Agua y ASPAN

Canales de la “integración profunda”

LIANET ARIAS SOSA

Hace más de 4 000 años dos ciudades, Lagash y Umma, se enfrentaron por el dominio sobre las aguas del río Tigris. En América, Hernán Cortés derribó Tenochtitlán y "con los escombros tapó los canales por donde navegaban 200 000 canoas". Esa fue ––cuenta Eduardo Galeano, el escritor de Uruguay–– la primera guerra por el agua que viviera el continente.

Siglos después, corren los tiempos de la globalización neoliberal. Las privatizaciones impulsadas por organismos como el Banco Mundial han dejado en manos de gigantes el control sobre ese recurso. Acuerdos nada benévolos promueven, casi siempre desde el Norte, la conversión del líquido en mercancía.

Hoy, aunque alrededor del 70% de los pobres que viven en urbes de países subdesarrollados no tienen agua potable, lo cierto es que, en teoría, el recurso podría abastecer a 20 000 millones de personas, más del triple de la población del mundo.

¿POR DÓNDE SE ESCURRE EL AGUA?

Cerca del 70% del agua dulce empleada en el orbe se consume en la agricultura, pero solo la industria automotriz necesita unos 400 000 litros para fabricar un automóvil. Las transnacionales del petróleo requieren nueve barriles del líquido para extraer uno de crudo proveniente de fuentes pesadas. La creación de un chip exige a la microelectrónica miles de litros destilados.

Sin sorpresas, la rama automotriz y la agroindustrial son dos de las más activas negociadoras en la llamada Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN). Fundada en marzo del 2005, viene a consolidar la misión del tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá.

La llamada "integración profunda" con EE.UU., "de hecho una profunda colonización de facto arropada del discurso del libre mercado, debe por tanto contar con un fuerte diseño de injerencia directa y encubierta en materia de seguridad, defensa y paramilitarización", indica el mexicano Gian Carlo Delgado, doctor en Economía Ecológica y Gestión Ambiental.

"En el fondo, se intenta moldear a las legislaciones nacionales para que faciliten programas de inversión sobre recursos estratégicos: agua y petróleo", resalta el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México.

La ASPAN ideó sus propios canales: comienzan a construirse franjas de hasta un kilómetro de ancho, desde Alaska hasta el sur del país azteca, con posibilidades de albergar hidrovías, gasoductos o ferrocarriles; a lo largo de estas, una red de fibra óptica permite la comunicación en tiempo real. Los llaman corredores multimodales y por sus arterias fluirán, a modo de sustento, las materias primas destinadas a la gran industria.

NORTEAMÉRICA TIENE SED

Un estadounidense consume más del doble de energía que su similar de Reino Unido o Alemania: en términos de agua, ocurre lo mismo. El despilfarro creciente ha comenzado a secar los acuíferos del país; algunos, cercanos al océano, se vuelven salitrosos. El caudal del río Colorado ha llegado a la frontera de México con residuos radioactivos. La expansión de la agricultura para abastecer a la industria de los biocombustibles acelera el agotamiento del recurso.

No es de extrañar que exista una fuerte presión sobre el río Bravo, en la frontera de México y EE.UU. Las necesidades de la agroindustria norteamericana, que se asienta sobre la Gran Planicie sur (Texas, Kansas y Nebraska), aledaña al Bravo, concentra casi la tercera parte de la producción nacional en tierras irrigadas.

Pero el agua importante está en Canadá. Se dice que cuenta con el 6% del recurso a nivel mundial y el 20% de la del continente. "Entonces, es esencial para EE.UU., porque la mayor parte de la industria fuerte la tiene en el norte del país, sobre todo en torno a los Grandes Lagos", apunta Delgado.

En septiembre del 2006, Paul Wihbey, del Tanque Pensante Global Water and Energy Strategy, dejó ver su intención de exportar el recurso, a granel, desde Canadá. Entre los primeros pasos, se encontraba la construcción de un acueducto desde Manitoba, en esa nación, hasta Texas, en el país vecino.

El problema, según Wihbey, estaba en el precio, aunque estimaba que "el asunto se solucionará pronto, cuando el mundo y EE.UU., comiencen a darle un valor económico a esta mercancía".

Mientras, los augurios alertan que las mayores transferencias hídricas hacia Estados Unidos fluirían desde el sureste de Canadá, donde el proyecto Atlántida revive antiguos diseños.

Tanto la industria como los corredores multimodales que surcarán Norteamérica encabezan la agenda de Washington. Los muertos en el mundo, por ausencia de agua limpia, también son "daños colaterales". Desde febrero del 2004, The Guardian reveló las premisas estadounidenses. En un informe secreto, Andrew Marshall, consejero del Pentágono, proyectaba: "Apropiarse" del agua, "donde esté y cuando sea necesario".

 

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