Ayer mataron un puerco en el barrio. Los chillidos del animal
habrían despertado a todo el vecindario capitalino. A los ejecutores
de la sentencia les importó un bledo que fueran las cuatro de la
madrugada, ni que los moradores reponían energía para la nueva
jornada laboral. Actuaron como si vivieran ellos solos en una
montaña. En definitiva, habrán pensado que sus tolerantes
conciudadanos escuchaban todos los días los gemidos del cochinito
mientras engordaba y nadie nunca les recordó las prohibiciones
sanitarias.
El cerdo no creció en una cueva, sino en una cuadra, muy
entusiasta como muchas otras donde no se piensa dos veces para sacar
los amplificadores a la calle, y a unos metros de un consultorio
médico, que entre sus afiches, tiene varios sobre la higiene. Hasta
los propios protagonistas del "puerquicidio" son gente que
participan en todas las actividades del "Comité".
En fin, una anécdota más para recordar que el talón de Aquiles es
hacer cumplir las leyes, y que, además del deber ciudadano, los
agentes profesionales del orden, inspectores incluidos, tienen un
gran reto ante sí en el espectro de quebraderos de cláusulas, que
van más allá del resurgimiento de las cochiqueras citadinas y las
violaciones del fumar en restaurantes, y otros sitios públicos
cerrados.
¿ Hay reglas para impedir el tránsito de automóviles,
motocicletas, ómnibus y camiones, que nublan las calles del humo
venenoso con sus acelerones? Pobres nuestros pulmones, nariz,
garganta y ojos.
¿Y los ruidos? ¿Qué decir de la contaminación auditiva de esas
costosas alarmas —el que puede, puede— en los autos que se disparan
a cualquier hora del día y la madrugada mientras el dueño ni se
entera?
¿Y de la sinfonía nocturna de claxon por las avenidas, o al
amanecer debajo de los edificios multifamiliares?
¿O de los chicos de la nueva onda en sus carros con el reguetón a
todo volumen?. Que no sólo el celular distrae. Y por cierto las
regulaciones sobre el teléfono móvil podrían ajustarse no sólo a la
hora de conducir. Piensen, ahora que leo que se han contratado unos
cuantos miles de telefonitos tras la nueva medida, que suenen a la
vez en un cine o un teatro o un restaurante, varios de esos
artefactos y sus dueños empiecen a responder como barítonos.
¿Se imaginan un edificio de 14 plantas, con la mayoría de sus 140
apartamentos, cada uno con un perrito al menos —lo mismo un Doberman
que un Chihuahua— ladrando al mismo tiempo a las tres de la mañana
por culpa de un gato de cuatro patas? Porque muchas veces el de dos
los hipnotiza¼
Lo real, es que todo está legislado, lo que hay es que cumplirlo
y eso nos toca a todos.