Los
árboles y las plantas nos dan sombra, madera, frutos; embellecen los
campos y las ciudades, y lo que es más necesario: nos ofrecen oxígeno
para la vida.
Pero cuando afectan tanto al ornato como a las viviendas que
habitamos, se convierten en un mal que debemos eliminar. ¿Por qué
dejar que crezcan hasta alcanzar enormes proporciones? ¿Por qué
permitirles que destruyan lo construido? ¿No es mejor "cortar el mal
de raíz"?
sí no tendríamos que llamar luego a Servicios Comunales —o al
organismo que corresponda—, para eliminar raíces y arbustos. Para
entonces serían costosas las reparaciones. ¡Crezcan los árboles!¼
Pero con medida y en el lugar adecuado.


