El
mundo se ha acostumbrado a las reuniones cíclicas de los que mueven
sus hilos, en las que se advierte o se promete, según la ocasión,
pero nada se resuelve. La IV Conferencia Internacional para el
Desarrollo de África, que sesionó en Yokohama (centro de Japón), no
escapó a este abecé.
A la sazón, la noticia de que los nipones duplicarían su ayuda a
ese continente ocupó los titulares de la "gran prensa", mientras, en
segundo plano quedaba otra realidad que por tradicional poco
sorprende: el incumplimiento de las promesas de asistencia a las
naciones africanas por parte de los países desarrollados, reconocido
por organismos internacionales y personalidades participantes.
De acuerdo con fuentes de la ONU, la Ayuda Oficial al Desarrollo
(AOD) se redujo en los últimos años y la comunidad de donantes ha
incumplido el compromiso de aumentar en 25 000 millones de dólares
anuales sus contribuciones para ese fin, formulado en el 2005 en
Escocia por el Grupo de los Ocho (G8) —los siete países más
desarrollados y Rusia.
La publicación de los datos provisionales sobre la AOD en el 2007
indica que la asistencia para el progreso por parte de las naciones
que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE) disminuyó en un 8,4% en el último año, y solo
Noruega, Dinamarca, Luxemburgo, Suecia y Holanda destinan a ello el
0,7% de su Producto Interno Bruto, ninguno figura en la nómina del
G8.
Asha-Rose Migiro, vicesecretaria general de la ONU, advirtió en
la Conferencia que, debido a la crisis alimentaria actual y al
encarecimiento de los combustibles, los limitados avances desde la
aprobación de los Objetivos para el Desarrollo del Milenio (ODM) en
los cuales se prevé la reducción de la pobreza para el 2015, se han
desvanecido en África.
Estadísticas de la FAO señalan que 45 millones de africanos se
han incorporado a las víctimas de la malnutrición crónica en los
últimos 15 años, con lo que ya ascienden a 220 millones, es decir,
uno de cada tres habitantes del continente.
Al concluir la conferencia, los dignatarios de 52 países
africanos presentes en la cita coincidieron en que para lograr los
ODM es necesario voluntad política y un aumento de los fondos, y
plantearon sus exigencias al G8.
Según un informe de la OCDE publicado en el mes de marzo, Japón
retrocedió, por primera vez en 35 años, al puesto quinto de donantes
internacionales. Su último ofrecimiento se suma a una larga lista de
desembolsos hijos del desarrollo que llegan a su destino diezmados,
si es que lo hacen, tras levantar no pocas sospechas por posibles
lavados de conciencias.
Aunque ahora la nación asiática haya "abierto" su bolsillo, para
comprometerse a invertir en los próximos meses 2 500 millones de
dólares en diferentes proyectos productivos y destinar otros 4 000
millones a préstamos para el desarrollo agrícola y obras de
infraestructura; todavía la "ayuda" debe sortear los pagos por
concepto de intereses de la deuda externa, que exigen tanto el FMI
como el Banco Mundial, vallas infranqueables para un continente que
asiste, sediento, a ver cómo se le escurre el agua en la canasta.