El rostro “oscuro” de la lluvia

Orfilio Peláez

Menos publicitadas que el cambio climático y otros problemas ambientales, las lluvias ácidas son un verdadero desafío para preservar el equilibrio ecológico del planeta.

Si bien sus orígenes se remontan al desarrollo de la llamada Revolución Industrial, durante las últimas décadas el fenómeno creció de manera notable en el mundo. Hoy están presentes en casi todo el norte y centro de Europa, Canadá, Estados Unidos, Japón, China, mientras se van extendiendo a países de menos desarrollo, entre ellos Nigeria, India, Brasil, Colombia y México.

Definidas como cualquier forma de precipitación cuyo ph esté por debajo del valor de 5,6 (incluye también el rocío, granizo, nieve y niebla), las lluvias ácidas ocurren cuando la humedad del aire reacciona con el óxido de nitrógeno y el dióxido de azufre, emitidos por la quema de combustibles fósiles en fábricas, centrales eléctricas y vehículos automotores, fundamentalmente.

Según la doctora Rosemary López Lee, los valores máximos de lluvia ácida en Cuba ocurren en el periodo noviembre-abril.

Al interactuar con el vapor de agua, estos gases forman ácido sulfúrico y ácido nítrico, los cuales precipitan junto con las demás sustancias químicas suspendidas en la atmósfera.

Tales contaminantes pueden ser transportados a larga distancia por la circulación de las corrientes de aire. Ello explica la presencia de esta nociva forma de lluvia en zonas alejadas de lugares altamente industrializados.

Las primeras preocupaciones públicas referidas al asunto afloraron en la conferencia mundial sobre medio ambiente, que convocada por la ONU, tuvo lugar en 1972 en la ciudad de Estocolmo. Allí el gobierno de Suecia presentó un detallado informe acerca de las afectaciones registradas en diferentes ecosistemas del país nórdico.

Los bosques figuran entre los ecosistemas más perjudicados por el fenómeno.

Hoy se sabe que las lluvias ácidas disminuyen la productividad del suelo y propician su erosión. Asimismo, destruyen grandes extensiones de bosques, contaminan lagos, ríos y otros acuíferos (suelen provocar la muerte masiva de peces), a la vez que dañan la salud humana al causar un aumento de las alergias y otras enfermedades de las vías respiratorias.

De manera particular aceleran los procesos de corrosión y el deterioro de las construcciones, en particular donde se utilizó mármol y piedra caliza. Muchos monumentos históricos han sido severamente perjudicados, entre ellos el célebre Partenón, en Grecia, y la catedral de Colonia, en Alemania.

Se estima que también es una de las causantes de la decadencia de los bosques suizos, y principal responsable de la acidificación de la cuarta parte de los lagos de Suecia.

VIGÍAS DE LA CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA

Para la doctora Rosemary López Lee, del Centro de Contaminación y Química de la Atmósfera (CECONT) del Instituto de Meteorología, las lluvias ácidas constituyen un indicador de la calidad del aire y merecen la máxima atención.

Consultada por Granma acerca del comportamiento actual de este fenómeno en Cuba, indicó que en los primeros años de este siglo XXI disminuyó la frecuencia, en comparación con los picos reportados en el periodo de 1990 a 1995, cuando ocurrió un significativo incremento asociado a la quema de mayores volúmenes de biomasa.

Sin embargo, subrayó, investigaciones desarrolladas en cuatro de nuestras estaciones de monitoreo de la contaminación atmosférica (La Palma, Colón, Falla y Palo Seco) entre el 2006 y el 2007, mostraron una ligera tendencia al aumento de las emisiones de algunos de los compuestos causantes de la lluvia ácida, atribuido al creciente empleo del crudo nacional con alto contenido de azufre.

Por eso, significó, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, trabaja en un proyecto para poner a punto las 22 estaciones de vigilancia de la calidad del aire existentes en el país, de las cuales solo alrededor de diez monitorean en la actualidad este indicador.

Según explicó la doctora Rosemary, los valores máximos de acidez de las lluvias en nuestro país suelen presentarse en el llamado periodo seco (noviembre-abril), relacionados en no pocas ocasiones con la llegada de las masas de aire procedentes del nordeste de los Estados Unidos.

Pero también se producen por el aumento de las emisiones locales de sulfatos y nitratos. En Cuba son más frecuentes en la zona minero metalúrgica del norte de Holguín, Nuevitas, Guáimaro, Cienfuegos, el tramo Mariel-Varadero, incluida la ciudad de La Habana, y de Santa Clara a Ciego de Ávila.

Lejos de las impactantes imágenes de bosques prácticamente mustios y lagos sin vida que nos llegan de otros lugares del orbe, las lluvias ácidas reclaman mayor prioridad en los esfuerzos nacionales por preservar la salud ambiental de nuestro archipiélago.

 

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