Basura como comida

ARNALDO MUSA

Son noticias de ayer, de hoy, posiblemente de mañana en Filipinas: "Avalancha de basura mata a más de 200 personas". No es que solo este tipo de cosas ocurra en el archipiélago, pero allí es más frecuente y notorio. Puede ser en la Tierra Prometida, en Manila; la Montaña Humeante, en Mindanao, en cualquier lugar de una nación donde de los 78 millones de habitantes, 26 millones están en la extrema pobreza.

El único sustento.

La televisión mostró hace unos días un panorama de la vida en esos parajes: una joven escarba en busca de desperdicios, los cuales freía en una gran sartén junto con lo recolectado por un grupo de niños, que luego degustaban aquello como el mejor de los manjares.

Las imágenes muestran a pequeños y adultos recogiendo su mercancía vendible y comible entre los desperdicios, sin dejar de mirar a las cámaras, despreocupados, con una mezcla de pasividad y aceptación.

Esto era en las inmediaciones de la localidad de Payatas, habitada por familias con muchos hijos de todas las edades, quienes, descalzos, hurgan a diario en la masa pestilente. A escasos metros, se encuentran las "viviendas", donde sus madres cocinan algunas de las sobras. Grandes humaredas oscurecen el ambiente, y lo más terrible es que algunos niños, ignorando el peligro, excavan y se introducen en los grandes montones de basura.

Esto sucede en todas las épocas, con todos los gobiernos, que culpan generalmente de cualquier tragedia a las lluvias del monzón, que debilitan los cimientos de las montañas de desperdicios en los vertederos del país.

En definitiva, estos lugares no son excepcionales en una nación donde un centenar de familias controlan la mitad del suelo, dos tercios de la Bolsa y todo el poder político para que nada cambie.

Por la televisión se observa cómo, cuando llegan los camiones en fila india a su destino, el conductor acciona el sistema hidráulico y el depósito de carga empieza a inclinarse en un movimiento que cientos de personas siguen con la mirada. El camión da unos culatazos, se desprende de los últimos desperdicios y todos saben que ha llegado el momento. Pueden arrojarse sobre la basura.

ARROZ "AMARGO" Y CORRUPCIÓN

Toda esta situación tiende a agravarse en una nación otrora exportadora de arroz y ahora uno de los principales importadores mundiales de un producto cada vez más caro. Aparte de la reducción del suministro internacional de la gramínea y el acaparamiento, otras razones para el alza de los precios en Filipinas se atribuyen a la marginalización del sector agrícola por las autoridades.

El precio de los fertilizantes importados se duplicó el año pasado, pasando de 700 pesos (17,5 dólares) por un saco de 50 kilogramos a los 1 400 pesos (35 dólares). Además, los fertilizantes químicos también se encarecen, porque se producen con petróleo, cuyos precios también están subiendo.

El aumento de subsidios para el cultivo de arroz y para el mercado minorista puede empeorar la situación fiscal del país, pero la escasez de alimentos para millones de habitantes con pocos recursos, como los que "viven" de la basura, provoca inestabilidad política.

Todo ello se realiza bajo un signo común: la corrupción, que ha arrebatado a la nación el dinero necesario para construir escuelas, mantener el suministro de agua potable, dar electricidad, dotar de carreteras a las ciudades y establecer un sistema de salud al que todos puedan acceder.

De ahí que las enfermedades no son solo problemas para quienes viven, trabajan y comen en basureros, porque el 90% de la población subsiste con bajos ingresos, mientras que 10 de cada 1 000 familias son increíblemente ricas, viven en el lujo y la opulencia, y compran en ostentosos centros comerciales de Manila, una ciudad donde cuatro millones de sus 14 millones de habitantes carecen de viviendas.

 

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