Entre tantos rostros no es posible pensar soledades. Lucen
desafiantes, con siluetas de esperanza que medio siglo después
continúa incitando. Así llegó la imagen de Cuba en las Plazas.
No hubo demasiado tiempo para el detalle, solo el lente pudo
retener a quienes presurosos y con cartel en mano, defendían la
Revolución a gritos.
Aglomerados marcharon y nuevamente la calle resultó estrecha.
Allí estuvo, la presencia de Fidel, el recuerdo de los que ya no
están y aún convocan, el ejemplo de los que lucharon por un
socialismo más humano¼ la resistencia de
Cinco hombres en nombre de todos.
El desfile fue una fiesta. Antes del sol, ya lo era, y el
entusiasmo, no por repetido cada Primero de Mayo, resultó menos
contagioso. Los 50 años de Revolución, los 70 de la Central de
Trabajadores de Cuba, la lucha por el regreso de nuestros Héroes,
fueron razones sobradas.
A ellas se unieron voces amigas de 61 países que hicieron suyos
los festejos, clamando por la justicia en un mundo cada vez más
desigual e injusto.
La palabra de orden es consagrarnos, dijo Salvador Valdés Mesa.
Tenemos retos: nos espera la tierra para cultivar, la indisciplina
que combatir, la calidad del servicio que debemos dar, la burocracia
a eliminar, la explicación a lo que debe ser explicado, la defensa
de lo alcanzado.
El real colorido llegó más allá de las banderas, trajes o
carteles. Fue la gente, diversa y común, la que hizo de este Primero
de Mayo un homenaje hermoso. Ancianos de bastón, impedidos en sus
sillas de rueda, bebés en coches, grupos de trabajo, jóvenes
rebeldes y comprometidos en no fallar, héroes y heroínas del
trabajo. Todos por la unidad, la firmeza y la victoria.
Así surgieron estas imágenes, entre la multitud y la esperanza
por lo mejor y posible. Y cuesta trabajo, como dijera el Apóstol,
reprimir las ideas cuando el sol expande, los trabajadores marchan,
y el mundo se hincha.