado como medida de seguridad y ellas, ajenas a los sucesos, se
habían marchado a Cienfuegos.
De regreso a La Habana, aquel 15 de junio tuvo lugar el triste
final. El edificio estaba en silencio y la luz del pasillo apagada. Al
llegar se percatan de que la puerta del apartamento se encontraba
forzada. No podían imaginar que allí les esperaba la muerte.
No hubo tiempo para más. Acorraladas ellas y ansiosos los esbirros,
salen y abren fuego. Una mortífera descarga de odio y plomo abatió los
cuerpos de las muchachas.
Han transcurrido 50 años desde que quedaron segados los sueños e
ideales de Lourdes y Cristina, dos hermanas de sangre y causa que
cayeron conscientes del minuto que vivía la Patria.