Hubo hasta quien acarició la probabilidad de que los discípulos
de Rosique consiguieran la añorada clasificación. Pero la fantasía
no alcanzó para tanto, y el joven elenco en definitiva "cogió su
paso".
De algún modo comprensible si tomamos en consideración que ganar
en la pelota cubana constituye una tarea ciertamente difícil. El
nivel de nuestro béisbol es bien alto y por consiguiente los equipos
débiles se quedan generalmente sin opciones. Son contados los
milagros.
Por otra parte, en el deporte los estragos acumulados no
desaparecen de hoy para mañana. Y ese precio adicional lo pagó
quizás el conjunto matancero. No es menos cierto, sin embargo, que
los Cocodrilos abandonaron el frío sótano en la tabla de posiciones
y sumaron 34 victorias, ocho más que las logradas en la campaña
precedente.
Yadil
Mujica
En cuanto a juegos ganados, fue un resultado bien próximo al
pronosticado por el director Rigoberto Rosique, quien en entrevista
para este rotativo comentó que lo esencial no eran los triunfos sino
que el equipo jugara bien a la pelota, en un ambiente de disciplina
y plena entrega en el terreno.
En general, la actuación de los matanceros dejó una impresión
tranquilizadora. Anima haber visto a un conjunto sin apatía, con un
juego alegre y dispuesto a vender cara cada derrota, que pudo
incluso entregarse más a fondo de haber apostado un por ciento mayor
a la velocidad y al juego agresivo, dada la juventud de sus
peloteros; un equipo que se dejó arrastrar por el entusiasmo creado
en la provincia en virtud del necesario rescate de esa disciplina en
todos los municipios desde las edades más tempranas.
Fue eso lo más alentador, al margen de los éxitos y reveses. Una
nota de alivio para la mala imagen dejada en los últimos torneos, y
una prueba de lo que puede alcanzar el atleta cuando se empeña con
mayor dedicación. Del saldo se deduce, además, que el proceso de
reconquista de la pelota en la provincia puede acelerarse y que no
es preciso esperar una eternidad para recuperar el esplendor de los
tiempos de aquellos legendarios Henequeneros.
El lado más frágil fue el pitcheo. Un cuerpo de lanzadores
inexpertos, con abridores de pocos recursos, y relevistas incapaces
de soportar unas entradas más. Yoannis Negrín, con 11 triunfos,
salvó la honrilla. Sin la menor frustración habrá que seguir
insistiendo con esos muchachos y continuar en la pesquisa de algún
talento sin pulir.
Garlobo y Mujica sobresalieron en lo individual. El primero fue
líder de los bateadores y demostró una vez más, sin esa apariencia
física abrumadora, ser un recio bateador. Dulce dolor de cabeza,
pues si se cumple esa vieja máxima de la pelota, a quienes más
bateen es forzoso abrirle un hueco en cualquier equipo. Mujica fue
consistente al guante y con el madero promedió por encima de los 350
a lo largo de todo el torneo. Ya muchos van al estadio solo para
verlo jugar. El zurdo Ariel, con sus 10 triples y un average
superior a los 340, reverdece los laureles de un apellido ilustre:
los Sánchez. El hijo de Arturo comenzó a brillar con luz propia.
Hay otros más, como el novato José Miguel Fernández, con
credenciales de buen bateador, y un Yaimel Alberro con privilegiado
por ciento de estafadores cogidos en base. Para ambos, futuro a
granel.
En fin este desempeño no dejó el mejor recuerdo de un equipo de
la provincia en lides nacionales ni habrá que hacer por ello una
celebración especial. Pero eso sí, sus parciales deben sentirse
esperanzados con la noticia de que los Cocodrilos de Rosique jugaron
con garra y decoro deportivos. Nada tiene de raro que emprendan, a
partir de ahora, esa faena descomunal de esculpir la conquista de un
Campeonato. Recobraron la confianza perdida y despojaron al lobo de
más de un pelo.