Resulta útil al abordar el tema de los resultados de los procesos
electorales celebrados en nuestro país desde 1976 hacer una breve
incursión en la historia lo cual nos permitirá también establecer una
obligada y necesaria comparación.
Como sabemos el primero de enero de 1899, el general Jonh R. Brooke
tomó posesión del gobierno de Cuba en nombre de los Estados Unidos, y
aunque la intervención duró casi 4 años no les llevaría mucho tiempo a
los gobernantes norteamericanos llegar a la conclusión de que les
resultaría prácticamente imposible anexar a Cuba a su territorio, por
ello el 5 de diciembre de 1899, el presidente Mackinley en su mensaje
al Congreso norteamericano expresó: "Cuba quedará ligada a nosotros
por vínculos de intimidad y fuerza".
Varias fueron las medidas que adoptaron para hacer realidad ese
objetivo, entre ellas, las que le garantizaban el dominio de la
economía de nuestro país. Pero solo citaré aquellas que más se
relacionan con lo que aquí analizamos, y que contaron, incluso, con la
complicidad y el auspicio de connotadas figuras cubanas, me refiero a
la disolución del Partido Revolucionario Cubano, de la Asamblea de
Representantes y del Ejército Libertador. Al despojarse al pueblo de
estos poderosos instrumentos, imprescindibles para hacer realidad los
sueños de José Martí, el camino de la neocolonia estaba abierto.
Con la poca credibilidad que ofrecen las medidas que adopta un
gobierno extranjero interventor, el gobernador militar norteamericano
ordena y organiza las primeras elecciones municipales y presidenciales
del país y la celebración de la Asamblea Constituyente a la que se le
impondría la Enmienda Platt, para ser incorporada como un apéndice de
la Constitución.
Como había que garantizar que los resultados de estos eventos
favorecieran a los Estados Unidos, en el caso de las elecciones
municipales se dictó una ley electoral bien restrictiva. Solamente
podrían votar los cubanos mayores de 21 años, que supieran leer y
escribir y que poseyeran bienes muebles e inmuebles valorados en no
menos de $250.00. Estas restricciones eliminaron del derecho a votar a
la inmensa mayoría de los cubanos negros y a cientos de miles de
cubanos blancos pobres, además se excluyeron del ejercicio del
sufragio a las mujeres, cuya cifra de 359 423 no era nada despreciable
en tan reducida población.
Bajo estas restricciones en las elecciones municipales de 16 de
junio de 1900, de una población de 1 572 797 habitantes, únicamente
pudieron registrarse, 150, 648 electores, de los cuales sólo votaron
110, 816 o sea, el 7% de la población del país. No es ocioso agregar
las escandalosas presiones que el interventor Wood aplicó para que
resultaran electos sus favoritos.
En las elecciones presidenciales a pesar de que fueron ganadas por
el candidato de los Estados Unidos, Tomás Estrada Palma,
norteamericano él mismo, como consecuencia de que su opositor, el
general Bartolomé Masó, retiró su candidatura al negarle el
Interventor norteamericano las mínimas garantías de un proceso legal,
solamente votaron 213 116 electores, un 63,4% de los 335 699
registrados.
Con estas tristes elecciones quedó inaugurado en Cuba el sistema de
democracia representativa y pluripartidista, a la vez que se
convirtieron en práctica sistemática de los procesos electorales de la
neocolonia cubana que duró hasta el 1ro de enero de 1959.
Por lo distante de estos hechos y por la forma en que van quedando
en el olvido bien merece la pena unas pocas pinceladas demostrativas
de las grandes diferencias entre las elecciones capitalistas y las de
nuestra Revolución.
Bastaría señalar solamente, de los tantos hechos denigrantes que
recoge la historia de las elecciones celebradas durante 58 años de
capitalismo en Cuba, que como parte de la corrupción y el fraude que
practicaban los politiqueros de entonces era normal que los muertos
votaran, se robaran las urnas, se utilizara la llamada boleta viajera,
que un elector votara varias veces, se compraran los votos, que los
funcionarios y trabajadores públicos fueran obligados a votar por el
candidato de gobierno bajo amenaza del despido, se asesinaran
candidatos opositores, que los soldados y policías impidieran que
votaran electores de la oposición, que las personas tuvieran que
entregar sus cédulas de votar para lograr el ingreso en el hospital de
familiares enfermos, entre muchas otras manifestaciones
antidemocráticas y espurias.
