Su espacio La Hojilla, trasmitido de lunes a viernes por
Venezolana de Televisión y, según estudios, visto por unos ocho
millones de personas en todo el país, comienza luego de que su
director y conductor se presenta ante los teleespectadores con un
enunciado tan controvertido como sorprendente: "Mario Silva: bachiller
marginal y terrorista comunicacional".
Él confiesa que lo hace a modo de vacuna contra sus enemigos "de
derecha y de izquierda", pero a todas luces la frase sintetiza el tono
sarcástico y picante con que sazona el programa y revela en buena
medida ese estilo radical con que se lanza cada día al ruedo mediático
en una suerte de duelo a muerte frente la conspiración, la
manipulación y la mentira que cargan la oligarquía y sus medios contra
la revolución bolivariana.
Alguien ajeno a su realización pudiera sospechar que detrás de cada
emisión se esconde un abultado equipo de sociólogos, analistas y
especialistas en la comunicación, pero nada más errado: el team de
monitoreo y análisis lo conforman apenas tres personas –Mario
incluido- y según ellos mismos el 99 por ciento de sus programas se
improvisan.
"La primera línea corta como una hojilla", le dijo alguien al
valorar uno de aquellos materiales periodísticos que escribía cada día
al levantarse y con el elogio Mario encontró el título que estaba
buscando para su sección. Hojilla, vocablo usado en Venezuela para
nombrar la cuchilla de afeitar, le venía como pintado para denominar
al incipiente medio alternativo. Corría el año 2003.
Nacida como periódico digital, La Hojilla, que hoy también
cuenta con una modesta edición impresa, vino a sumarse a sus hermanos
mayores antiescualidos.com que había alcanzado su madurez en los días
del golpe de Estado de abril de 2002 y Aporrea, otro espacio de
reflexión que igualmente pugnaba y todavía pugna contra los grandes
medios privados, sus matrices de opinión y su permanente siembra de
descrédito y desaliento.
Por aquellos tiempos el exvicepresidente de la república, el
reconocido político y periodista José Vicente Rangel, auspiciaba algo
así como una tormenta de ideas a la que asistían figuras notables de
la intelectualidad de izquierda en Venezuela con el propósito de
cerrar filas frente a la agresión mediática.
"Al principio yo parecía allí cucaracha en baile de gallinas
—recuerda Mario— pero cuando me pidieron criterios propuse llevar
La Hojilla digital a la televisión y poco tiempo después se
aceptó. Había trabajado 19 años como publicista, hacía caricaturas y
escribía, pero jamás había hecho televisión".
Fue entonces que verdaderamente comenzó a caminar sobre el filo de
una hojilla. A veces con la arremetida apasionada, a veces con la
ironía, la burla, la imitación o la comedia, Mario enfrenta desde
entonces el inagotable manantial de injurias que día a día generan las
fuerzas adversas al proceso y por ello también alguna que otra amenaza
de muerte contra su persona y su familia.
A lo largo de casi cuatro años en el aire, para él las armas a
tomar pueden ser tan diversas como las mismas situaciones lo
aconsejen. Su filosofía, en cambio, se mantiene inamovible: "Yo no
negocio, para mí el periodismo es una trinchera".