En su ya antológico libro Los hombres que miran fijamente a las
cabras, el periodista, realizador cinematográfico y humorista (a
partir de asuntos muy serios) Jon Jonson, asegura que así como
Sherlock Holmes buscó hasta el cansancio una nota de violín capaz de
espantar a las moscas que no lo dejaban pensar, un trastornado
proyecto del ejército norteamericano se propuso encontrar las melodías
precisas que inundaran de arrepentimiento el alma de sus enemigos y, a
partir de las claves de sol y de fa, hacerlos confesar.
Nacido a lo mejor de una mente bien intencionada, el proyecto sería
arrojado sin retardo al cesto de las grandes tonterías. La
conveniencia de la música como socavación, sin embargo, quedó flotando
y en una variante perversa sale a relucir ahora con ribetes de
escándalo:
Ya se conocen los 25 números más escuchados, mientras los
interrogadores de la CIA y los soldados estadounidenses inquieren a
los prisioneros de la Base de Guantánamo y de otras cárceles
camufladas en el mundo, algunas de las cuales, con pelos y señales,
las denunciara el Washington Post en el año 2004.
Testículos macerados mientras a espaldas de los gritos se oyen las
estridencias de Metallica entonando Enter Sandman; corrientazos
en las sienes al compás del América, de Neil Diamond, largas
sumersiones en los latones de agua —recientemente tan encomiados por
Bush— al ritmo cadencioso de Cristina Aguilera en Dirty¼
y a la hora de dormir, lo más recomendable en decibeles para
alterar los tímpanos.
Nada de figuración hay en los hechos descritos y según la
reconocida publicación Mother Jones, ellos responden a un estudio de
la periodista Justine Sharrock a partir de entrevistas realizadas lo
mismo con soldados que estuvieron destacados en la Base de Guantánamo,
u otros centros de torturas, que con prisioneros nunca sometidos a
juicio.
De las indagaciones surgió un listado con los 25 números "más
sonaditos", que Mother Jones colgó en Internet para que los
sensibilizados con el asunto cierren lo ojos, escuchen y se imaginen.
(Dos minutos "imaginando" a los acordes de Metallica puede ser una
experiencia horrorosa).
El número uno lo encabeza Deicide con Fuck Your God y en el
24 está Prince con Raspherry Beret. Tanto el heavy metal como
el country resultan los géneros más utilizados para torturar, pero
según Justine Sharrock son los soldados los que eligen la música y
esta responde muchas veces a los gustos prevalecientes en sus lugares
de residencia. Se ha comprobado, no obstante, que cuando las sesiones
se ponen calientes y llega el momento de restregarles patriotismo a
las víctimas, se reiteran temas como White America (4), de
Eminem, America (18), de Neil Diamond, o Born in the USA
(12), de Bruce Springsteen.
Varios artistas, al enterarse que sus melodías habían ido a parar a
un pentagrama del diablo, pusieron el grito en el cielo: ¡de ninguna
manera! Rage Against the Machine le escribió formalmente al Pentágono
para que los sacara de los siniestros cuarteles. Pero aunque algunos
persistan en negarlo, arte y política suelen encontrarse a lo largo
del camino. El contraste corrió por parte del grupo Metallica.
Eufóricos, un poco aniñados, dejaron constancia de que estaban muy
contentos de que sus "números sirvieran para meter miedo y
luchar contra el terrorismo".
No faltaron soldados en confirmarle a la periodista que una misma
música, repetida constantemente durante días y semanas, podía ser de
gran ayuda para obtener un debilitamiento psicológico por parte del
prisionero.
Y también —aunque no se si eso lo dijeron— para que puesta a todo
volumen, afuera solo se escuchara la música.