Acaba de anunciar el compañero Fidel que no aspirará ni aceptará el
cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe, y ya
los impresentables de turno han comenzado a pronunciar de manera harto
empalagosa la palabrita mágica "transición". No expresaré nada acerca
de esta prostituida palabra ni de lo que pienso sobre la interesada
utilización de la misma por parte de tan miserables individuos. Sobre
esto ya escribí un artículo que, titulado Cuba será un eterno
Baraguá, Alai-amlatina publicó en su web el 24 de agosto de 2006.
El motivo de estas líneas quizá sea el mismo, pero no es igual.
Que Fidel es un tipo inteligente se cae de la mata. Y es que, aun
habiéndolo insinuado en varias de sus reflexiones anteriores, ha
dejado descolocado a sus más acérrimos enemigos. Si Fidel hubiera
aceptado seguir al frente de la Revolución —y no me cabe la menor duda
de que, por unanimidad, su reelección estaba asegurada—, estos
hubieran arreciado sus críticas acusando al Comandante de aferrarse al
poder; argumento ahora inexistente que no pueden, que no deberían
esgrimir.
Soy consciente sin embargo que, cínicos como son, aunque la verdad
se haya encargado de mermar sus municiones, seguirán apuntando y
disparando con sus armas cargadas de odio y desvergüenza.
Para el pueblo de Cuba la noticia ha sido impactante, pero no les
ha llegado impregnada de sorpresa. En la Isla todo está tranquilo, la
normalidad es absoluta. Por contra, en el resto del mundo —qué
significativa paradoja— es donde se ha formado tremendo revolico: los
medios de comunicación casi no hablan de otra cosa, y los "artilleros"
del gran capital no cesan día y noche de bombardear desesperadamente a
una Revolución que ni se rinde ni se destruye.
La inmensa mayoría de la población cubana —protagonista activa de
todo el proceso revolucionario, nadie debería obviar tan importante
detalle—, tiene plena confianza en la persona que les ha dirigido
durante casi 50 años. Y no es para menos. Su larga y abnegada
trayectoria no les permite otras lecturas.
De modo que cuando el Comandante expresó en su mensaje que a la
todavía existente vieja guardia le sigue otra generación de dirigentes
que "cuentan con la autoridad y la experiencia para garantizar el
reemplazo", y que esta, además, precede a otra "generación intermedia
que aprendió junto a nosotros los elementos del complejo y casi
inaccesible arte de organizar y dirigir una revolución", el pueblo no
puede hacer otra cosa que creerle, porque saben que lo que dice es
rigurosamente cierto.
Estoy completamente de acuerdo con Haydée Santamaría cuando, el 13
de julio de 1967, expresó en la Escuela de Ciencias Políticas de la
Universidad de La Habana: "para mí ser comunista no es militar en un
partido: para mí ser comunista es tener una actitud ante la vida".
Fidel es comunista de actitud, no solo de los de carné. Fidel es el
comunista manifiesto que hoy tanto escasea y se necesita para llevar a
buen puerto las causas justas de todo el mundo.
En la década de los 80 comentó que si un día la URSS desapareciera,
incluso sola, Cuba seguiría siendo socialista. Llegó 1991, y los malos
hábitos y errores de la dirigencia soviética acabaron derrumbando su
propio proyecto.
Cuando esto hubo sucedido, muchos "amigos" de Cuba dejaron de
serlo. La nueva y complicada situación fue destiñendo a todos los
rojos artificiales. Unos fueron destiñéndose poco a poco; otros,
desprovistos de vergüenza, lo hicieron más rápidamente. Se destiñeron
hasta quedarse incoloros, transparentes; entonces se les vio el
verdadero color que siempre tuvieron bajo la frágil capa de tinte rojo
que les camuflaba.
No sin dificultad, Fidel y su Revolución siguieron caminando por el
mismo sendero ideológico de siempre, enarbolando la misma bandera; con
éxito, a pesar de los innumerables y duros ataques recibidos.
Ahora Cuba, acompañada de más amigos sinceros que nunca, afronta el
relevo en la Dirección —relevo no es sinónimo de transición, no se
confundan—. Plenamente consciente de sus limitaciones físicas, Fidel
cambia de trinchera, pero no abandona la lucha. Como buen soldado que
es, de una u otra manera siempre estará ubicado en el frente, nunca en
la retaguardia.
Cuba le debe mucho al Comandante, América... el mundo entero. Su
mira internacionalista no ha sido vana, no está siendo vana.
A pesar de todo y como no podía ser de otra manera, los
mercachifles de turno siempre lo han tildado de totalitario —¿será
porque durante casi 50 años ha contado con el apoyo de la totalidad de
los cubanos?—, pero quien haya seguido su trayectoria más o menos de
cerca se habrá dado cuenta de que probablemente sea uno de los Jefe de
Estado que más ha contado con la participación de sus gobernados, que
más ha ejercido la saludable autocrítica, y además sin ocultarla.
Gabriel García Márquez dijo que "la explicación de Cuba es que
Fidel es al mismo tiempo el Jefe de Gobierno y el líder de la
oposición", y Felipe Pérez Roque insiste en que "es el principal
crítico de la obra".
Agotados sus ridículos argumentos algunos enemigos siguen abriendo
la boca, pero ya con cierta desgana. Dicen que Fidel no es perfecto.
Claro que no lo es. Personalmente no quiero que lo sea. Lo perfecto no
existe. Y si Fidel lo fuera, obviamente dejaría de existir; algo que
yo y muchísima gente no deseamos; sencillamente porque lo queremos
vivo, incluso hasta después de su muerte.
Por eso desde mi modesta trinchera, hoy más que nunca reitero mi
apoyo y compromiso:
Con Cuba y con Fidel, ¡hasta la victoria siempre!
(Tomado de Rebelión)