El
28 de marzo del 2007 la prensa cubana publicó la primera Reflexión del
Comandante en Jefe Fidel Castro, titulada Condenados a muerte
prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el
mundo.
A ella seguiría una segunda con el mismo tema, acerca del cual
denunciaba, con argumentos irrebatibles, una de las insensateces más
descabelladas a que podía conducir la sociedad de consumo: la
utilización de alimentos, en un mundo en que escasean, para satisfacer
la demanda creciente de combustible destinado a 800 millones de
automóviles.
Desde entonces, el líder de la Revolución cubana toca en casi un
centenar de artículos los más importantes y complejos asuntos, unas
veces llamando la atención sobre maniobras imperialistas, otras
saliendo al paso a campañas mediáticas, o sobre los graves problemas
que tiene la humanidad. La repercusión mundial fue tremenda desde el
principio.
Fidel ha puesto al servicio de los cubanos, y de los demás pueblos
hermanos, su enorme experiencia frente a un enemigo taimado y
poderoso, y su conocimiento y cultura política, nacida de su formación
humanista.
En esas reflexiones tiene la batalla de ideas asidero firme, un
manantial donde fluye la conciencia de la época actual. No por
casualidad los voceros, empleados a sueldo y mercenarios del imperio,
tratan de subestimarlas, pero ciertamente ninguno las puede desconocer
o ignorar.
Su estilo directo y claro, sin adornos superfluos, el mismo que
empleó toda su vida para educar a más de una generación de
revolucionarios, y su sinceridad y apego a los principios, hacen de él
un maestro singular.
Como en una ocasión dijera Raúl Roa, nuestro recordado Canciller de
la Dignidad, refiriéndose a su genio político y capacidad para ver y
adelantarse a los procesos: "Fidel oye crecer la hierba y sabe lo que
está pasando al doblar de la esquina".
Los cubanos, y con ellos los combatientes del mundo, pueden darle
las gracias por dotarlos constantemente de nuevas herramientas, para
continuar librando la batalla por la verdad.
Fidel lo hace, convencido con José Martí, de que las ideas son el
arma más poderosa contra el imperio y que estas se abrirán paso
finalmente en la madeja de mentiras tejidas diariamente. Ellas serán
las edificadoras del mundo nuevo que estamos obligados a prever y a
construir.