Desde el pasado 6 de mayo, los medios de difusión en Estados Unidos
desbordan con comentarios, análisis, pronósticos, opiniones,
encuestas, comparaciones acerca del estado de la disputa entre Hillary
Clinton y Barack Obama por la nominación del Partido Demócrata a la
presidencia de Estados Unidos. Pero en una cuestión hay consenso:
Barack Obama es virtualmente el candidato demócrata.
Mientras Obama se comporta como "el candidato" y piensa proclamarlo
así el próximo 20 de mayo, después de concluidas las primarias en
Oregon y Kentucky, su rival Hillary Clinton se aferra a la ilusión de
que "algo" pondrá en sus manos la nominación. Clinton actúa contra
toda lógica y contra los hechos y las matemáticas. Parece soñar, no en
"la sueño de una noche de verano" shakespereana, sino en el cuentos de
hadas de "La bella Durmiente" de los hermanos Grimm, esperando que el
príncipe venga a despertarla con un beso, que en este caso es la
nominación.
En importantes órganos de prensa a lo largo y ancho de todo el
país, de diferentes tendencias e inclinaciones, se repiten los
consejos, llamamientos y recomendaciones a Clinton para que haga mutis
con gracia y dignidad, pero la senadora y ex Primera Dama no atiende a
razones. Por eso, aunque prácticamente nadie le otorga importancia a
la amplia victoria que alcanzó el martes 13 en las elecciones
primarias de West Virginia (victoria que hasta el propio Obama
reconoció desde días atrás), Hillary la ha utilizado para reafirmar
que continuará disputándole a Obama la nominación.
En West Virginia, Hillary superó a Obama por más del 40% de los
votos y sumo al menos 20 delegados más, para alcanzar un gran total de
1717 contando delegados y superdelegados. Obama ganó 8 y totaliza
ahora 1883,5. La ventaja de Obama es de 166,5 delegados y necesitaría
142,5 delegados más para alcanzar los 2026 necesarios para asegurar la
nominación.
Hillary pareció suavizar en algo su posición al declarar de que se
mantendrá luchando por lo nominación hasta que todos los delegados
sean electos. El fin del proceso de primarias será el 3 de junio.
El número de delegados en la Convención Demócrata subió hoy en 1,
porque el demócrata Travis Chiders, de Mississippi, ganó la elección
para un cargo vacante en la Cámara de Representantes. La victoria
preocupa a los republicanos porque es la tercera vez que un demócrata
desplaza a un republicano en un distrito que se consideraba seguro en
manos republicanas y esto puede ser presagio del ambiente para las
elecciones de noviembre.
Más allá de los rejuegos que se hacen con los cálculos sobre
delegados que quedan por ser elegidos, o de superdelegados por
comprometerse, o de porcentajes de hombres blancos de bajos ingresos y
nivel de escolaridad, o de negros, hispanos, etcétera que votan por
uno u otro aspirante, lo cierto que lo que se manifiesta en este final
de campaña es una lucha por el poder entre los diversos grupos o
sectores que se aglutinan en el Partido Demócrata.
De todos los sectores y tendencias dentro de los demócratas, el
encabezado por Bill y Hillary Clinton es por mucho, aún ahora, el más
fuerte. Cuentan con el amplio reconocimiento de su nombre a nivel
mundial. Tienen extensas y poderosas relaciones personales en todo el
territorio nacional y en prácticamente todos los países. Acumulan
experiencia política y de ejercicio del poder como resultado de haber
ocupado en el transcurso de tres décadas los máximos cargos a nivel
estadual y nacional y, en el caso de Hillary por casi ocho años como
senadora. Conocen al detalle el funcionamiento de las maquinarias y
mecanismos electorales en los estados y en la Nación. Han forjado
lealtades políticas en todas las instancias. Conocen importantes
figuras del mundo empresarial en todos los sectores. Cuentan con una
apreciable fortuna personal, superior a cien millones de dólares.
Por eso desde que comenzó la pugna electoral se consideró a Hillary
Clinton como una candidata imparable en su aspiración a la nominación
demócrata. No había ninguna figura entre los más experimentados y
conocidos políticos demócratas que le pudiera oponer resistencia
apreciable. Así se demostró en la campaña cuando uno tras otro
tuvieron que abandonar la lid: Christopher Dodd, Bill Richardson,
Joseph Biden, John Edwards.
Pero surgió la figura del menos conocido entre todos. Un político
joven, con menos de cuatro años de experiencia en un cargo electivo
federal, sin grandes medios financieros personales y pocos vínculos
más allá de los limites de su estado, Illinois. Además, negro y con un
nombre poco común: Barack Hussein Obama.
En el tercer trimestre del año 2007 Obama dio la primera sorpresa
al lograr equipararse con Hillary Clinton en cuanto a fondos
electorales alcanzados. Después logró imponer el tema del cambio en el
debate electoral y comenzó a alcanzar y hasta sobrepasar a Hillary
Clinton en muchas encuestas. Finalmente, ganó los caucuses de Iowa
mientras Hillary quedaba relegada a un humillante tercer lugar, como
comentamos oportunamente.