Para que la comparación pueda ser más completa y válida debemos
agregar algunos elementos sobre democracia, partidos políticos y
elecciones en América Latina.
Una encuesta realizada en 17 países en el año 2003 por el Instituto
Latinobarómetro registró que sólo el 11% de los encuestados tienen
confianza en los partidos políticos, el 42% estaría dispuesto a votar
por un partido, el 27% confía en el Congreso y el 28% en el gobierno;
los que aprueban al gobierno llegan nada más que al 24%. Los que
respondieron sentir satisfacción con la democracia fueron solamente el
28%. El 69% respondió que más que partidos políticos y congresos lo
que hace falta es un líder decidido que se ponga a resolver los
problemas. Y al 52% no le importaría que un gobierno no democrático
llegara al poder si pudiera resolver los problemas económicos.
Si tomamos el resultado de las elecciones celebradas en el
continente Latinoamericano en los últimos 15 años tenemos que el
promedio de abstención fue de 25%, incluyendo países que llegaron al
59,9% y 53,3%. Es significativo que en mucho de estos países el voto
es obligatorio.
Referido a los Estados Unidos citar solo dos ejemplos es suficiente
para mostrar la poca participación del pueblo en las elecciones
locales; en 1999, el Alcalde de la ciudad de Dallas resultó electo con
el voto del 5% de los electores inscriptos, y el de San Antonio con el
7,5%. Respecto a las elecciones presidenciales ya sabemos que los
Presidentes son electos con poco más del 20%, y en ocasiones, como en
el año 2000, designados en lugar de electos.
Estos elocuentes resultados sobre la opinión que tienen los pueblos
latinoamericanos de gobiernos, partidos políticos y democracia
demuestran la profunda crisis en que se encuentran las instituciones
pilares de la democracia representativa y la urgencia de encontrar una
alternativa para fundar un mundo nuevo, que Cuba ha demostrado es
posible.
Si comparamos nuestros procesos electorales con las elecciones de
2000 y 2004 en Estados Unidos, que escandalizaron al mundo por los
fraudes cometidos y por los miles de millones de dólares empleados,
nos daremos cuenta con extrema facilidad la gran diferencia que existe
entre un sistema democrático y un sistema no democrático.
Mientras la esencia del sistema norteamericano radica en lograr que
la mayoría del pueblo no vote, el cubano garantiza que todo el que
desee pueda hacerlo. De hecho en los Estados Unidos los votantes en
pocas ocasiones rebasan el 50%, en Cuba siempre pasan del 95%.
Mientras el sistema electoral norteamericano dificulta de manera
intencional la inscripción en el registro electoral, para que
solamente la élite pueda hacerlo, el cubano se caracteriza por las
facilidades que ofrece, es gratis y se realiza de manera automática,
se nace con el derecho de que se le inscriba cuando se arriba a los 16
años de edad.
Pero para entender mejor esas grandes diferencias es preciso
adentrarse en la esencia de los mecanismos y de las motivaciones que
llevan a los electores cubanos a votar.
Veamos primero el aspecto cuantitativo de los resultados:
AÑO..................... ELECTORES REGISTRADOS....................
% QUE EJERCIERON EL VOTO
1976 ...
5 655 837 ..........95,2
1979................
6 001 890...........96,9
1981.....
6 272 189 ..........97,2
1984......
... 6 494 488 ..........98,7
1986.....
6 865 344 ..... 97,7
1989...
7 240 039 ..........98,3
1992........
7 762 958 ...... ..97,2
1995....
7 772 583 ..........97,1
1997....
7 952 599 ..........97,5
2000......
8 069 599 ..........98,5
2003.......
8 313 770 ..........97,6
2007......
8 231 365 ..... .96,8
Como observamos durante los 11 procesos electorales celebrados el
número de electores creció progresivamente mientras que los votantes,
como promedio, siempre estuvieron por encima del 97%.
Si queremos hacer una comparación solamente con países del
Continente Americano podemos afirmar que ninguno de ellos alcanza, o
tan siquiera se acerca a estos resultados, y a pesar de las cifras
millonarias que se emplean y el gran número de partidos políticos que
participan siempre el partido mayoritario y victorioso resulta el de
la abstención.
