El aire mítico que sugiere ese título de Norge Espinosa, la
interpretación del Grupo Retablo de Cienfuegos, la confección y
elegancia de los muñecos, el colorido e ingeniosidad de la
escenografía y la fastuosidad del ambiente cortesano lograda en
general, pudieran ilustrar, en efecto, los atributos de luminosidad
de un evento que devino escuela sin dejar de ser escenario.
La reunión fue, claro, un taller en el que se intercambiaron
modos de hacer entre visitantes y locales, pero no dejó de tener un
hálito de festival, en el que la diversidad de estilos de actuación,
autores y personajes, formas de confección y de manipulación,
tradición de naciones y continentes y hasta lenguas distintas,
integraron, no obstante, un mismo idioma de entendimiento artístico.
Ese último día confirmó la dirección que siguió el encuentro al
concluir la exposición de calificados interlocutores extranjeros y
nacionales, comprendidos maestros italianos, franceses, cubanos y,
en particular, yumurinos, estos últimos con mucho que mostrar en
esta materia.
Durante el espectáculo La calle de los títeres, que se
exhibe aquí normalmente los últimos domingos de cada mes frente a la
sede del Teatro Papalote, el chileno Rolando Olmos caracterizó a
esta provincia como "capital mundial de los títeres" y, acto
seguido, él y sus hijos Rolando y Jonhatan, exhibieron sus
afectuosos personajes, que recorrieron por estos días la ciudad
junto a otros de Japón, Serbia, España (Zaragoza, Galicia), Italia,
Francia, Inglaterra, Colombia, Nicaragua, Venezuela, junto a grupos
de Guantánamo, Holguín, Granma, Cienfuegos, Villa Clara y Ciudad de
La Habana.
El poder de convocatoria de esta plaza rebasa límites para asumir
una dimensión universal, desde una óptica artística cuya fuerza
radica en su integralidad cualitativa, llevada a actuaciones en
cualquier escenario, acciones comunitarias con la población, y
cualquier foro que permita trasladárselas a titiriteros "de la
ciudad" o "del mundo".
En ello influye la concepción sobre el títere expresada por René
Fernández, el artista que gestó este Taller en 1994, junto a Rubén
Darío, que le dio apoyo en la estructura, y a Senén Calero en la
imagen y diseño: "Ningún actor dramático puede tomar la magnitud,
las escalas, muy grandes o muy chicas, de un títere. Y eso se ve en
Olimpiadas y otros eventos en que el muñeco asume cualquier tamaño.
Pueden ser así de grandes o así de pequeños y sin embargo creemos en
ellos".