El
3 de junio Barack Obama entró de manera práctica en la historia de la
política norteamericana como el primer negro (afroamericano) que
alcanza la candidatura a la presidencia de la república por uno de los
dos partidos principales en Estados Unidos. De paso lograba otro
punto: efectivo líder nacional del Partido Demócrata.
Una "corrida" de superdelegados que de manera individual expresaron
su apoyo a Obama antes de que cerraran las urnas de las primarias
celebradas ese día en South Dakota y Montana, catapultaron al senador
por Illinois, con un total de 2 144 delegados, por encima de la
barrera de los 2 118 necesarios para asegurar la nominación en la
Convención Nacional del Partido Demócrata que se celebrará a finales
de agosto en Denver, Colorado.
Al final fueron los "patricios" demócratas (los superdelegados)
quienes pusieron el peso en la balanza a favor de Barack Obama. Ahí
está la clave que decidió la nominación por el Partido Demócrata. Es
reflejo de un amplio rechazo a la idea de regresar al clan Clinton por
posibles ocho años más a la Casa Blanca.
El apoyo de los superdelegados era esencial para culminar la
estrategia de la campaña de Hillary Clinton, en pos de la nominación.
La idea era asegurar un número considerable de delegados electos en
las contiendas a celebrarse temprano en la campaña, hasta el 4 de
marzo, poniendo énfasis en los estados de mayor población y, por
tanto, de mayor número de delegados. El resto de los votos los
proveerían los superdelegados.
Pero Hillary, aunque ganó los estados previstos, no logró la
cantidad deseada de delegados, porque la estrategia de la campaña de
Obama, al concentrarse en los pequeños estados con caucuses y
en los distritos congresionales más populosos (fundamentalmente
urbanos) donde podía movilizar a una buena cantidad de votantes (afroamericanos,
jóvenes), fue también exitosa y efectiva.
Los superdelegados no se comportaron de la forma prevista por la
campaña de Clinton. Los números lo confirman. A comienzos de enero del
2008, Clinton tenía una ventaja de 96 superdelegados (165-69). A
principios de febrero la diferencia no había variado sustancialmente;
era de 93 delegados (198-105), pero a fines de febrero había
disminuido considerablemente a 64 delegados (238-174). Al concluir
marzo, se redujo a 34 (246-212); terminando abril era de 22 (257-235)
y ya en mayo Obama sobrepasó a Hillary en el apoyo de los
superdelegados, concluyendo el mes con 315,5 por Obama y 279,5 por
Clinton.
Idea de lo fuerte que es el rechazo a Clinton quedó demostrado
cuando en marzo y abril Obama estuvo sometido a fuertes ataques que
desestabilizaron su campaña, producto de sus declaraciones en San
Francisco acerca de que en las pequeñas poblaciones y áreas rurales
sus habitantes se aferraban a la religión y a las armas por la
irritación que sentían ante la actuación de los gobiernos, y la forma
en que se vio involucrado en las declaraciones consideradas extremas
del pastor Jeremy Wright; la ventaja de Clinton, en cuanto al apoyo de
superdelegados se redujo en no menos de 20.
Además, también Obama gozaba de una amplia ventaja en delegados
electos en las primarias y caucuses. El resultado era
inevitable. Clinton había perdido la batalla por la nominación, pero
había caído en un "estado de negación". Se empeñó en seguir en la
contienda frente a todas las evidencias que demostraban que la lucha
por la nominación estaba decidida a favor de Obama.
Ni siquiera aceptó reconocer la victoria de Obama con los
resultados del 3 de junio. En un acto en New York anunció que esa
noche no tomaría una decisión. Evadió el ritual en estos casos, donde
el derrotado reconoce que ha perdido y felicita a su rival. Se limitó
a hablar bien de Obama y declarar que "es un honor considerarlo mi
amigo". Dijo que se tomaría unos días "para consultar con sus
partidarios y con los líderes del partido para determinar cómo seguir
adelante, guiándome por los mejores intereses de mi partido y mi
país". Un comentarista calificó la actitud como "fiera determinación u
obsesión absoluta".
Finalmente, luego de una reunión que sostuvo Hillary el 4 de junio
con líderes demócratas en las instalaciones del Capitolio en
Washington, uno de sus principales asesores, Howard Wolfson anunció
que el sábado 7, la candidata celebraría un acto donde "expresaría su
apoyo al señor Obama y la unidad del partido". Otro asesor dijo que
Hillary "aceptaría la derrota, felicitaría al señor Obama, lo
proclamaría como el candidato y prometería hacer lo necesario para
asegurar su victoria en noviembre".
La actitud de Hillary chocó con las posiciones de importantes
dirigentes del Partido Demócrata. El 4 de junio a las 7 a.m., circuló
una declaración conjunta del líder de la mayoría demócrata en el
Senado, Harry Reid; de la presidenta de la Cámara de Representantes,
Nancy Pelosi; del gobernador de West Virginia, Joe Manchin III,
presidente de la Asociación de Gobernadores, y de Howard Dean,
presidente del Comité Nacional Demócrata; señalando que "hemos llegado
al final del proceso de primarias y caucuses y los votantes han
hablado", instando "a los superdelegados aún no comprometidos a
expresar su opinión antes del viernes (6 de junio)".
