Hombre que ejerció la modestia como virtud, visceralmente
comprometido con el destino de su Patria, defensor de los valores
del socialismo y entrañablemente leal al liderazgo histórico de la
Revolución, Corrieri nunca dejó de echar pie a tierra por sus
convicciones ni de emplearse a fondo en cada una de las tareas que
le encomendaron.
En las artes escénicas dejó tras de sí una leyenda este habanero
nacido el 2 de marzo de 1938 (mañana cumpliría 70 años). Atraído por
la actuación, matriculó en el Teatro Universitario y debutó con 16
años en la pieza del brasileño Joracy Camargo, El nieto de Dios.
Estuvo entre los fundadores de Teatro Estudio, junto a Raquel y
Vicente Revuelta e integró el elenco de la primera puesta en escena
de la mítica agrupación: Largo viaje de un día hacia la noche,
de Eugene O’Neill.
En su trayectoria teatral encarnó los más diversos y exigentes
personajes en obras de Miller y Chejov, Lope de Vega y Albee, Brecht
y Schnitzler, Dragún y Maiakovski, y al encaminar sus pasos hacia la
dirección dio pruebas de su extraordinario talento en la puesta en
escena del estreno mundial en 1964 de Contigo pan y cebolla,
la popular comedia de Héctor Quintero.
Pero ya desde entonces, Sergio no era solamente un hombre de
teatro. "La Revolución había cambiado nuestras vidas —dijo en una
entrevista— y abría nuevas perspectivas para la cultura cubana.
Entendíamos que había que hacer arte con la Revolución y para la
Revolución, arte de altos valores, y ser, al mismo tiempo como
ciudadano, un soldado".
Esas inquietudes lo llevaron a fundar en 1968 una experiencia
inédita, el Grupo Teatro Escambray, junto a su madre, Gilda
Hernández —una de las más entusiastas teatristas de su tiempo—, en
el seno de la serranía del centro de la isla. Al evocar esa época,
afirmó: "No nos interesaba el repertorio porque las obras fueran
universalmente muy hermosas. No buscábamos esa culturización.
Queríamos llegar a la gente con elementos de juicio para que
pudiesen entender su realidad y capaces entonces de operar sobre
ella".
Fue aquel un gesto sin precedentes para alguien que ya estaba
considerado como uno de los mejores actores del país y que contaba
en su haber con el brillante y convincente desempeño del personaje
protagónico en el filme Memorias del subdesarrollo, ese
clásico de nuestro cine realizado por Tomás Gutiérrez Alea.
Su labor al frente del Teatro Escambray, en una zona de dinámicas
transformaciones socioeconómicas donde apenas unos años atrás la
contrarrevolución trató de plantar raíces, reveló en Sergio no solo
la madurez de sus concepciones estéticas sino las cualidades de un
cuadro revolucionario.
Mientras dirigió y actuó en puestas memorables como Ramona,
El juicio y Los novios, y era identificado por el
público en la gran pantalla por su interpretación del héroe Alberto
Delgado en El hombre de Maisinicú, de Manolo Pérez, y
conmovía a los cubanos de uno a otro confín de la isla con su
formidable plasmación de Fernando/David en la serie televisiva En
silencio ha tenido que ser, Corrieri crecía políticamente al
frente de su colectivo escambradeño y entre los pobladores de la
zona. Por ello fue delegado al Primer Congreso del Partido, miembro
del Comité Central desde 1980, y electo diputado a la primera
legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, escaño que
ocupó luego sucesivamente por voluntad de su pueblo, y donde en la
quinta legislatura fue elegido miembro del Consejo de Estado.
Del Escambray, con sus actores, partió a Angola, en plena
ofensiva de las fuerzas proimperialistas para compartir el arte con
los internacionalistas cubanos. Y apenas unos días después del
triunfo sandinista en Nicaragua, llegó solidario a esa tierra.
En 1985 la dirección del país le pidió que ocupara la
Vicepresidencia del Instituto Cubano de Radio y Televisión. En 1987
pasó a Jefe del Departamento de Cultura del Comité Central del
Partido y desde 1990 se desempeñó como Presidente del Instituto
Cubano de Amistad con los Pueblos.
Desde ese cargo, asumido en momentos sumamente difíciles en medio
de la debacle de la Unión Soviética y el campo socialista, y de
mudanzas ideológicas en el campo de la izquierda, Corrieri
desarrolló una intensa labor como interlocutor del movimiento
solidario internacional con la Revolución y contribuyó a que la
resistencia y las ideas humanistas de nuestra sociedad fueran
ampliamente difundidas. Entre sus desvelos durante los últimos años
estuvo dar a conocer la verdad sobre el caso de los Cinco luchadores
antiterroristas cubanos injustamente encarcelados en Estados Unidos,
y reciprocar las acciones solidarias de importantes sectores de ese
país hacia nosotros.
Aun cuando sabía su salud quebrantada también aceptó, a raíz de
la convocatoria al VII Congreso de la UNEAC, presidir los trabajos
de la Comisión Organizadora, gesto sumamente apreciado por la
vanguardia artística e intelectual que siempre vieron en él un
ejemplo.
Los méritos de Corrieri fueron reconocidos con la Orden Félix
Varela, la Medalla Alejo Carpentier, la Réplica del Machete del
Generalísimo Máximo Gómez que otorga el Ministro de las FAR y el
Premio Nacional de Teatro 2006.
Hace apenas unos días, en ocasión de compartir la inauguración de
sendas exposiciones de José Omar Torres y Diana Balboa en la galería
La Acacia, le pregunté si no extrañaba la actuación. "No creas
—respondió—, a veces siento nostalgia, pero en estos otros afanes me
he sentido útil y muy realizado. Si tuviera otra vida no vacilaría
en vivir esta misma tratando de ser todavía mejor".