Ese fue el comienzo del fin de la aspiración de Hillary Clinton. La
victoria de Obama en Iowa el 3 de enero fue como una chispa que
incendió la pradera de los demócratas que no comulgaban con los
Clinton y rechazaban lo que se dio en llamar la sucesión dinástica de
Bush a Clinton. Para estos elementos, Obama podía ser el candidato que
estaban buscando.
Hillary y Bill Clinton han demostrado que no son un factor de
unidad en las filas demócratas. El "factor" rechazo (ya advertido en
la semblanza que escribimos sobre Hillary) fue siempre la mayor
debilidad de la actual aspirante, no solamente entre el simple votante
sino también entre las figuras demócratas no clintonianas, que viene a
ser todo el resto del Partido. Si algo logran los Clinton es la unión
de los restantes grupos demócratas en su contra.
Prácticamente ningún superdelegado comprometido con Obama ha
cambiado su alianza, mientras que si lo han hecho varios de los que
inicialmente establecieron su compromiso con Hillary. Igualmente,
Hillary ha perdido la ventaja de más de cien superdelegados que gozaba
al comienzo de enero 2008 y ya Obama la ha sobrepasado en cuanto al
apoyo de superdelegados. Ninguno de los candidatos que se han retirado
de la contienda ha expresado su apoyo a Hillary, pero Bill Richardson
si anunció el apoya a Obama, lo que provocó que un funcionario de la
campaña de Clinton lo calificara de "Judas".
El segundo golpe que recibió Hillary. Fue la victoria de Obama en
las primarias de South Carolina el sábado 26 de enero. Alli Obama
mostró que podía ganar en un estado populoso, superó a Hillary con el
doble de votos y dio el tiro de gracia a la aspiración de John Edwards.
Al dia siguiente, Obama logró el endoso de un importante cabeza de
grupo "anti-clintoniano", el senador Edward Kennedy, quien hasta ese
momento había dicho que se mantendría "neutral" en la contienda.
Un tercer golpe, y visto en retrospectiva fue el decisivo, lo
recibió Hillary el 5 de febrero en el "Gigamartes". Ya se sabía que en
esa fecha no podría alcanzarse el objetivo inicial de la campaña de
Clinton, que era lograr sellar la nominación con los delegados que
ganaría en las 24 primarias y caucuses que se celebraron en ese día.
Hillary obtuvo una pequeña ventaja en delegados que no rompió el
virtual empate entre los dos únicos aspirantes que se mantenían en la
lucha.
De ahí en adelante todo ha ido "cuesta abajo" para la senadora por
New York, a pesar de ponerle "al buen tiempo buena cara" aprovechando
pírricas victorias en las primarias de Texas y Ohio el 4 de marzo, la
de Pennsylvania el 22 de abril, la de Indiana el 6 de mayo o la última
en West Virginia el martes 13. Es prácticamente seguro que, de seguir
en la campaña, Hillary gane la votación popular el 20 de mayo en
Kentucky y el 1º de junio en Puerto Rico, pero ya es, con licencia de
Garcia Márquez, "la crónica de una muerte anunciada"
El "milagro" que espera Clinton es que con el desempeño que ha
tenido en estos últimos comicios, los superdelegados cambien en masa
su actual definición y vuelquen su apoyo hacia ella. Tendrá que lograr
también que el próximo 31 de mayo, el Comité de Reglas del Partido
Demócrata le otorgue una amplia mayoría de los delegados que
corresponden a Michigan y Florida, cuya representación en la
Convención le ha sido retirada por violar las normas establecidas por
el Partido.
Mientras tanto, Obama va consolidando su ventaja en delegados,
superdelegados, votos populares, estados ganados, dinero recaudado. Ha
demostrado que puede servir de elementos unificador de todas las
tendencias del Partido Demópcrata; que constituye un atractivo para
los votantes no afiliados a ninguno de los dos partidos y a los
republicanos descontentos. Ha creado una organización en su campaña
capaz de motivar a los jóvenes a votar, algo que ningún político
demócrata ha logrado, quizás desde 1968 cuando Robert F. Kennedy
aspiraba a la presidencia y fue asesinado.
Si Obama llegase finalmente a ser nominado (y sólo un acto
insospechado lo podrá evitar) tendrá ante si grandes desafíos. El
primero y más importante es atraer el voto de la población blanca, en
una sociedad como la norteamericana en que los prejuicios raciales son
muy fuertes. En segundo lugar, tendrá que asegurar el efectivo apoyo
de la facción "clintoniana" del Partido Demócrata. En tercer lugar,
llevar a las urnas a los jóvenes para que voten por él. Cuarto,
garantizar el voto a su favor de una proporción importante de los no
afiliados y de los republicanos descontentos.
Mucho puede contribuir en esta dirección la selección de un
adecuado candidato vicepresidencial y el diseño de una estrategia
correcta para la campaña de las elecciones generales.
Aún queda mucho tiempo en la campaña para hacer pronósticos
adelantados, pero de lo que no hay dudas es de que Barack Obama ha
pasado de oscuro y poco conocido senador a ser una personalidad que
hace Historia en la política norteamericana.
*El autor es especialista en relaciones internacionales y fue Jefe
de la Sección de Intereses de Cuba en Estados Unidos de septiembre de
1977 a abril de 1989.