Dos vidas, un ideal

René Castaño
rene.cs@granma.cip.cu

Los torturadores del régimen batistiano se disputaron al joven que en mayo de 1958 fuera detenido en Santiago de Cuba, cuando se disponía a incorporarse a las fuerzas del Ejército Rebelde. Su nombre Gustavo Ameijeiras, integrante de una familia de combatientes revolucionarios, y su ficha, resaltaba en los oscuros archivos represivos de la tiranía desde los lejanos días del Moncada.

Gustavo Ameijeiras y Julio César González, según algunos testimoniantes, fueron detenidos juntos en Santiago de Cuba.

En 1953 había sido apresado por primera vez, ocasión en la que sufrió las primeras sesiones de torturas. Paralelamente, estableció vínculos indisolubles con el movimiento revolucionario y su líder Fidel Castro.

Una vez liberado trabajó en la organización de las brigadas del M-26-7 y en la distribución de la primera tirada de La Historia me Absolverá. En su fructífera labor clandestina dirigió y encabezó frecuentes actividades de acción y sabotaje contra las huestes de Fulgencio Batista.

A mediados de 1957 fue detenido nuevamente y torturado con ensañamiento. Confinado al Castillo del Príncipe, allí organizó junto a su hermano Ángel (Machaco) y a Sergio González (El Curita), círculos de estudio para la capacitación de los jóvenes revolucionarios.

A la salida de la prisión, El Curita lo convenció de que era necesaria su presencia en La Habana para la Huelga General Revolucionaria. Al fracasar esta, el 9 de abril, reinició sus gestiones para incorporarse al Ejército Rebelde. Según ciertos testimonios, partió a finales de abril hacia Santiago de Cuba, acompañado de Julio César González, con ese fin. Nunca pudieron llegar a la Sierra.

Julio César no era un acompañante ocasional. Él y Gustavo se habían conocido en la lucha revolucionaria y coincidieron en la galera número uno del Príncipe.

Había nacido en Holguín, de padre dominicano y madre venezolana. Se sabe que estudió la primaria en su ciudad natal y que muy joven quedó huérfano. Ante las injusticias y la represión que caracterizaban al país, Julio César decidió abrazar la causa revolucionaria.

Algunos testimoniantes aseguran que fue detenido con Gustavo en Santiago y remitido a las dependencias del Servicio de Inteligencia Militar. Después ya nunca se supo de ellos. Se supone que sus restos fueron arrojados al mar.

La fecha y el lugar exacto de sus muertes quizás jamás se conozcan, pero sus ideales fueron inmortalizados pocos meses más tarde en la grandiosa obra emprendida por la Revolución triunfante.

 

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