Durante
varios días se exhibe en el Chaplin el filme ruso El jinete
llamado muerte (2004) en ocasión de encontrarse en nuestro país
su realizador, Karen Shajnazarov, director de los estudios Mosfilm y
un viejo conocido del espectador cubano a partir de la calidad de
sus películas, algunas de las cuales están siendo vistas también en
una retrospectiva.
El jinete llamado muerte toma su título del Apocalipsis,
último libro del Nuevo Testamento, texto rico en alegorías y por lo
tanto sujeto a numerosas interpretaciones. La cinta fue una de las
más exitosas en su país en los últimos tiempos y aunque se trata de
una obra de ficción, se sustenta en una novela autobiográfica
impregnada de un devoto misticismo y escrita por Boris Savinkov, a
quien en su tiempo se le conoció como "el rey del terror".
Si bien una de las virtudes de la película de Shajnazarov lo
constituye el trazado artístico del personaje y sus motivaciones,
hay algunos aspectos que merecen un comentario de signo histórico.
Boris Savinkov perteneció al llamado Partido de los Socialistas
Revolucionarios, que contrario al partido Bolchevique abogaba por
cambios sociales menos radicales, es decir, revolución contra los
monarcas, pero no demasiada revolución. Fue Savinkov un enemigo
declarado del zarismo y para combatirlo se convirtió en un teórico
(y ejecutor, él mismo) de los métodos terroristas encaminados a
eliminar a figuras prominentes de la autocracia. Hizo del terror un
ideal en sí y las cuestiones programáticas tenían una importancia
secundaria, o simplemente ninguna.
Es conocido que los miembros del partido de Savinkov —siempre con
la dinamita en la mano— se consideraban más revolucionarios que los
marxistas. Lenin calificaría a esos social-revolucionarios, y en
especial a Savinkov, con una frase impar: "un radical burgués con
bombas en los bolsillos". Y no se equivocó. Savinkov demostró no
comprender ni sentir el marxismo y muy pronto se pasó a las filas de
la contrarrevolución. Tal como había hecho con prominentes figuras
del zarismo, volcó las armas del terror contra dirigentes de la
Revolución Socialista de Octubre, se puso al servicio de las
potencias que marcharon en contra de la URSS, fue ministro de guerra
con Kerenski y organizó la insurrección antisoviética de Yaroslav,
en el verano de 1924.
Algunos de los aspectos anteriores no aparecen en la película
porque lo que al director le interesa, y lo logra, gracias también a
las excelentes actuaciones, es trazar un perfil del mundo, tanto
físico como mental en que se movió el personaje. Un drama
psicológico bien armado y en el que no faltan espacios para los
conflictos amorosos y, por supuesto, los indispensables elementos de
acción, aunque sin llegar al thriller (los hechos de violencia que
aparecen en el filme fueron reconstruidos a partir de una
rigurosidad histórica).
Los que lo trataron dejaron constancia de que Savinkov tenía una
personalidad muy complicada, e inmerso en su devastación moral trató
de superar una crisis espiritual perenne. Su nivel intelectual era
alto, conocía las obras de Nietzsche y de Dostovieski y los que
leyeron el libro que da pie a la película afirman que su capacidad
descriptiva es excelente. De ahí el mérito del director Shajnazarov
de entrar en una mente y un tiempo histórico tan complicados y
devolvérnoslos de una manera artísticamente convincente.