La Conchita vuelve al surco
Ronald Suárez Rivas y
Daniel Mitjans (fotos)
"Los números eran tan grandes que a uno se le quedaron grabados:
625 000 quintales de tomate, 400 000 quintales de guayaba, 525
toneladas de cascos en almíbar, 500 de mermelada, en una sola
campaña". Félix Cáceres no necesita hurgar en sus apuntes para hablar
sobre La Conchita.
“En
la medida en que aumente la materia prima podremos destinar mayor
producción para la población”, aseguran los trabajadores de La
Conchita.
"A veces se unía una cosecha con otra y los almacenes no alcanzaban
para guardar la pulpa. Se trabajaba doble turno casi todo el tiempo."
Durante medio siglo, las tierras de Vueltabajo habían garantizado
el abastecimiento de una industria cuyos productos llegaban al último
rincón de la Isla y a varios países del Campo Socialista. Por tanto,
pensar que para mantenerla funcionando habría que traer coco de Sri
Lanka, tomate de China, guayaba de Brasil, no cabía en la más atrevida
de las premoniciones.
Sin embargo, eso fue lo que sucedió.
DESAPARECEN LAS PLANTACIONES
El periodo especial provocó la caída brutal de la producción
agrícola destinada a La Conchita.
Hasta
hace dos años La Conchita procesaba coco de Sri Lanka, sin embargo,
las plantaciones de Pinar del Río no se explotaban.
Para los campesinos, mantener grandes extensiones de guayaba o
mango dejó de ser estimulante. Los precios establecidos resultaban muy
bajos. Era preferible venderle una lata de guayaba a un particular que
entregarle tres quintales al Estado, recuerda Jacinto Baños, de la
Cooperativa de Crédito y Servicio Pedro Rodríguez.
La falta de incentivos motivó que se dejaran de atender las
plantaciones y ello creó condiciones para la aparición de plagas. La
guayaba, que durante décadas había crecido de manera natural, empezó a
desaparecer, y en las áreas de mango penetró el marabú.
La
falta de atención creó las condiciones para la aparición de plagas en
las plantaciones de guayaba.
De los 14 centros de beneficio de frutas que había en la provincia
quedó uno solo. La escasez de materia prima obligó a cerrar tres de
las cuatro fábricas que integraban la empresa.
TRES LUSTROS DE IMPORTACIONES
Aún en esas condiciones, La Conchita logró sobrevivir apostándole a
un mercado fuera de Cuba, y a los centros turísticos y tiendas en
divisa. Pero en lugar de potenciarse el cultivo de la tierra que la
había abastecido desde 1937, se optó por traer las pulpas del otro
lado del Mundo.
Fara María Pérez, su directora general, cuenta que las primeras
importaciones datan de mediados de los noventa, y que en el 2006 se
llegaron a comprar 300 toneladas de tomate en China y 395 de guayaba
en Brasil.
El costo de esta decisión se incrementa por año. En la actualidad,
la tonelada de tomate se comercializa internacionalmente a 1 000
dólares y la de guayaba a 1 350, expresa.
Además, existen otros inconvenientes. La materia prima que se
adquiere en el exterior no tiene la misma calidad que la nuestra, ni
permite desarrollar determinadas líneas como la de cascos de guayaba,
que fue el renglón insignia de la fábrica y hoy ya no existe, agrega
Félix Cáceres, director de producción.
DE VUELTA AL SURCO
Ante esa realidad, el tema de la sustitución de importaciones,
después de 15 años de dependencia de los mercados externos, comienza a
ganar fuerza.
¿Si antes el sistema de la agricultura era capaz de abastecer a la
industria, por qué ahora no? Atribuirle toda la responsabilidad a la
falta de recursos o al clima significaría ocultar las consecuencias de
facilismos y estrategias equivocadas.
El caso del coco es un buen ejemplo. Hasta el 2006, mientras en
Pinar del Río permanecían cientos de hectáreas sin explotarse, se
traían 50 toneladas anuales de Sri Lanka.
"A solicitud de la dirección del país, evaluamos la posibilidad de
satisfacer la demanda de La Conchita con nuestros medios. Se permitió
la entrega directa de los campesinos a la fábrica y se elevó el precio
de compra", detalla Arsenio Dago Rodríguez, subdelegado de la
agricultura en el territorio.
Las medidas revelaron un potencial desconocido. De 50 toneladas
planificadas para el 2007, se lograron 117, y para este año se espera
superar las 225.
Desde el punto de vista económico, ello equivale a decir que el
costo de la tonelada de coco se reduce de 2 354 dólares a 1 702 pesos;
a los efectos de la industria, implica disponer de una materia prima
superior a la importada, pues a esta última hay que hidratarla con el
riesgo de que se oscurezca, según los especialistas.
CAMINO A LA RECUPERACIÓN
Precios más atractivos, mecanismos más eficaces de acopio,
programas para aumentar las plantaciones, han posibilitado un ligero
despegue también en otros renglones.
La producción de guayaba creció de 40 toneladas en el 2005 a 121 en
el 2007. Al mismo tiempo, se trabaja en la siembra de 130 nuevas
hectáreas.
En el caso del mango, se han creado fincas estatales en áreas que
llevaban varios años abandonadas, explica Dago Rodríguez.
No obstante, las atenciones siguen siendo insuficientes. "Las
plantaciones llevarían fertilizantes, fumigación, pero eso hoy no se
realiza", admite.
Por otro lado se dan contradicciones, que urge resolverlas por los
organismos competentes. Un ejemplo: aunque el valor del quintal de
guayaba para la industria se elevó a 50 pesos, al campesino le sigue
resultando más provechoso llevar su cosecha al mercado, donde recibe
180 por la misma cantidad.
Pendiente de lo que sucede en el campo, La Conchita aguarda porque
regresen los tiempos en que había materia prima para funcionar a plena
capacidad.
Llevamos años pidiendo que las frutas y los vegetales nos
abarroten, para poderle llegar a la población —expresa Israel Relova,
uno de sus trabajadores. "Esta industria se creó para producir en
grande". |