Cuando analizamos cualitativamente los mecanismos y motivaciones
que hacen posible estos resultados con las realidades existentes en
los países de sistema de democracia representativa las diferencias son
abismales.
Para explicar esas diferencias señalaremos tan solo algunos
ejemplos que facilitan que todos los electores que deseen ejercer su
derecho al voto puedan hacerlo.
Inscripción universal, automática y gratuita de los electores.
El nombre del elector aparece en listado público al cual tiene
acceso fácil, con derecho de hacer la reclamación que estime
pertinente, ya sea sobre inclusión o exclusión.
Las facilidades para ejercer el voto. Los colegios se ubican
próximos a la residencia de los electores, con un número reducido de
estos por colegio. Solamente se requiere la presentación del carné
de identidad o documento de identidad de los institutos armados para
ejercer el sufragio y a las personas enfermas o muy ancianas cuando
lo solicitan se les hace llegar la boleta para que puedan votar.
El contenido ético y cívico de las campañas electorales. Los
candidatos no pueden hacer campañas a su favor. La biografía y foto
de los candidatos se colocan en lugares públicos en la misma área de
residencia de los electores.
El hecho de que la postulación de los candidatos se realice en
las propias áreas de residencia de los electores facilita que todos
conozcan a quienes se proponen.
La total transparencia de las elecciones y el control popular
que la población ejerce sobre ellas.
Las motivaciones que tiene el pueblo cubano para acudir a las urnas
son muchas, de ellas se destacan:
Todos los ciudadanos con capacidad legal para ello, tienen
derecho a intervenir en la dirección del Estado, bien directamente o
por intermedio de sus representantes.
El derecho de los electores a proponer, postular, elegir,
controlar, revocar y participar junto a sus representantes en las
principales decisiones que competen a él o al Estado.
Que el voto no sea obligatorio, a la vez que igual y secreto.
El que todos los cubanos mayores de 16 años de edad, incluyendo
los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de las demás
instituciones armadas, puedan elegir y ser electos.
Que el pueblo pueda participar en la revisión de las urnas antes
de la votación y en el conteo de los votos.
Saber que al ejercerse el derecho al voto se defiende la
soberanía e independencia de la Patria y se contribuye a la unidad
del pueblo para enfrentar los planes del enemigo imperialista para
derrotar a la Revolución.
Saber que el Delegado que se elige representará a los electores
en la Asamblea Municipal del Poder Popular, Órgano Superior Local
del Poder del Estado, y que mediante él se sentirán ejerciendo
gobierno.
El tiempo transcurrido desde 1974 –experiencia de la provincia de
Matanzas- y 1976 –primeras elecciones nacionales- ha registrado un
constante perfeccionamiento del sistema político cubano y, por ende,
del sistema electoral, hasta convertirlo en un orgullo del pueblo y
referente excepcional para los países que luchan por un mundo mejor.
Este empeño de perfeccionamiento sistemático ha convertido la
circunscripción en la célula fundamental del sistema, al Consejo
Popular en el eslabón que faltaba para completar el poder Estatal y ha
extendido el voto popular para que los electores elijan directamente a
todos los cargos electivos y revocables de los órganos del Poder
Popular.
Treinta años de funcionamiento de los órganos del Poder Popular han
permitido a los cubanos hacer válido el principio que define a la
democracia como el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo,
Nuestro Héroe Nacional José Martí, cuyas enseñanzas han estado
presentes en todo lo que hemos hecho hasta aquí, nos convoca a tener
siempre presente que:
"Los elegidos que en esa consagración ven sin duda el premio y
deber mayores de su vida, llevarán su carga noble y servirán a su
tierra con cuanta humildad, y fervor cabe en horas grandiosas en el
alma humana".
"El gobierno es un encargo popular: lo da el pueblo, a su
satisfacción debe ejercerse; debe consultarse su voluntad, según sus
aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca el poder recibido
contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son únicas dueñas
suyas"
Interpretar correctamente estos pensamientos de Martí significa
postular y votar de manera conscientes; con pleno conocimiento de a
quiénes elegimos y por qué los elegimos y que los órganos del Poder
Popular representan el poder del pueblo, ese que hace posible que
estemos construyendo el socialismo en nuestro país.