La irritación con la posición de Hillary Clinton se hizo más
evidente en el comentario hecho por el representante afroamericano por
New York, Charles B. Rangel, vicepresidente de la campaña presidencial
de Hillary Clinton, y quien le ha dado cerrado apoyo desde su
aspiración a senadora por New York en el 2000. Dijo Rangel a los
periodistas: "Prometimos apoyarla hasta el final. Nuestro problema es
no poder determinar dónde demonios está el final."
Mientras tanto, Obama proclamó su triunfo desde la noche del 3 de
junio, en un acto celebrado en el ExCel Energy Center, stadium de
hockey de la ciudad de Saint Paul, estado de Minnesota, simbólicamente
el mismo lugar donde el Partido Republicano efectuará en septiembre
próximo la investidura de John McCain como candidato presidencial. Al
dirigirse a los miles de partidarios allí congregados, atacó a sus
contrincantes republicanos, señalando: "Esta noche marcamos el fin de
una histórica jornada con el comienzo de otra —una jornada que traerá
un nuevo y mejor día para América (Estados Unidos)"—. Posteriormente
señaló: "Lo que ustedes no se merecen es otra elección regida por el
miedo, las insinuaciones y la división. Lo que no oirán de esta
campaña o de este partido es el tipo de política que usa la religión
como una cuña y el patriotismo como una baqueta, que ve los oponentes
no como un desafío, sino como enemigos a satanizar".
Las actividades posteriores de Obama han sido una presentación el
miércoles ante el American Israel Public Affairs Committee (principal
grupo de lobby pro-israelita en EE.UU.), un voto en el Senado sobre el
presupuesto y una visita al estado de Virginia el jueves, luego de lo
cual ha anunciado que tomará unos días de recogimiento privado para
pensar sobre la estrategia para la campaña de las elecciones
generales.
Reconociendo la evidencia de que el sector de Clinton es una
importante fuerza en el Partido Demócrata, tanto Obama como sus
principales asesores han sido sumamente cuidadosos al referirse a
Hillary Clinton. Obama se ha expresado en términos elogiosos sobre su
rival, declarando que tendrá un lugar prominente en la realización de
programas de gobierno con la atención universal a la salud, en la
transformación de la política energética y en la lucha para sacar a la
niñez de la pobreza.
Sin embargo, Obama y sus asesores no han reaccionado con entusiasmo
a la idea de conformar una candidatura llevando a Hillary Clinton como
vicepresidenta. Por el contrario, los asesores de la campaña de Obama
indican que no hay ninguna prisa para designar al vicepresidente.
Obama ha creado un comité de tres personas para examinar posibles
candidatos a la vicepresidencia, compuesto por Carolina Kennedy, la
hija del asesinado presidente John F.; el ex vice- fiscal general
durante la administración de Clinton, Eric Holder; y el ex ejecutivo
principal de Fannie Mae, financiera de hipotecas, y conocida figura en
los círculos de Washington, Jim Jonson.
A favor de la candidatura vicepresidencial de Hillary Clinton se ha
movilizado la influyente figura afroamericana de Chicago, Bob Johnson,
fundador de la empresa de difusión Black Entertainment Network, quien,
entre otras cosas, se ha dirigido a los congresistas afroamericanos
del Black Caucus, proponiendo la creación de la llamada "candidatura
de ensueño" Obama-Clinton.
En las próximas semanas se le presentan a Obama algunas importantes
e ineludibles cuestiones. Una primerísima es lograr un entendimiento
con las distintas vertientes del Partido Demócrata y en especial con
el grupo de los Clinton. Esto requerirá de cuidadosas negociaciones
donde Obama tendrá que lograr el máximo de apoyo, evitando comprometer
innecesariamente su control sobre aspectos básicos de la campaña. No
es previsible que se produzca inicialmente un acuerdo sobre una
indeseable decisión (para los intereses de Obama) que incorpore a
Hillary como candidata a la vicepresidencia.
Por otra parte, Hillary tiene un interés personal monetario que
debe resolver. La deuda de decenas de millones de dólares de su
campaña electoral, una parte importante de la cual se la debe a ella
misma. Y un camino, casi el único, para resolver el asunto sería que
de una forma u otra se mantuviese activa su campaña.
Otra cuestión esencial es trazar una estrategia y una táctica para
la campaña de las elecciones generales, que aunque técnicamente
comienza después del 8 de septiembre, en realidad ya ha empezado desde
el mismo 3 de junio. En esto John McCain lleva una relativa ventaja en
el tiempo, ya que en su caso alcanzó la nominación desde inicios de
marzo pasado.
Es vital para cualquier candidato garantizar tres cosas: a)
asegurar los estados que desde 1992 han votado siempre por el
candidato del partido (son 18 estados por cada partido), b) procurar
ganar la mayor parte de los estados que en esas elecciones han
"oscilado" o "pendulado" entre el apoyo a un demócrata o un
republicano (son los restantes quince estados), c) tratar de
arrebatarle al otro partido algunos de los 18 estados considerados
seguros. Los estados que se determinen en una de las dos últimas
candidaturas constituirán lo que en el argot de la política electoral
norteamericana se conoce como "el campo de batalla".
Se dice fácil, pero es una cuestión de alta complejidad política y
logística en la cual el lado demócrata ha sido favorecido por lo
prolongado y lo reñido de la campaña de primarias y caucuses,
donde han tenido que luchar cerradamente en cada uno de los 51
estados.
* El autor es especialista en Relaciones Internacionales y fue jefe
de la Sección de Intereses de Cuba en Washington de 1977 a 1989.