Pero lo cierto es que desde hace más de medio siglo, antes de ser
quien es hoy, hizo del periodismo una de sus principales armas de
combate.
Siempre que leo sus artículos pienso que estoy ante un corresponsal
de guerra, porque esa ha sido su larga existencia: guerra contra las
injusticias, la corrupción, la politiquería, la demagogia, la mentira
y el imperialismo.
Ya de niño leía las noticias a los analfabetos que tanto abundaban
entonces en su terruño natal y en toda Cuba. Y de ahí seguro que le
nació ese interés descomunal por estar bien informado e informar, con
la verdad como bandera y escudo, que él más que nadie sabe encontrar a
veces oculta entre líneas, pero que siempre ha divulgado sin rodeos ni
tapujos.
Escribió artículos de denuncia contra los gobiernos de turno en los
inicios de la década del cincuenta en el periódico Alerta. Y la
revista Bohemia, que ahora anda de festejos por su primer centenario,
le abrió de par en par sus páginas.
Guido García Inclán, maestro de periodistas y de honestos, puso a
disposición de Fidel los micrófonos de su emisora, la COCO. Y al
unísono ejercía el periodismo al hablar en mítines, asambleas y actos
públicos.
Al Moncada se fue con todas sus armas, entre las que no podía
faltar la última alocución del líder ortodoxo Eduardo Chibás y una
proclama en la cual explicaba al pueblo las leyes que adoptaría la
Revolución. Materiales que serían transmitidos por una radioemisora
santiaguera para toda la Nación.
Ante el fracaso en el intento de tomar al cielo por sorpresa, Fidel
más que abogado fue el cronista de las ideas más justas en su alegato
La Historia me Absolverá, pronunciado entre fusiles y bayonetas
en las garras de los esbirros batistianos.
Desde México, en medio de persecuciones, peligros y entrenamientos,
redactó los Manifiestos 1 y 2 del Movimiento 26 de Julio y los hizo
llegar a la prensa cubana, para mantener informado al pueblo de sus
planes, a pesar del rigor de la clandestinidad.
Ya en la Sierra Maestra, Fidel logró divulgar la presencia del
naciente Ejército Rebelde a través de una entrevista realizada por el
periodista estadounidense Herbert L. Matthews, en The New York Times.
Y sus partes de guerra, orientaciones y órdenes, basados siempre en
el más absoluto respeto a la verdad, eran escuchados por las ondas de
Radio Rebelde, dentro y fuera de Cuba.
En 1959, la Operación Verdad, ante más de 380 periodistas cubanos y
extranjeros, desmanteló las falacias que ya divulgaba la gran prensa
yanki en contra de los juicios a los asesinos de la tiranía.
Sus reiteradas apariciones televisivas, en el programa Ante la
Prensa, acaparaban la atención de millones de cubanos. Y como es una
máxima indiscutible que hablar es algo así como redactar en voz alta,
Fidel ha dedicado gran parte de su vida a explicar la obra de la
Revolución, en discursos que constituyen lecciones de oratoria.
La improvisación es uno de sus dones, y así lo ha demostrado día
tras día. Pero cuando ha tenido la necesidad de escribir sus
discursos, lo ha asumido con una profesionalidad tal, que pudiera
ejemplificarse con sus palabras durante la Cumbre de la ONU sobre
Medio Ambiente, realizada en Río de Janeiro, cuando de los siete
minutos concedidos a cada orador, Fidel solo consumió cinco. ¡Y qué
cinco minutos aquellos, todavía vigentes como alertas para la
Humanidad en peligro de extinción!
Fidel, en el VII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, dijo
a los delegados: "me gusta mucho el oficio, de verdad... Ténganme por
uno de ustedes".
Y aquí Fidel está entre nosotros, como uno de nosotros. Con sus
discursos que dan pie a miles de reportajes, artículos investigativos
y de opinión; con sus constantes preguntas a todos y para todo, en
busca de respuestas y más conocimientos, con sus comparecencias
escritas, con su maestría en el alegato largo y en la síntesis
imperiosa, con sus Reflexiones como Comandante en Jefe o como Soldado
de las Ideas, haciendo realidad aquella frase martiana de: "¡Tiene
tanto el periodista de soldado... !".