Las afecciones diarreicas, que en esta etapa del año tienden a
incrementarse, están asociadas al agua que bebemos, a prácticas
inadecuadas de manipulación de alimentos y a la falta de saneamiento
ambiental.
Es esencial por ello ser vigilantes y cuidadosos de la higiene
personal y de nuestro entorno, y, también, en la elaboración de
alimentos. El lavado sistemático de las manos es fundamental en su
prevención.
Los niños y los ancianos principalmente deben de acudir al médico
en cuanto se les presente la primera manifestación de la enfermedad,
la diarrea, acompañada o no de vómitos, fiebre y toma del estado
general.
Sea cual fuere la causa —bacterias, parásitos, virus— esta
afección precipita una pérdida aguda de líquidos y electrolitos
(sales corporales que ejercen, entre otras funciones, la retención
de los líquidos en el organismo), lo que lleva a la deshidratación
y, si no se aplica tratamiento de inmediato, se convierte en una
causa de mortalidad. Otro de sus principales efectos nocivos es la
desnutrición, fundamentalmente en menores de cinco años.
La doctora Vivian Mena Miranda, responsable del Grupo de Trabajo
para el Control y Manejo de la Enfermedad Diarreica Aguda dentro del
Grupo Nacional de Pediatría del Ministerio de Salud Pública, valora
"como pilar fundamental" del tratamiento la rehidratación oral y,
asimismo, una alimentación nutritiva y balanceada, no administrar
remedios caseros y menos aún antibióticos sin prescripción
facultativa, y mantener la lactancia materna en los recién nacidos.
Los líquidos como el agua común, la de coco, jugos de frutas
naturales, pueden ingerirse a libre demanda del paciente, como
también sopas y caldos, fríos o calientes. En niños básicamente
están contraindicados el té negro o de hojas verdes y los refrescos.
Redoblemos en este ardiente verano los cuidados de nuestra salud
y de toda la familia.